Colombia es uno de los países más ricos en biodiversidad del mundo (posee más de 50.000 especies de flora y fauna) con un sector agropecuario vibrante que produce 2804 kilocalorías por persona y sin embargo, 650.000 personas se van a la cama con un sólo plato de comida de acuerdo a una indagación adelantada por la ONG ABACO. Esto es una cantidad superior a los habitantes de ciudades como Bucaramanga, Villavicencio o Ibague. En Barranquilla, dos tercios de la población no alcanza a comer tres comidas al día.
La distribución del hambre revela la desigualdad que define a Colombia y al sistema capitalista. Los departamentos con mayor incidencia de malnutrición son el Chocó y la Guajira, en las costas pacífica y atlántica, respectivamente. Regiones que se han explotado por sus recursos naturales pero en donde la producción de estos recursos sólo ha beneficiado a la clase dominante colombiana, viviendo cómodamente en las ciudades.
Sin dinero, sin comida
La explicación inmediata y obvia es la falta de ingresos. En Colombia, catorce millones de personas viven con $331.000 (U$ 83, aprox.) al mes, o menos. Es decir, más del 27 % de la población total. Oficialmente, el salario mínimo que rige en Colombia desde el 1º de enero de este año es de un millón de pesos (USD $250, aprox.). Éste, sin embargo, no basta y sólo el 36,2 % de la población llega a tener ingresos mensuales superiores a un salario mínimo.
Según diversas fuentes, en promedio, una familia colombiana de cuatro personas necesitaría mensualmente para contar con una alimentación básica una suma superior a los ochocientos cincuenta mil pesos (U$ 210 aprox.). Si esta familia dependiera de un salario mínimo, contaría con una cantidad ridícula para otros rubros como vivienda, servicios públicos, vestido, etc. Además, hablamos aquí de consumo básico; es decir, descartamos las opciones recreacionales como salir a un restaurante, acompañar la cena con vino o, incluso, ir por una empanada a la esquina que supuestamente hacen al capitalismo tan progresivo.
Realmente, en Colombia, un obrero necesita por lo menos un ingreso de dos salarios mínimos para llevar una vida digna, aunque modesta. De hecho, en 2019 se estimaba, de acuerdo a cifras oficiales, que para un hogar de cuatro personas se requerían “(…) de 4.2 salarios mínimos legales para la adquisición de todos los bienes y servicios necesarios y vitales.” Esperar que una familia trabajadora se sustente con menos de la cuarta parte de lo que sus necesidades exigen, es un acto criminal contra la especie humana; para nuestra burguesía, claro está, denunciar esto es una suerte de simpatía con el terrorismo.
Valga decir que hacemos estas cuentas de acuerdo a las cifras de años pasados. Este 2022 comienza con un aumento de precios que viene anunciado desde hace meses y que al 6 de enero se había traducido en una inflación del 5,62 %, según lo reconoció el director del departamento estadístico del Estado.
Burguesía criminal:
La cruel consecuencia de este estado de cosas es la desnutrición de miles de niñas y niños; 11.608 el año pasado, de acuerdo a las cifras oficiales. Naturalmente, muchos de estos infantes encuentran el fin de sus días a muy temprana edad. Empero, cuando en Colombia, se intenta indagar sobre la muerte por esta causa: «(…) algunas instituciones que trabajan en desnutrición tienen sus cifras, pero solo el INS [Instituto Nacional de Salud] está autorizado para recogerlas, por lo que podrían ser imprecisas, (…)» (01-nov-21) Al respecto, la Sociedad Colombiana de Pediatría «(…) denuncia que muchos de los decesos de niños en donde la desnutrición es determinante quedan bajo otro diagnóstico. Es el caso de las neumonías, las diarreas y otro tipo de infecciones graves. En otras palabras, dice la sociedad, podría haber un subregistro importante en las cifras de muerte por desnutrición.»
El hambre ciertamente ha sido una preocupación de nuestra especie desde sus orígenes. En contextos como los países desérticos o donde se deben enfrentar duros inviernos, es una preocupación obvia. Pero Colombia es un país tropical bañado de dos mares, con una frontera sur en el río Amazonas y atravesado por una trifurcación de los Andes resulta ser el segundo con más alta biodiversidad, después de su vecino Brasil. Esto, entre muchas cosas, implica la posibilidad de producir un amplio rango de alimentos y contar con opciones para que esto pueda hacerse con el mínimo impacto ambiental.
Hambruna mundial, con mucho que comer
Este potencial se ignora mientras se desperdician 9.7 toneladas de comida en Colombia. De acuerdo al Departamento Nacional de Plantación (DNP), por cada 3 toneladas de comida que se destinan para consumir en el mercado, 1 tonelada es perdida. El DNP también calcula que estas 9.7 toneladas pérdidas podrían alimentar a la población de Bogotá. Esto es un microcosmo de la situación global. De acuerdo a la Organización de Naciones Unidas, a nivel mundial también se desperdicia un tercio de la comida producida. Más importante aún, la cantidad de comida que se produce a nivel mundial es suficiente para alimentar a todo el mundo. En términos de cereales solos, producimos a nivel mundial más de 2.8 billones de toneladas. Esto es suficiente para proveer un kilo por persona.
Es bueno poner esto en el contexto del hecho de que los 10 hombres más ricos del mundo han redoblado su riqueza llegando a un total de 1.5 trillones de dólares. Para referencia, si estos 10 hombres decidieran donar 20% del dinero que lograron obtener durante el ultimo año para la causa de alimentar a todo el planeta, no sólo lo lograrían, pero también serían más ricos que el 99% del planeta. No solo eso, de acuerdo a la ONG Oxfam, estos hombres podrían donar el 99% de su riqueza y todavía serían más ricos que el 99% de la población.
Este artículo ciertamente no es una petición para que los hombres más ricos del mundo se apiaden, sino un intento de ilustrar el simple hecho de que el problema no es uno de falta de productividad. Hay suficiente comida y dinero para todos. Pero el sistema capitalista simplemente no permite que estos recursos se usen para el bien social. La razón por la que la gran mayoría de la comida se desperdicia es porque no se puede vender.
Pan, Tierra y Paz
Durante el periodo de la revolución de Octubre, la consigna del Partido Bolchevique de Lenin y Trotsky era Paz (fin a la participación de Rusia en la Primera Guerra Mundial), Tierra (la redistribución de la tierra para los campesinos) y Pan (comida y bienestar general para una población que pagaba el costo de las deudas externas del imperio ruso con hambre y atraso general). Estas consignas son enteramente relevantes para muchos países tercermundistas en el periodo actual, incluyendo a Colombia.
Después de todo, Colombia vive el epílogo de una guerra civil que duró más de 50 años. Si bien el tratado de paz desarmó a la mayoría del mayor oponente del Estado (FARC), el hecho es que las causas inherentes del conflicto (la desigualdad en la tenencia de la tierra, la pobreza generalizada, la represión de los derechos democráticos de la mayoría) no se han ido.
Aquí se puede ver que estas consignas están entrelazadas. No se puede resolver la cuestión del alimento de la mayoría de los colombianos cuando el 81% de la tierra le pertenece a un 1% que no tiene interés en usar esa tierra para la producción de suficiente comida para todos. Lo que se produce claramente se usa para enriquecerse y monopolizar. Y obviamente, la paz no se puede lograr mientras que la desigualdad reine y empeore la calidad de vida de la mayoría de la gente.
La reforma agraria: deuda histórica
La burguesía y el latifundio internacional de hoy en día no son la misma clase que condujo la lucha sin cuartel contra el feudalismo que llevó a la implementación de las reformas agrarias originales en las revoluciones burguesas de Inglaterra, EE.UU y Francia, entre otras. La clase dominante de hoy es internacional y reconocen que sus intereses están en mantener el status quo que condena a millones a la hambruna.
Nuestra burguesía y latifundio están atados por mil hilos a la clase dominante internacional y saben que estas condiciones de atraso son una receta perfecta para reducir el costo de producción de los países más desarrollados. Esta es la base económica sobre la que se produce no solo la hambruna sino la explotación que define a los obreros y campesinos colombianos. No es sorpresa cuando uno considera que Colombia tiene el salario medio más bajo del mundo.
Pero sin embargo las posibilidades de lo que una economía planeada podría hacer en Colombia son enormes. Una reforma agraria, acompañada con un programa de industrialización que facilite la producción de la mejor tecnología agropecuaria para ayudar a los granjeros del mañana a producir los mejores cultivos y alimentos posibles para el país, podrían ponerle un fin a la hambruna que millones de colombianos sufren día tras días para mantener un sistema que enriquece a unos pocos.
Esto no podría ser posible, claro, sin el apoyo solidario de otras naciones socialistas que puedan proveer lo último en técnica, mano de obra y planeación. Si bien hemos visto lo que una economía planificada puede hacer en naciones como China y la Unión Soviética (convirtiendo a dos naciones subyugadas por el imperialismo por décadas en superpotencias), estos logros nunca podrán sobrevivir sin la colaboración de la clase obrera internacional. Una isla de socialismo se hundiría en el océano del imperialismo.
La única manera de luchar por semejante meta es a través de tácticas militantes, tanto en el campo como en la ciudad. Usar tácticas como la huelga y la sindicalización para unir la lucha de millones de colombianos a través del país para poder así coordinar tácticas, estrategia y un programa. De tal forma que los obreros usen sus métodos de lucha para apoyar a los campesinos en su lucha por obtener la tierra y al mismo tiempo, los campesinos usen su habilidad de producir el sustento del día a día para defender la lucha de los obreros para obtener el control de las esferas altas de la economía. Para lograr esto se necesita una organización de la clase obrera que ayude a liderar la lucha contra la burguesía y el latifundio en todos los frentes, enarbolando la bandera del socialismo.