Teoría

Reflexiones sobre el orígen de la burguesía en Colombia

Reflexiones sobre el orígen de la burguesía en Colombia

Con mucho orgullo, republicamos este articulo, originalmente escrito en 2011 que presenta una perspectiva materialista e histórica con respecto a la formación de la clase dominante de Colombia. Es clave para nosotros el tener un método científico que condicione las ideas de lucha del periodo actual y esto definitivamente incluye nuestro análisis de la historia de Colombia. Por consiguiente, es necesario tener un entendimiento claro del origen del método de producción en Colombia, la clase que dirige este método de producción y la mentalidad de los explotadores Colombianos. Solo de esta manera podremos empezar a comprender la tarea de deshacernos de esta clase parasita que vive de la labor del obrero Colombiano.


“El descubrimiento de América y la circunnavegación de África ofrecieron a la burguesía en ascenso un nuevo campo de actividad. Los mercados de la India y de China, la colonización de América, el intercambio con las colonias, la multiplicación de los medios de cambio y las mercancías en general imprimieron al comercio, a la navegación y a la industria un impulso hasta entonces desconocido, y aceleraron con ello el desarrollo del elemento revolucionario de la sociedad feudal en descomposición.”

Marx y Engels

Mientras que la historia de las naciones más desarrolladas de Europa nos permite demarcar de manera más o menos precisa los hitos que definen los orígenes de la burguesía y su conquista del poder político, para el caso de países atrasados resulta difícil adelantar el mismo proceso; principalmente porque el capitalismo se nos presenta aquí como un proyecto adelantado a medias.

Para el caso de Colombia nos encontramos con una élite que primero se constituye en clase dominante y de manera tardía y paulatina se convierte en burguesía; es decir, en “…la clase de los capitalistas modernos, que son los propietarios de los medios de producción social y emplean trabajo asalariado.”(2) Antes de ello, el poder económico y político de esta élite se fundamenta en lo que los historiadores han dado en llamar el modelo hacendario; rezagos del cual perduran en la actualidad y cuyo última expresión política se dio bajo el régimen de Álvaro Uribe Vélez (2002-2010).

Los orígenes de la élite dueña del poder político y económico en Colombia están profundamente ligados al proceso de Conquista y Colonización adelantado por el Imperio Español en nuestro territorio. Quien quiera sumergirse en nuestra historia encontrará que los apellidos de los jefes colonizadores de ayer se repiten en muchos de los burgueses de hoy.

El Imperio Español no era exactamente una potencia que basara su poder en el capitalismo como sistema económico. Surge entonces una primera contradicción que, por ende, explica la realidad. Nos dice el teórico marxista Alan Woods: “Aunque España era la potencia dominante en Europa, su desarrollo social iba por detrás del de Inglaterra, donde las relaciones capitalistas en la agricultura ya estaban muy avanzadas…” y añade más adelante: “A principios del siglo XVI el capitalismo se había ya desarrollado tanto en España como en Inglaterra. Sin embargo, paradójicamente, el descubrimiento de América y su saqueo por parte de España sirvió para asfixiar al capitalismo español en su nacimiento. La afluencia de oro y plata de las minas esclavas del nuevo mundo minaron el desarrollo de la agricultura, el comercio, la manufactura y la industria española. Atizó el fuego de la inflación y en lugar de prosperidad creó miseria.”(3)

La Conquista de América no es obra de la aristocracia española, que prefirió siempre la árida península ibérica al fértil trópico. “Es el pueblo llano (los labradores libres, los hidalgos sin trabajo, los pícaros citadinos, los soldados que vacan de las guerras de África, de Flandes o de Italia) quienes avanzan sobre el territorio hallado por Colón.”(4) Es decir, los primeros elementos de la clase opresora en el Nuevo Mundo provienen de las capas atrasadas de un estado atrasado, aunque poderoso. No son burgueses ni de cerca, si acaso semi-proletarios.

Así, el primer modelo de explotación que imponen los conquistadores españoles en América no es el capitalismo sino la encomienda.

“Formalmente, la encomienda significa la entrega «de un grupo de familias de indios, con sus propios caciques», a la tutela de un español, para que éste atendiera a su cristianización y a su defensa. A cambio de tal servicio, el encomendero adquiría legalmente (hasta 1542) el derecho de recibir para sí los tributos que teóricamente pertenecían a la Corona, pagaderos por esos vasallos indígenas y el de beneficiarse con los servicios personales de sus tutelados.”(5)

“La encomienda significó la apropiación de trabajo, materializada tanto en el seno de los pueblos indígenas como bajo la supervisión de los encomenderos o sus delegados –llamados frecuentemente “calpizques”–, que eran indios no pertenecientes a la tribu explotada, mestizos o esclavos negros.”(6)

Se trata de un modelo de producción más feudal que capitalista, aunque firmemente insertado dentro del circuito capitalista internacional, que satisface las necesidades de la decadente aristocracia española y las del capitalismo que emerge de las naciones más desarrolladas de Europa. Un modelo, además, soportado sobre métodos de producción atrasados, ya que para el caso de la minería, principal actividad económica durante la Colonia, los españoles se valían de las mismas técnicas desarrolladas por los pueblos indígenas, mucho más atrasadas que las empleadas en Europa. Esto, por supuesto, producto de su origen de clase y contexto socioeconómico, totalmente desentendido de los avances de la ciencia y la tecnología modernas. (7)

Ya para el siglo XVI, encontramos una actividad comercial bastante limitada:

“Con excepción del oro, el comercio exportador colonial no existe en la práctica. Las limitadas ventas de excedentes agropecuarios o artesanales producidos por los indios para el pago de tributos, apenas permiten al encomendero ejercitar un tenue comercio interregional de tales productos, con uso bien limitado de moneda.”(8)

Sólo hasta finales del siglo XVII “Cartagena desarrolla la que podría denominarse una «burguesía» mercantil urbana. Pero hay que recordar que fueron factores políticos los que determinaron el auge mercantil de la ciudad, ya que fue Cartagena el puerto americano privilegiado por la Corona para verificar el tráfico comercial de casi toda la América del Sur española. Sin los reglamentos mercantilistas que dieron a la ciudad este carácter de paso obligado para la importación y exportación de mercancías, no se hubiera desarrollado la clase comerciante próspera y consciente de su poder que aparece allí…” (9)

El capitalismo colombiano no deviene de la revolución de las fuerzas productivas, sino del resultado de las decisiones políticas que un ente más poderoso toma a partir de sus intereses económicos. Primero será el capitalismo británico, luego el estadounidense. Por otra parte, nuestra burguesía hereda de España un estado burocratizado y corrupto cuyo poder político garantice el monopolio de los medios y relaciones de producción para una élite.

En el siglo XVIII aparecerá Santa Fe (actual Bogotá) una nueva clase de comerciantes que, “…debe su auge a motivos políticos predominantes. La capital, por ser la residencia de numerosos funcionarios y albergar gran cantidad de eclesiásticos seculares, es el mayor centro de consumo del Reino.” (10)

“Por lo que hace a las industrias y a las artesanías, lograron un papel bien exiguo en la formación del poder social urbano. Con la excepción de la zona del Socorro [en el actual departamento de Santander], donde a finales del siglo XVIII se había desarrollado una activa industria textil de tipo artesanal, complementada por la elaboración doméstica de cigarros, originando una clase beligerante y activa de trabajadores autónomos y de comerciantes, en el resto del país la actividad industrial carecía de significación económica o política.” (11)

“Paulatinamente va tomando importancia en la región el comercio importador, destinado sobre todo a satisfacer los consumos de las altas clases sociales y las herramientas que no se elaboraban en el país. Casi todos los comerciantes al por mayor, al final del siglo XVIII en Santa Fe, por ejemplo, son nativos peninsulares o hijos de inmigrantes recientes, como don Antonio Nariño (12). Las viejas familias latifundistas, aunque se vinculen por alianzas matrimoniales con tal tipo de advenedizos, conservan una actitud de vaga reserva respecto del lucro racional y, a la larga, entra en conflicto con los grupos de comerciantes que parecían haberse fundido con ellos,…” (13)

Las actividades económicas durante la Colonia, como habíamos mencionado, se concentran sobre todo en la extracción de oro, particularmente en la región que corresponde al actual departamento de Antioquia (14). Ante la escandalosa disminución de la población indígena durante el siglo XVI, fruto de la brutalidad de los métodos de trabajo inducidos, los propietarios de reales de minas emprenden la importación de esclavos africanos.

“Pero desde época relativamente temprana, frente al gran explotador minero, propietario de numerosas cuadrillas de esclavos que remplazan al indio exterminado, surge un competidor que decidirá de la suerte social de todo el grupo antioqueño: el pequeño minero, «guaquero» o «mazamorrero», que no depende del capitalista y que busca, trashumante, la huella de filones aparentemente agotados o abandonados, «batea» el oro aluvional en las arenas de los ríos y excava las sepulturas indígenas a lo largo del territorio.

Mientras que la productividad del gran capitalista minero no se incrementa sino en proporción al número de nuevos esclavos que vincule a la explotación, el pequeño minero independiente depende tan sólo del crecimiento vegetativo de su propia familia para aumentar la producción. Como los métodos técnicos de explotación indígena siguen siendo utilizados, a la larga el «mazamorrero» va dominando la producción de oro y conduciendo a la ruina al empresario de esclavos, a quien solamente innovaciones tecnológicas hubieran podido poner en condición de competir.” (15)

De la mita a la hacienda

“…la verdadera fuente del dominio y la influencia social radicaba en el control absoluto ejercido por el terrateniente sobre los minifundistas dependientes que rodean la gran propiedad y se le subordinan. Este modelo de ordenación social, al desarrollarse con plenitud a lo largo del siglo XVIII, remplazando al viejo régimen encomendero, da origen a una actitud de rebeldía contra las reglamentaciones coloniales y contra la intervención de los funcionarios reales en el proceso de la vida económica.” (16) (Fernando Guillén Martínez).

La mita o concertaje, implantada a mediados del siglo XVI, es lo que permite el paso del modelo encomendero al modelo hacendario.

“Los mitayos o concertados eran asalariados pero en un sentido muy diferente al que connota dicha categoría bajo el capitalismo. En efecto, el concertaje suponía un contrato colectivo entre el cacique o “representante” de los alquilados, encargado de obligarlos a cumplir el concierto, y el usuario le pagaba el jornal estipulado por la administración española. El salario no era entonces el equivalente del trabajo necesario del mitayo y por tal razón el usuario se comprometía a alimentarlo mientras estuviera a su servicio.” (17)

Pero la mita también estaba destinada a fracasar. La población indígena no estaba preparada para asumir la explotación española.

Antes de la Conquista “El tiempo de trabajo necesario para satisfacer el bajo nivel de necesidades era,… relativamente pequeño: con tres horas diarias de labor, aprovechando los períodos estacionales más o menos intensos de acuerdo con el ciclo de los cultivos, y con parte de los efectivos tribales dedicados a la caza, a la pesca y a la producción de sal,…”18 se bastaban estos pueblos para suplir sus necesidades y desarrollarse culturalmente. El paso obligado a largas jornadas de trabajo marcadas por la salida y la puesta del sol (para nuestro territorio doce horas, aprox.), efectuadas en condiciones adversas, así como la llegada de enfermedades de Europa, exterminaron a la población indígena.19 Las culturas más desarrolladas fueron las que más fácilmente se sometieron a la dominación ibérica, los sobrevivientes y quienes no pudieron huir a las montañas o a las selvas, se vieron expropiados de sus resguardos y sometidos a la explotación hacendaria, a veces en condiciones menos favorables que los esclavos africanos. Los nuevos hacendados convierten a los concertados en arrendatarios, jornaleros y peones. En todos los casos están sometidos a la voluntad del patrón y si bien el arrendatario puede contar con una parcela para su sustento, es el hacendado quien decide qué se cultiva y en qué cantidades.

La novela costumbrista Manuela de Eugenio Díaz Castro nos brinda un cuadro bastante detallado de la condición del arrendatario bajo el régimen hacendario:

“Hay algunos que tienen un palito de platanal, y hasta el completo de seis bestiecitas pero esos viven en guerra abierta con los patrones, porque no habiendo documento de arriendo, el dueño de la tierra aprieta por su lado, y el arrendatario trata de escapar al abrigo de los montes, del secreto y de la astucia. La primera obligación es ir al trabajo el arrendatario, o mandar al hijo o a la hija; y los que se van hallando con platica se tratan de escapar mandando un jornalero, que no sirve de nada, y de esto resultan los pleitos, que son eternos.” (20)

Siendo la hacienda colonial un modo de producción todavía pre-capitalista los españoles y luego los criollos precisaron de la coerción, la violencia y otra serie de prácticas extraeconómicas para ejercer su poder sobre la población indígena y esclava. Ejemplo claro de ello es la existencia del cepo en buena parte de las haciendas y el cobro de deudas imaginarias inventadas por los hacendados para extraer más horas de trabajo de los analfabetos e ignorantes peones. Desde entonces los hacendados y luego la burguesía han precisado de la violencia para ejercer el poder político sobre las masas de desposeídos.

La revolución de los comuneros y el fracaso de Bolívar

El 16 de marzo de 1781 los pequeños comerciantes y los artesanos de Socorro promueven un levantamiento popular que se conoce como La Revolución de los Comuneros.

Las sucesivas crisis económicas y derrotas militares que enfrenta el Imperio Español llevan a un endurecimiento de su política fiscal en las colonias. Los diferentes tributos impuestos por los funcionarios españoles en la segunda mitad del siglo XVIII, particularmente los estancos al tabaco y al aguardiente, son la principal motivación para que se movilicen los artesanos y pequeños comerciantes de la provincia de Socorro. Éstos consiguen el apoyo del pueblo llano, pero este no sólo apoya la iniciativa sino que se constituye como vanguardia, elige a sus jefes de entre los promotores de la insurrección y exige de ellos una dirección revolucionaria.

Esta presión popular sería uno de los motivos que expondrían en su defensa los jefes revolucionarios a las autoridades del Virreinato al momento de capitular, traicionando la confianza y buena fe del pueblo que habían convocado. Ante la perfidia, el pueblo elige como líder al mulato José Antonio Galán (1749-1782) que llama a continuar con la Revolución y llevarla hasta sus últimas consecuencias. Pero Galán es derrotado por la alianza de los jefes traidores con las autoridades virreinales. Es torturado, asesinado y posteriormente sus miembros son expuestos en diferentes partes del país.

“Esto trae como consecuencia la alianza prima faciae con los hacendados que buscan igualmente la supresión del poder político español, el cual estorba a sus intereses económicos y sociales y pugna con la estructura de su grupo dominante.”(21)

“Para los hacendados de Santa Fe dueños del poder local de los cabildos y de la lealtad adscripticia de peones y arrendatarios en la zona central de la actual Colombia, la sublevación tiene el carácter de una lucha larvada contra la burocracia centralista e intervencionista que les cerraba el paso hacia el control total del poder y la consecuente dominación paternalista de toda la sociedad neogranadina.” (22)

“Cuando se logra la separación política de España y los hacendados consiguen directamente el control del poder político, esta supremacía expansiva se hace irresistible, sobre toda otra forma de organización institucional.

La fase final de este proceso de predominio la inician las guerras intestinas entre federalistas agrarios y centralistas comerciantes que inauguran la época independiente al nacer el siglo XIX.”(23)

Tenemos entonces aquí otra diferencia relevante con respecto a Inglaterra o Francia. Las élites opresoras cuentan con poder político sin ser todavía burguesía y sin pretensiones serias de constituirse como tal. La implementación del capitalismo en Colombia se dará más por exigencia del capitalismo internacional, que se mueve hacia su fase superior, que por iniciativa del conjunto de élites que surgen a partir del siglo XVIII. Éstas prefieren mantener las relaciones de servidumbre entre hacendados y peones que permitir la libre venta de la fuerza de trabajo, requisito fundamental para la explotación capitalista.

El primer proyecto serio de implementar el capitalismo en la Nueva Granada y consolidar una burguesía progresista que lidere el proceso viene de Simón Bolívar, profundamente inspirado por Bonaparte, Francisco de Miranda y la Revolución Francesa:

“Yo deseo más que otro alguno ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y gloria.”(24)

Bolívar tenía claro que las capas populares de la América Española sometidas a la atrasada hacienda no constituían una clase revolucionaria. La oligarquía hacendaria parecía ser el primer punto de partida para consolidar una burguesía, pero Bolívar a poco de promover su proyecto político entre ellos se daría cuenta de que “…las personas cuya buena voluntad más necesitaba eran precisamente las que peor hostilidad terminaban manifestándole. Tal era su destino: luchar contra los hombres que, de haber sido sus aliados, hubieran facilitado extraordinariamente los magnos propósitos a que lo impulsaban su amor a la gloria.”(25)

Durante las guerras de independencia aparece entre las tropas realistas la figura de Tomás Boves (26). Para 1812, la I República de Venezuela es derrotada por Domingo de Monteverde. Por esos años Boves hace parte de las tropas realistas y por orden del mariscal de campo Cagigal marcha a Angostura (actual Ciudad Bolívar) a formar un ejército. Al encontrar que el programa de los patriotas no ha tenido acogida en los llanos levanta a la inmensa población de mestizos e indígenas contra los blancos. En palabras de Liévano Aguirre: “…se revela como uno de los más formidables demagogos que han hablado de los pueblos americanos.”(27)

El 9 de marzo de 1815 Bolívar, luego de la derrota de la II República de Venezuela y traicionado por la oligarquía neogranadina, aborda un buque inglés rumbo a Jamaica. Después de haber sido un criollo adinerado, al llegar a Jamaica Bolívar debe vivir en condiciones de pobreza y necesidad. Es allí donde redacta la Carta de Jamaica. En ella demuestra lo inexorable de la independencia de América y luego de hacer un análisis de las perspectivas políticas del momento concluye la necesidad de unir a las provincias de la América Española en un estado fuerte y poderoso. A fines de ese año Bolívar viaja a Haití a entrevistarse con Alexandre Pétion, quien le ofrece apoyar la causa revolucionaria a cambio de decretar la libertad para los esclavos. Son estas experiencias las que llevan a El Libertador a soportar su proyecto político con un programa social, extremadamente revolucionario para su contexto.

Bolívar pretendió entonces, inspirado en la Grande Armée napoleónica, crear un Ejército Regular conformado por soldados profesionales que obtuvieran ascensos en virtud de sus logros militares y los servicios prestados a la patria. El carácter moderno de este ejército y su disciplina, que contrastaba con la pereza y falta de visión característica de la oligarquía, debía conformar una casta de oficiales capaz de orientar hacia el capitalismo, no sólo a Colombia (entonces integrada por la Nueva Granada, Quito y Venezuela), sino a la América Española. Además, “…existía en América una peligrosa realidad social, susceptible de ser aprovechada por la Santa Alianza o por Inglaterra para establecer en América un nuevo tipo de coloniaje.”(28)

El Ejército Regular no sólo era el germen de una burguesía “modernizadora”, sino que además garantizaba la defensa militar del pueblo liberado obligándolo a prolongar su avance histórico; no sólo al interior de su territorio, sino a lo largo y ancho de toda la América. Bolívar intuía que una América Latina balcanizada sería presa nuevamente del colonialismo, esta vez bajo la forma del imperialismo estadounidense, y por eso avanza el programa de la unidad latinoamericana.

Empero, el proyecto bolivariano fracasa. Las iniciativas de El Libertador son saboteadas por la oligarquía hacendaria encabezada por Francisco de Paula Santander. Llegan incluso a atentar contra la vida de Bolívar y la de sus colaboradores más cercanos, como el Mariscal Antonio José de Sucre, asesinado en 1830. Bolívar se ve presionado a dimitir y en su camino al exilio, pobre y enfermo, encuentra la muerte en Santa Marta. Desintegrada Colombia el Ejército Regular, falto de su comandante en jefe, se torna en un monstruo burocrático en donde se cultiva el odio hacía las élites hacendarias que los condenan al escritorio. Mientras, estas élites emprenden la organización de un estado burgués moderno al modo de las experiencias europeas pero contando con una estructura económica sustentada en relaciones de producción no capitalistas.

“La industrialización que se dio en la Nueva Granada en el período 1830-1850 fue iniciada por los grandes terratenientes con ciertos monopolios de producción otorgados por el Estado, es decir, sin libre competencia y sin el régimen jurídico de libertad que debe acompañarla y a veces con contribuciones públicas, o sea, sin la previa acumulación de capital privado. Todas, sin excepción, fracasaron de una u otra forma.”(29)

La consecuencia natural de este fracaso es el atraso. Algunos jefes del recién nacido Partido Liberal (PL), organizan políticamente a los artesanos, entonces la capa más avanzada de la sociedad. Las Sociedades de Artesanos son aprovechadas como espacio para el debate político; el artesanado concluye que no precisa de la oligarquía y proceden a trabajar al margen del PL, así como a encontrar puntos en común con los veteranos del Ejército Regular.

Con el liderazgo de José María Melo, que obtuvo el grado de general en el fragor de las guerras de Independencia, se lleva a cabo un levantamiento popular en abril 1854 que proclama dictador al viejo héroe de guerra. Ante la amenaza de un enemigo poderoso, los diferentes sectores dominantes de la sociedad se unen para enfrentar la sublevación y antes de que concluya el año Melo es derrocado. Desmantelado el Ejército Regular bolivariano y con los artesanos sometidos, hacendados, comerciantes, políticos, jerarcas eclesiásticos y demás, brindarán con la sangre de los rebeldes su constitución cómo única clase dominante en la entonces República de la Nueva Granada. No podemos hablar de burguesía ya que su poder económico y político está sustentado en relaciones de producción pre-capitalistas30, pero sí de una élite hacendaria que, a partir de entonces, se valdrá de los partidos liberal y conservador (PC) para controlar a las masas a través del ejercicio de la violencia.

Mirando al futuro con la nuca

Había fuertes motivaciones para enfrentar la revuelta del general Melo. En 1844 “…los empresarios antioqueños Francisco Montoya Sáenz y sus parientes rionegrinos, consiguieron que se les concediera en arrendamiento por cuatro años la zona tabacalera de Ambalema [actual departamento del Tolima], prometiendo vender al gobierno a un precio más bajo que el que se pagaba antes a los cultivadores autorizados. Montoya inició así en la Nueva Granada una revolución capitalista que insertó definitivamente al país en el marco del imperialismo financiero y mercantil europeo, aunque las pautas y normas básicas de comportamiento social siguieran sirviendo, bajo la apariencia y con la ayuda de la «modernización» económica, las tendencias y metas procedentes de la «estructura asociativa», creada por la encomienda tradicional.”(31)

Si bien Montoya Sáenz & Co. quiebra en 1858 su proyecto “modernizador” propone una solución para la arruinada y atrasada Nueva Granada: la economía agroexportadora. El territorio de Colombia, llamada entonces República de la Nueva Granada, no sólo es rico en minerales, es además extenso y fértil. Cuenta también con una mayoría campesina sometida al poder de la hacienda que hace lo que el patrón manda. Desde entonces y hasta hoy, la oligarquía se limita a orientar la producción agrícola, y en general su política económica, a partir de las exigencias de un mercado internacional cada vez más turbulento. Ciertamente, la estrategia más ineficaz para dirigir los destinos económicos de un país atrasado, pero la mejor garantía para las élites dominantes de mantenerse en el poder, ya que uno de los puntos más delicados del programa de Melo era la creación de un impuesto al tabaco que se exporta y la protección de las manufacturas internas.

Para 1875 el tabaco entra en crisis. Repitiendo el modelo agroexportador, los oligarcas prueban suerte con el algodón, el añil y la quinua. Cada aventura tiene el mismo resultado: períodos de prosperidad sucedidos de quiebras, bajas en los precios y crisis en los mercados. Paralelo a esto, las atrasadas relaciones de producción, sólo pueden mantenerse a través del ejercicio de la violencia que, llevada al plano político se traduce en un período de intensas guerras civiles que encuentra su final con la Guerra de los Mil Días (1899-1902).

De todos los experimentos que improvisó el modelo agroexportador, el único que representó un verdadero éxito fue el café. Principalmente porque obligó a replantear las relaciones económicas: la producción del grano no pudo prosperar bajo el modelo hacendario. Las mejores experiencias cafeteras se dieron en el departamento de Antioquia, en donde las relaciones de producción eran de tipo parcelario y existía una mayor autonomía en el uso del suelo. Aquellos mazamorreros de la Colonia habían establecido relaciones de producción más libres que resultaron propicias para el desarrollo de una verdadera industria cafetera que presionó el establecimiento de una burguesía y estimuló el capital financiero. Hasta hoy Colombia no sólo es uno de los más importantes productores de café, sino que además la calidad y suave sabor de su grano gozan de amplio reconocimiento internacional. Sin embargo los beneficios del café son usufructuados por la minoría de siempre, mientras que los caficultores viven difíciles condiciones de pobreza y miseria. (32)

Para 1904 la República de Colombia no sólo es un país pobre arrasado por los conflictos internos. Ha sido despojado del departamento de Panamá por el naciente imperialismo yanqui en contubernio con sectores del PC, la miseria se experimenta en cada rincón del país y la mayoría de la población es absolutamente ajena a los avances científicos, culturales y técnicos que caracterizan el siglo XIX en Occidente. La Constitución de 1886 establece las reglas para la adopción del capitalismo, pero marcando distancia con las ideas liberales. El respectivo Concordato con el Vaticano que acompaña el conservador texto pone la educación y el conocimiento en manos de la Iglesia Católica anulando toda posibilidad de desarrollo de la ciencia, la técnica o las artes. El 7 de agosto de 1904 asume el poder el General Rafael Reyes, quien inicia lo que Guillén Martínez llama feudalismo industrial inducido.

Para ese entonces la economía exportadora había encontrado dos nuevos mercados que serán fundamentales para el desarrollo de la economía colombiana a lo largo del siglo XX: el petróleo y el banano; que permitirán el ingreso de compañías extranjeras como la United Fruit Company (actual Chiquita Brands) o la Tropical Oil Company, filial de la Standard Oil. De igual forma, se reactiva la explotación aurífera en beneficio de empresarios ingleses y norteamericanos.

El quinquenio de Reyes (1904-1909) “simboliza un período en el cual se fortalecen y definen esencialmente dos direcciones de la vida económica colombiana: el proteccionismo industrial conferido a grupos privilegiados y la dependencia cada vez más estrecha de los capitales y de los mercados externos de toda la vida social y de la capacidad de decisión del país. Reyes construye el eslabón fundamental del neocolonialismo…”(33) Es en esta coyuntura que se crea un clima propicio para el surgimiento de una verdadera clase burguesa en Colombia que, como habíamos dicho, antes de constituirse como tal ya era dueña del poder político.

“La burguesía productora de plusvalía surgiría como tal en el país en varias capas y sucesivos procesos históricos, cada vez con más poder y en mayor número: algunos grandes comerciantes de exportación e importación montaron industrias y bancos, destacándose entre ellos algunos inmigrantes, en especial alemanes, a fines del siglo XIX (Bavaria, Fenicia); del artesanado y las capas medias que se conformaron en Bogotá, Medellín y en Barranquilla surgieron pequeños industriales; varios importantes terratenientes del Valle del Cauca se transformaron en grandes empresarios de los ingenios a principios del siglo XX (Eder, Caycedo); apareció por último, lo que podríamos llamar la “burguesía inmigrante”, de origen judío, sirio-libanés, alemán e italiano que arribó al país entre 1910 y 1940 e instaló medianas industrias.”(34)

Los procesos históricos se dan en nuestro país con lentitud en virtud de nuestro atraso económico. Como vemos, el surgimiento de la burguesía se da casi que por inercia. Pesan más los designios del mercado internacional que la iniciativa de la oligarquía, muy bien acomodada sobre el lomo de los peones y el naciente proletariado. De hecho, lo que encontramos en Colombia en la segunda mitad del siglo XIX y primeras décadas del XX es una constante resistencia a la implantación del capitalismo. Así, los subsidios que crea el gobierno para importación de tecnología son empleados en importación de bienes suntuarios, y las bajas tarifas aduaneras a las materias primas y artículos semielaborados, se aprovechan importando “…géneros desarmados, para armarlos aquí y ganarse derechos de aduana.”(35)

La necesidad del imperialismo de conquistar nuevos mercados, la llegada de extranjeros provenientes de países capitalistas y un buen comportamiento de las exportaciones fueron los factores que convirtieron a la oligarquía colombiana en burguesía.

Liberar la mano de obra implicaba la transformación del peón en proletario, y con ello su liberación de la órbita política del hacendado. Por ende, sólo ejerciendo la violencia en todas sus formas es que la burguesía colombiana puede legitimar su poder político. De aquí que en Colombia no se hayan logrado implantar en la práctica las mínimas conquistas políticas de la democracia burguesa (reforma agraria, libertad de prensa, etc.).

Si bien para 1910 podemos hablar de la existencia de una burguesía dueña del poder económico y político, todavía se ve enfrentada a la hacienda de la cual depende. Por una parte, el proceso de industrialización está condicionado por la explotación agrícola (café, banano, caña) que controlan los hacendados; por otra, la liberación de la fuerza de trabajo pone en riesgo el monopolio del poder político. De tal modo que cualquier intento por modernizar las relaciones de propiedad sobre el suelo se encuentran con la resistencia de los terratenientes y hasta el día de hoy
gozan de un poder político importante en provincia. Son las nacientes organizaciones obreras, campesinas e indígenas, los primeros sindicatos, y movimientos de masas (como el gaitanismo), los que impulsan los procesos modernizadores en la vida económica, social y política del país.

Así, por ejemplo, en diciembre 1928 veinticinco mil trabajadores bananeros de la United Fruit Company en Ciénaga (Magdalena) se declaran en huelga. Los trabajadores son invitados a negociar en la plaza del pueblo. 5000 de ellos se concentran allí acompañados de sus familias. Horas después, unos 300 soldados del Ejército Nacional disparan sobre los trabajadores. Hasta ahora es imposible determinar el número exacto de víctimas. La indignación que produce la masacre de las bananeras se traduce en un debate que promueve en el Congreso Jorge Eliécer Gaitán, a partir del cual los trabajadores lo reconocen como su líder natural. El gaitanismo significará desde entonces una fuerza política de masas sin precedentes en la historia del país.

A pesar de que en el programa político de Gaitán no encontramos nada más avanzado que un reformismo que pretende corregir el atraso social y económico del país, Gaitán implanta una posición de lucha de clases en su discurso. Con los conceptos “país político” y “país nacional”, equivalentes a oligarquía y proletariado, El Jefe descubre a los ojos de los trabajadores la violencia de la que son víctimas. Prueba del progreso político alcanzado por el proletariado es la creación del Partido Comunista Colombiano (PCC) en 1930.

Los excesos del Partido Conservador (en el poder desde 1887), la pérdida de Panamá y la crisis económica (conocida por el país desde antes de 1929), presionaron el regreso del PL al poder en 1930. Los gobiernos de Enrique Olaya Herrera (1930-1934) y Alfonso López Pumarejo (19341938) formados en universidades europeas y con fuertes intereses en el mercado financiero significaron las mínimas reformas que propiciaron la implantación absoluta del capitalismo en Colombia y el sometimiento incondicional del Estado a los intereses del imperialismo.

Para 1945 Colombia es regentada por una burguesía reaccionaria que, concluida la II Guerra Mundial, somete sus decisiones a los intereses de los Estados Unidos y disimula sus simpatías por el fascismo. Esta misma burguesía, necesitada de mantener un dominio absoluto sobre un proletariado que se organiza, desata un período de sangre conocido como La Violencia (1946-1953). En estos años los conservadores organizan grupos paramilitares conocidos como “pájaros” que emprenden una guerra a muerte contra los derrotados liberales quienes, a su vez, arman guerrillas para defenderse. Esta violencia se desborda a partir del 9 de abril de 1948 con el asesinato de Gaitán, al parecer producto de alianzas entre la CIA y el ala derecha del PL. La Violencia es superada luego de una dictadura militar y el Frente Nacional: un acuerdo entre liberales y conservadores para repartirse equitativamente el poder durante dieciséis años (1958-1974). Esto no significa, sin embargo, que el proletariado deje de ser víctima de la violencia estatal.

Tanto la dictadura de Rojas como el Frente Nacional niegan en el discurso y en la práctica la existencia de todo tipo de organización política que se aparte de los intereses de la burguesía. El gaitanismo se desvanece luego de la muerte de su líder y la derrota de sus bases, y las guerrillas liberales son traicionadas por sus propios gestores. Los guerrilleros sobrevivientes de La Violencia constituirán el primer núcleo que dará origen a las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) con el apoyo del Partido Comunista Colombiano (PCC).

De otra parte, la afiliación del sacerdote católico Camilo Torres Restrepo al ELN (Ejército de Liberación Nacional), guerrilla fundada por campesinos y estudiantes inspirados por la Revolución Cubana, es una prueba del nivel de persecución política que desata la burguesía apoyada por el imperialismo (Alianza para el Progreso, Plan LASO, etc.) contra cualquier tipo de oposición política. Si vemos los programas iniciales de estas guerrillas (36) encontramos que estos difícilmente iban más allá de los postulados de la democracia burguesa. Las FARC, por ejemplo, nacen sobre la base de un programa avanzado de reforma agraria y antiimperialismo, que sin embargo respeta “…la propiedad de los campesinos ricos que trabajen personalmente sus tierras.” Igualmente convoca a “…pequeños industriales y comerciantes, a la burguesía nacional que esté dispuesta a combatir contra el imperialismo…”(37)

Sin embargo, queda claro a estas alturas que, por lo menos desde 1854 la oligarquía colombiana niega la existencia de cualquier fuerza de oposición. Ésta une los intereses de terratenientes, banqueros e industriales, todos ellos sometidos al imperialismo. A pesar de lo predicado por las FARC en su programa y por diversos sectores de la izquierda, no existe ningún sector genuinamente progresista en la clase dominante, ya que cualquier avance democrático o en defensa de la soberanía nacional pone inmediatamente en cuestión su poder político y sus privilegios. Al no revolucionar los medios de producción, necesita del monopolio absoluto del poder político para frenar el ascenso de la única clase que hoy por hoy podemos calificar de revolucionaria: el proletariado.

Iniciando la segunda década del siglo XX, Colombia no ha visto todavía consolidarse un verdadero partido obrero de masas. La Unión Patriótica (UP), surgida del proceso de paz adelantado con las FARC en 1985, y que adelantaba un programa que difícilmente podemos calificar de socialista, fue objeto de una campaña de exterminio conocida como “Baile Rojo” que se extendió desde 1986 hasta 1997. El saldo fue el asesinato de casi cinco mil cuadros y militantes; es decir, la destrucción física del partido.

En 1991 el PCC rompe relaciones con las FARC y asume la posición de buscar una solución política al conflicto armado entre las guerrillas, el gobierno y los nacientes grupos paramilitares. Si bien esta decisión marca una profunda división en la izquierda colombiano, el proletariado se plantea estrategias de lucha revolucionaria distintas a la acción armada.

En 1999 surge en el seno de la CUT (Central Unitaria de Trabajadores) el Frente Social y Político, y a pesar de la propaganda neoliberal que predica “el fin de la Historia”, los trabajadores insisten en la creación de organizaciones en las que vean representados sus intereses.

Ante un movimiento popular que no parece dispuesto a someterse ni por las buenas ni por las malas, con unas guerrillas que parecen difíciles de derrotar y ante el advenimiento de una revolución bolivariana en la vecina Venezuela, la burguesía colombiana avala el proyecto político de Álvaro Uribe.

Uribe es hijo de un ganadero pequeñoburgués que logró ascender socialmente gracias a sus nexos con el narcotráfico. (38) Logra un fuerte apoyo político entre los hacendados ganaderos de Antioquia al proponer la legalización de organizaciones paramilitares (llamadas Convivir) y parece ser el indicado para ejecutar el Plan Colombia gestionado por su predecesor Andrés Pastrana Arango (1998-2002). Históricamente Uribe representa la última victoria política de la oligarquía hacendaria y el inicio de su decadencia. Su sucesor, Juan Manuel Santos, significa un débil punto de giro en el que los hacendados y terratenientes se debaten entre someterse a las directrices de la burguesía o lumpenizarse en el narcoparamilitarismo.

El primer gobierno de Uribe inaugura un período de represión política que es apoyado abiertamente por los medios de comunicación de la burguesía, los Estados Unidos de América y otros gobiernos imperialistas. Los trabajadores se ven necesitados de poner fin a la dispersión de su actividad política y así, el grueso de organizaciones de izquierda que rechazan la lucha armada crean el Polo Democrático Alternativo (PDA).

A estas alturas el PDA, que ya cumple cinco años de historia, no ha podido constituirse como un verdadero partido obrero y revolucionario. El asesinato de varios de sus cuadros, la persecución política, las traiciones internas y una compleja campaña mediática de desprestigio constituyen los principales obstáculos para su desarrollo como una verdadera fuerza política de oposición. Sin embargo, la base que sostiene al PDA no para de crecer: los trabajadores son conscientes de que la conformación de un verdadero partido obrero es fundamental para llegar a la conquista del poder.

Características generales de la burguesía colombiana

Si bien en sus inicios históricos en Europa la burguesía cumplió un papel revolucionario, no podemos decir lo mismo de Colombia. La burguesía se constituye como clase en un momento bastante tardío y cargando aún prácticas y métodos propios del Imperio Español. Su política económica ha privilegiado la importación de bienes suntuarios sobre la tecnología y el desarrollo científico. En cuanto a exportaciones nos sometemos a la economía extractiva que nos impone el imperialismo (EUA, FMI, BM, etc.) sin ningún apoyo a las iniciativas por desarrollar una industria nacional. En este sentido se somete dócilmente a los dictados del capital financiero y para poder mantener este estado de cosas precisa de un permanente ejercicio de la violencia. Una prueba obvia de esto es el presupuesto nacional, que privilegia los gastos de defensa sobre sectores más urgidos como la educación, la salud o la vivienda. Por otra parte, la burocracia y la corrupción de los altos funcionarios es la que define la ejecución de los recursos públicos.

La llegada de Juan Manuel Santos al poder es el principio del fin para los hacendados. Empero, esto no significa el final de la violencia contra los trabajadores y mucho menos de su explotación indiscriminada. Las capas más avanzadas de la burguesía logran el control absoluto del poder político en medio de una crisis económica internacional y una crisis invernal que deja más de tres millones de damnificados. Igual que en los días de Bolívar, la élite colombiana prefiere entregarse irresponsablemente al ocio que revolucionar los medios de producción: la condición sine qua non de su existencia. (39)

La burguesía colombiana no ofrece ninguna posibilidad de solución a los complejos problemas que vive el país en la actualidad. Por el contrario, su existencia constituye el origen de nuestros males y su permanencia en el poder garantiza que el actual estado de cosas empeore. Violencia, hambre, ignorancia, enfermedades y corrupción es lo que los dueños del poder tienen para los proletarios. La Unidad Nacional que promueve el actual presidente Juan Manuel Santos fracasa igual que todos los proyectos políticos que la han antecedido. Los trabajadores empiezan a tomar conciencia de ello cuando las migajas que caen de la mesa del burgués no alcanzan para alimentar a la familia y las horas entregadas al trabajo sólo hacen más miserable la vida del obrero. El derrocamiento de la burguesía es el requisito inicial y necesario para poner fin a cinco siglos de explotación y violencia. En estos últimos doscientos años la oligarquía que traicionó a Bolívar ha sido incapaz de aproximar al país a la senda del progreso y mantiene un ignominioso desdén por nuestra soberanía, sometiéndose al dominio del imperialismo. Sólo el proletariado, a la cabeza de los sectores pobres y oprimidos de la sociedad, puede constituir una verdadera alternativa de poder. El derrocamiento de la oligarquía y la expropiación de su poder económico, la abolición del capitalismo pues, es la condición sine qua non para sentar las bases de un auténtico desarrollo. El proyecto de Bolívar de una América Latina unida y fuerte, hoy sólo puede ser posible con la construcción de una Federación Socialista que haga un llamado internacionalista a la clase obrera de los Estados Unidos.

About Author

Jonathan Fortich

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *