Hace un año, el 21 de noviembre de 2019, Colombia vivió la mayor movilización obrera de su historia. Durante esa semana de noviembre, la clase obrera de Colombia, sus sindicatos y líderes sociales se movilizaron en contra de la presidencia de Iván Duque, sucesor elegido de las ideas y principios de Alvaro Uribe Velez. Incluso ciudades como Medellín, refugio tradicional del uribismo, vio a decenas de miles de manifestantes en movilización contra el gobierno de Duque. 

Hoy sigue creciendo la indignación contra el gobierno de Iván Duque; probablemente, el más repudiado de nuestra historia. A tal punto ha llegado su fracaso que Salud Hernandez-Mora, periodista y fiel sirvienta del uribismo y el narcotráfico, ha planteado si Duque “quiere ser otro Santos”. Por supuesto, el principal afectado es Álvaro Uribe quien funge como jefe del presidente de la República. Éste, luego de haber fanfarroneando de su popularidad durante sus dos primeros mandatos, ha renunciado al Senado después de haber pasado por arresto domiciliario. 

La administración de Duque, después de dos años, ha demostrado ser el punto más bajo de la clase dominante Colombiana. Desde la paupérrima respuesta al Covid-19 (con más de un millón infectados confirmados, y con números imposibles de confirmar debido a la falta de pruebas) hasta la destrucción de San Andrés Y Providencia (con la cual Duque planea nada más depender de la “solidaridad Colombiana” para pedir fondos cual mendigo mientras que el gobierno gasta millones de pesos en Influencers y salvando a Avianca), se ofrece un amplio surtido de evidencias de lo que es un gobierno inepto.

Mientras que la clase dominante se encuentra en pánico, la clase obrera colombiana se empieza a despertar y movilizar, como un gigante que ha dormido por años. La inspiración de los luchadores en países como Chile, Ecuador, Bolivia y los Estados Unidos es clara. La culminacion de esta energía por ahora fue la serie de protestas contra del asesinato de Jorge Ordoñez, otro caso historico de otro vaso que rompió el lomo del camello, en donde un año más de explotacion y miseria a costa de la clase obrera de Colombia tenía que recibir alguna respuesta. Y el ejemplo de la huelga general en noviembre del año pasado fue una clara inspiración para ese alzamiento de las masas en contra de la brutalidad policial. 

Si bien la burguesía ha tomado medidas de represión y propaganda para prevenir a las masas de tomar control de la situación, el hecho es que el impulso del pueblo todavía no encuentra un obstáculo lo suficientemente fuerte para evitar explosiones como las que vimos en noviembre de 2019 o en septiembre de 2020. Sin embargo, estas explosiones sólo serán eso si no se encuentra una manera de concentrar la experiencia de la clase obrera a través de estos alzamientos. Sin una organización que pueda dirigir esta energía más allá de la espontaneidad, la clase obrera colombiana se encontrará en un periodo de estancamiento, sujeta a los ataques de una clase dominante que no tiene ningún interés más allá de extraer la mayor cantidad de dinero a través de la explotación y represión de los trabajadores.

La necesidad de la unidad de la clase obrera bajo una bandera que los represente no podría ser más clara. Sin embargo, la mayor parte de organizaciones que integran la izquierda, prefieren insistir el ya tantas veces fracasada estrategia del frente popular y seguir a cualquier progresista que obtenga popularidad sin ofrecer, siquiera, un programa independiente. Es imposible consolidar a los millones de trabajadores que mueven a este país buscando una solución a sus problemas si ni siquiera se les presenta con un programa que represente sus intereses. Hasta ahora, se nos han presentado más egos que ideas. 

Es claro que la política colombiana ha entrado a un periodo distinto desde la huelga de noviembre 21 de 2019. No solo se ve en las explosiones de energía de la clase obrera colombiana sino también en las divisiones en la burguesía colombiana. Políticos como Carlos Fernando Galán y Armando Benedetti han decidido tratar de resolver los problemas de Colombia a través de formaciones políticas independientes. Sin embargo, estas formaciones carecen de contenido independiente auténtico o de una perspectiva que pueda resolver los problemas de Colombia. Más bien, son formaciones políticas con el mismo contenido que la burguesía tiene para ofrecer: la necesidad de la unidad nacional, la recurrencia a la idea de valores abstractos de libertad y ciudadanía, etc. 

Pero aun con la falta de innovación, es claro que la burguesía ha decidido abandonar a Alvaro Uribe Velez y a sus secuaces en el narcotráfico, algo de lo que había necesidad desde hace diez años. Hombres como Galán y Benedetti han decidido cambiar de marca y convertirse en hombres del pueblo. Benedetti, de hecho, como cual rata en el Titanic, se hace llamar Petrista a orgullo. Pero el ímpetu detrás de la propuesta es obvio: la unidad nacional detrás de un frente amplio, donde la clase obrera de Colombia solo sirva como motor para que la burguesía aparente que está atendiendo los problemas que la plagan. Un teatro, en otras palabras, y de la peor categoría. 

La variable aquí es la falta de liderazgo ya mencionada en la izquierda colombiana. Mientras que los líderes de los sindicatos y de las organizaciones obreras en Colombia sigan limitándose estrictamente a la pelea económica sin una perspectiva política de organización, la situación política en Colombia no va a cambiar. Colombia es el país más desigual en Latino America después de Honduras, de acuerdo al Banco Mundial. Más del 50% de la gente en Colombia vive en condiciones de vivienda deficientes, 1% de la población Colombiana es dueña del 80% de la tierra en Colombia. Ninguno de estos políticos burgueses tiene una perspectiva que siquiera reconozca estos problemas por lo que son. La mayoría de los progresistas en Colombia del establecimiento son del tinte de Claudia López, alguien que simplemente ha adoptado la retórica liberal de la burguesía internacional pero cuyas políticas se basan en los ataques de la clase obrera en favor de las clases dominantes colombianas, pero al final beneficiando a las últimas. 

Empero, hay una excepción en la figura de Gustavo Petro. Es claro que Petro aspira a posicionarse al modo de Bernie Sanders en los EEUU o Jeremy Corbyn en Gran Bretaña se han posicionado: es decir, como un populista que desafía a la clase dominante y captura la imaginación de la juventud, dispuesta a pelear por un mejor futuro. Más importante aún es el hecho de que la burguesía Colombiana odia y teme a Petro y los principios que representa. Como todos sabemos, tanto Sanders como Corbyn, como Petro, a la hora final no representan la muerte del capitalismo, pero sí representan por ahora la aspiración de muchas personas en Colombia que entienden que el problema en Colombia son las clases parásitas que succionan sus recursos y explotan a la clase obrera para su lucro. 

Estas mismas personas se desencantan día tras día con la falta de acción de reformistas como Petro y con el engaño de figuras como López y buscan la solución en las teorías e ideas del marxismo. Esto es un desarrollo progresivo, ya que la teoría revolucionaria es el paso necesario para convocar el respectivo impulso y definir la dirección del movimiento. Con esos cimientos se puede crear un programa revolucionario y un partido capaz de poner ese programa en la agenda del día. 

La única manera de finalmente resolver los problemas de Colombia (corrupción, violencia, pobreza, atraso, etc.) es a través del reconocimiento de las causas del mismo: el capitalismo. La burguesía Colombiana no tiene ningún interés en impulsar las fuerzas productivas en Colombia. Están contentos simplemente con ser los lacayos leales del imperialismo y ofrecer a nuestra clase obrera como mano de obra barata a los jefes y banqueros internacionales, así como a sus mafias. 

La crisis del Covid-19 y la crisis del medio ambiente son una evidencia fuerte de lo urgente que es organizar la producción mundial a partir de un plan construido democráticamente. La única manera de obtener esto es a través de una lucha clara basada en los principios e ideas del marxismo. Un serio estudio de la historia nos muestra lo crucial que es tener una base teórica clara a la hora de luchar contra las clases dominantes. En la hora final, la clase obrera colombiana tiene mucho más que ganar a través del uso de su propia fuerza sin las restricciones de la burguesía colombiana al momento de destruir décadas de atraso y saqueo por latifundistas y burgueses.

En esta coyuntura política tan crítica y crucial para nuestros tiempos, urgimos a los lectores de estas palabras a reunirse a debatir estas ideas en sus organizaciones y discutirlas entre los trabajadores. Este periodo requiere ideas claras y acción guiada por estas. Y si estas palabras resuenan con el mismo lector, lo invitamos, ya sea usted trabajador o estudiante, a pelear por una Colombia Socialista.