El día de 10 de mayo en la Plaza de Bolívar de Bogotá se reunieron alrededor de 5000 policías y soldados retirados en protesta por las reformas que propone el gobierno de Gustavo Petro y en defensa de la separación de poderes que, según ellos, el presidente había invadido en su discusión con el Fiscal General. La movilización estuvo caracterizada por un fuerte comportamiento belicista y provocador además de acciones políticas en pro de la extrema derecha como arrancar a la brava la bandera de la Guardia Indigena, puesta días antes en la estatua de Simón Bolívar para reemplazarla por la tricolor.
Los marchantes provenían de diferentes partes del país y fueron patrocinados por el partido de ultraderecha Centro Democrático al que pertenecen el ex presidente Uribe Velez y las congresistas Paloma Valencia y Maria Fernanda Cabal, hoy el principal partido de la oposición. Quien dirigió el encuentro fue Eduardo Zapateiro, comandante del Ejército durante el gobierno Duque y a quien han tratado de convertir en un líder político autoritario.
Aunque la noticia fue parte de los acontecimientos del día, pasando casi de agache, no dejó de ser capitalizada por medios como Semana, El Tiempo y cuadros de rancia pelambre para resaltar el “poder” de la derecha dentro de las Fuerzas Militares o aprovecharse de ellos de manera oportunista. También fue replicada con burlas y mucho temor por la izquierda nacional además de con evidente falta de rigurosidad en la lectura del contexto. La situación escaló mediáticamente el día 11 cuando John Marulanda ex presidente de ACORE (Asociación Colombiana de Oficiales en Retiro de las Fuerzas Militares) y propagandista de la oposición dijo en la W que en el Perú las reservas fueron exitosas al “lograr defenestrar a un presidente corrupto” y haciendo comparación entre ambos países insinuó sin mucha delicadeza la necesidad de un golpe de Estado.
Los eventos corren rápido en momentos de crisis y muchas veces son impredecibles, aún así con los ojos lo suficientemente abiertos se puede hacer una lectura de lo acontecido sin caer en el alarmismo o la inoperancia. Por ese motivo aquí algunas reflexiones sobre estos acontecimientos:
- No cabe duda que dentro de la agenda de la extrema derecha y sus elementos más reaccionarios se gesta una opción violenta para recuperar el poder. Lo acontecido en Perú, a pesar del mal cálculo de la oligarquía de ese país, alentó los ánimos de esos que solo conocen la represión como solución. Pero es importante entender que independiente a la baja popularidad del presidente la rabia contra la burguesía es aún mayor y aún están muy frescos los eventos del Paro Nacional. Esto significa que la clase dominante todavía no está lista para un despliegue militar ya que esto probablemente desataría una explosión similar a la que vimos en Perú en Diciembre.
- Durante su marcha el número fue realmente pequeño frente a las bases organizadas que salieron el Primero de mayo. Así creamos en el dudoso número propuesto por la policía sobre las movilizaciones del día del trabajo que decían que en todo el país sólo habían marchado 75000 personas o en el que da John Marulanda diciendo que fueron 10000 reservistas. Lo claro es que hay mayorías numerosas despiertas, a la izquierda, con intención de defender su proyecto político. Lo que buscaba la marcha del 10 de mayo y sus patrocinadores era medir fuerzas con las organizaciones, sindicatos y partidos que apoyan al Pacto Histórico, es decir con las organizaciones obreras en ese sentido salen perdiendo.
- Pero además esto demuestra la verdadera debilidad de la oposición hoy. No tienen grandes bases entre las clases oprimidas y deben recurrir a intentar lo mismo que critican: movilizar las bases, en este caso de una fuerza de choque como lo son los retirados militares..
- Pero no todo es cuestión de cifras. Sin duda lo que buscaba la extrema derecha era despertar la simpatía de la ciudadanía más conservadora y las clases medias, pero sobre todo de los subordinados activos que no simpatizan con el gobierno y que han sido cooptados por sus mandos que también son contrarios al presidente. Al no contar con capital social necesitan ganar espacio entre lo más atrasado de la sociedad. Pero estos elementos son sometidos a su propia presión y la crisis les golpea como al resto. En ese sentido vale la pena resaltar la situación de inestabilidad dentro de estas instituciones plagadas de corrupción y que afectan a sus subordinados, con problemas de acoso, falta de pagos en los sueldos o estafas directas de sus mandos a soldados rasos. La descomposición ha ido minando su propia credibilidad entre su gente.
- La oligarquía con estos movimientos intenta aprovecharse de las divisiones dentro de la institución militar para acercar a los militares más reaccionarios a sus afectos. No parece ser consciente de que eso puede generar una fractura que a lo mejor no le convenga, pues la inestabilidad dentro de las fuerzas represivas hace insostenible un control efectivo bien sea en el presente o en el futuro. De eso es muy consciente la burguesía liberal por eso ha tratado de reformar a su manera estas instancias del Estado. De hecho fue todo eso lo que impulsó la rectificación del ex presidente de ACORE y las declaraciones de todos los actores del Estado pidiendo respeto a la democracia. Resulta curioso, entre ellos, el comunicado de la Fiscalía que salió al paso para insistir en el respeto de las debidas formas democráticas. Pero esto demuestra como el elemento radical de derecha podría jugar a eso.
- La reacción de la izquierda es confusa, desde los llamados a “mantener el respeto a las instituciones”, a como dicen dentro del Pacto, “temer el sonido de los sables”. Sus bases están listas para la defensa pero no reciben dirección por lo que debe conformarse con las redes y noticias. Además varios mandos medios han enviado audios, culpando a la gente por no defender a Petro sin crítica, señalandoles como cómplices de un posible ataque de la derecha. Rompen con sus propias bases en vez de convocarlas con propuestas, no se plantean opciones a esa juventud obrera o campesina que se ve sometida a adentrarse en las fuerzas armadas por mera necesidad, solo la repetición como una letanía de la opción de paz vaciada de significado.
- A pesar de lo anterior hay que decir que lo cierto es que las purgas hechas por el gobierno dentro de ambas instituciones ha calmado los ánimos y su actitud de respeto constante y veneración a las mismas le ha dado cierta legitimidad. Más allá de eso está claro que la oposición necesita más que a militares y policías para tener un éxito sobre sus contrincantes políticos. En estos momentos no cuentan con un liderazgo que goce de credibilidad y sea capaz de llevar a cabo su programa, ni ha conquistado a clase alguna como mayoría.
- A propósito del Perú, fue la apatía de la pequeña burguesía lo que le permitió a la derecha mantener el poder sin importar las marchas. Acá eso está todavía crudo, pero la clase media es la primera en dar el brazo a torcer y las elecciones locales son el escenario perfecto para conquistarlas. Por eso hay que preguntarse ¿En caso de que logren su cometido qué hacer?
- Es necesario llamar a la militancia organizada de la clase obrera a la calle con agitación entre las masas en barrios y regiones, sólo ese movimiento mostrará la fuerza social del gobierno y el apoyo a las reformas, además les entrenará para la resistencia en caso de escenarios peores. Tal y como se hizo en 2021 contra la provocación fascista en Italia. Pero igual que allá, esto no se puede seguir teniendo como uso mecánico pues entre más se utilicen a las bases como fuerzas de contención sin un contenido político y una radicalización del programa pronto terminarán desencantadas y darán un giro a la derecha buscando solución a sus problemas más urgentes. Lo mismo puede pasar en caso de un golpe de Estado.
- Por eso es imperante darle orden a la organización de base, a la clase obrera, campesina y a la juventud que está dispuesta a luchar y demostró su trabajo de reclutamiento durante las elecciones siempre con un objetivo político en la cabeza, el del cambio. Eso no se hará moderando el programa y las políticas. Seguramente bajo un programa osado muchas de las bases del ejército encontrarán puntos de acuerdo para unirse al movimiento debido a los excesos dentro de la institución.
- No suponemos que la derecha tenga mucho éxito con su cometido por el momento, pero aún así si llegaran al poder bajo la crisis actual solo habría inestabilidad política bajo su mando por lo que los tiempos de lucha están en nuestro provenir. La primera arena serán las elecciones regionales, donde el desgaste de un intento acelerado de reformas basado en la negociación y conciliación será el principal reto a superar por las fuerzas del Pacto Histórico. La respuesta deberá ser la movilización y formación, aun si esto se hace (cómo viene desde hace mucho) sin el consentimiento neto del liderazgo del partido. Eventualmente, esto solo demuestra los límites del reformismo y la necesidad de la creación de un partido obrero independiente que permita canalizar a las fuerzas vivas despertadas con los estallidos sociales que hemos vivido desde 2019.