El pasado viernes 5 de mayo el Gobierno Nacional logró la aprobación del PND (Plan Nacional de Desarrollo). Ambas cámaras del Congreso de la República le dieron el sí a la que será la hoja de ruta que regirá al ejecutivo en los siguientes cuatro años. Con 62 votos positivos y 21 negativos en Senado, y 129 votos positivos y 24 negativos en Cámara, el informe de conciliación fue aprobado.
Entre los artículos aprobados está el 351 que estipula que será la Administración de los Recursos del Sistema General de Seguridad Social en Salud (ADRES) la que destinará de manera directa los recursos a las IPS, sin tener que pasar por las EPS. Este, junto con otros artículos, adelantan parte de la Reforma a la Salud. Otro de los artículos que pasó es el 61, que permite facilitar y agilizar la compra de tierras por oferta voluntaria.
Un plan de conciliación de clases
Esta es otra gran victoria del gobierno y del santista Roy Barreras, presidente del Congreso, que logró tramitar el documento a pesar de perder su curul debido al fallo del Consejo de Estado.
Pero también es una muestra de que todo el alarmismo sobre la supuesta ruptura de la coalición, como ya lo hemos dicho anteriormente, es una farsa. La aprobación se logró con mayorías , incluyendo en los votos positivos del Partido Conservador, pese a que esta colectividad ya no hace parte de la coalición de gobierno. La razón verdadera detrás de ese ruidoso triunfo tiene que ver con la presión del presidente al parlamento para andar bajo su mando, pero más importante aún fue la numerosa movilización del Primero de Mayo.
Miedo a la democracia
De hecho Roy Barreras comentaba en una entrevista, que esto demostraba que el Congreso era el lugar donde realmente se hacían los cambios y recriminaba al presidente por llamar a las movilizaciones que solo agitaban innecesariamente. Igualmente apuntaba que la presión de los indígenas en el recinto, aunque pacífica y democrática, era innecesaria porque eran los parlamentarios quienes decidían en realidad. Esto muestra el ánimo agitado dentro de la burguesía que mira con desconfianza la participación popular.
Patentes también son las palabras del diario “La República” (medio de comunicación financiera de la derecha) donde en editorial decían: “Alinear indígenas que con palos intimidan la discusión del Plan Nacional de Desarrollo no es el camino para pacificar el país, esa no es la paz social que tanto promociona. El Presidente está jugando con candela al pretender mostrar el garrote social si no se aprueban las reformas que propone, que dicho sea de paso son necesarias, pero no a la fuerza, sin conciliación ni escuchar a todos los sectores y menos aún intimidando a las instituciones con las cuales debe trabajar en equipo por un país mejor.” (subrayado nuestro)
El pavor que la Guardia Indígena despertó en el Congreso no fue tanto por su número sino por su organización y consignas políticas, además porque esa organización de autodefensa popular despierta simpatía entre la clase obrera y la juventud. Sus métodos valientes de lucha han demostrado un camino a la militancia en general. Son el ejemplo perfecto de lo que es capaz una organización de defensa que piensa en los intereses de las mayorías.
La desconexión del gobierno con las masas:
Después de la derrota de Boric en Chile, con la ultraderecha tomándose el poder local y asumiendo las riendas de la constituyente, el lograr que el PND pasara con la participación de mayorías en el Congreso sugeriría a un Petro fortalecido que supera a cualquiera de los líderes latinoamericanos de tendencia de izquierda. Sin duda tiene un gran genio y ha demostrado tesón. Sin embargo,la fuerza que tiene (así como sus amagos a la izquierda) son el resultado de la situación objetiva del país y el despertar de las clases oprimidas desde el Paro Nacional del 2021 que presionan desde abajo constantemente y le dan la fuerza al presidente para enfrentar a la derecha en sus desplantes.
No obstante, la energía de las masas no es infinita. Bajo la dirección equivocada, la energía de las masas puede desgastarse y llevar a una desmoralización masiva debido a que las movilizaciones están siendo convocadas para defender políticas que no resuelven los problemas causados por el capitalismo. La militancia más comprometida sigue al gobierno y responde a sus llamadas como vimos el Primero de Mayo pero hay una gran ausencia de las mayorías no organizadas, que no se sienten representadas y fluctúan entre la decisión y la duda.
A estas les atraen las posturas más claras y radicales, no por una postura política consciente sino porque en esas ideas encuentran respuesta a sus necesidades. El PND es un plan confuso y hasta abstracto para muchos. Cosas más concretas como las reformas se ven perdidas o demasiado diluidas lo que ha generado reticencia hacia el gobierno. Según La Silla Vacía, para el 9 de mayo la desaprobación del mandatario era mayor a la aprobación. Declaraciones en favor de la moderación y el mantenimiento del status quo como las del Ministro de Hacienda Ricardo Bonilla, al medio de comunicación Reuters, confunden y decepcionan a todas las bases. Supuestamente su nombramiento en reemplazo de Ocampo había sido un giro radical a la izquierda, o eso decían varios de esta orilla política.
Chile es en sí mismo paradigma de esta desmoralización por una falta efectiva de liderazgo y la izquierda nacional lo sabe pero no entiende las razones. En sus conclusiones del proceso chileno, analizan con confusión ese giro a la derecha lo que señalan como un “elemento extraño” que experimenta con ir en la dirección contraria. Este es un claro reflejo de la falta de seriedad a la hora de darle orden a la organización con un sentido político y militante.
Los liderazgos medios del Pacto Histórico aseguraban en octubre del año pasado, cuando se convocaban los Diálogos Regionales Vinculantes, que según la escalera de participación creada por la trabajadora social Sherry Arnstein en 1969 estábamos en uno de los escalones más altos de la participación, casi en la antesala del “gobierno ciudadano” al que no se podía llegar porque era una utopía. Con aquello convencieron a muchos y muchas para ir a esos espacios de participación y aportar en el futuro Plan. No obstante, hoy, después de que el PND salió nos damos cuenta que no hubo tal adhesión de ideas. Diana Guzman, directora del Centro de Estudios en Derecho, Justicia y Sociedad, Dejusticia, comentaba como esas apreciaciones no habían sido tomadas en cuenta o se habían hecho de manera desordenada y terminaron diluidas.
La razón principal es porque el gobierno tiene su propia agenda y no piensa dejarla así no más, pero además tuvo que negociar en el Congreso con la política tradicional para llegar a consensos. Entonces, vale la pena preguntarse dónde estará la utopía: si en la idea de dar el poder a las mayorías que les pusieron a ellos en el poder o en el creer que se iba a lograr un cambio verdaderamente profundo por medio de unos diálogos burocratizados que tienen decisión final en el parlamento.
La democracia obrera no es una utopía
La participación de la mayoría debe existir pero tiene que llegar todavía más lejos de lo que propone este escenario de “teatro” de estado. La posibilidad de un gobierno de la gente de a pie no es una utopía, como sugiere Sherry Arnstein. Semejante gobierno es enteramente posible, pero requiere la transformación socialista de la sociedad. La mayoría no puede gobernar a través de una “democracia” creada para ser operada enteramente por la burguesía, en donde los aparatos estatales están vinculados de manera estrecha con las grandes empresas. Marx y Engels explican en el Manifiesto del Partido Comunista que “hoy, el Poder público viene a ser, pura y simplemente, el Consejo de administración que rige los intereses colectivos de la clase burguesa.”
Esto no es una cuestión subjetivista. Reemplazar a los ocupantes de la Casa de Nariño y del Congreso no cambia el hecho de que las instituciones del gobierno nacional están conectadas por mil hilos al empresariado nacional, desde latifundistas como Lafaurie que sirven en las negociaciones con el ELN o ex-presidentes como Juan Manuel Santos, quién sirvió como subdirector de El Tiempo, el periodico más grande del país.
Ciertamente, los trabajadores pueden lograr obtener una curul o, en condiciones de terremotos políticos como el Paro Nacional, ser el factor decisivo de quién ocupa el ejecutivo. Pero como Rosa Luxemburgo explicó alguna vez: “la captura de una curul en el parlamento de parte de un socialista solo representa la captura de un socialista de parte del estado”. Una vez se entra al gobierno, un grupo solitario de progresistas que intente gobernar de acuerdo a sus principios en esos pasillos se encontrará bajo la presión de toda la democracia burguesa a mitigar su programa en nombre de lograr concertar proyectos de ley.
¡Por un partido obrero socialista revolucionario!
Como marxistas, no renunciamos al Congreso ni nos escondemos de la lucha por encontrar la vía hacía las masas. Pero creemos que para lograr esto, se necesita ser intransigente en la cuestión de principios y programas. La participación en el parlamento sólo puede ser productiva para el movimiento obrero en la medida en que se use para exponer la bancarrota política de estas instituciones.
Mientras continuemos por el camino del reformismo no llegaremos muy lejos. Sus buenas intenciones sin la acción consciente de quienes les eligieron buscando un cambio real solo podrá ir hasta donde se lo permitan los dueños del poder económico, es decir la burguesía nacional, que sirve con lealtad a las multinacionales. El llamado a esas bases a defender en las calles las reformas es imperativo, como lo demostraron las movilizaciones del pasado Primero de Mayo.
Sin embargo la única forma de mantener esas reformas y todas las victorias de las clases oprimidas es con la abolición del sistema capitalista y sus clases parásitas para con la dirección de la clase trabajadora lograr el triunfo del socialismo. Todas las acciones de un partido del cambio tienen que estar orientadas hacia esto. La lucha por las reformas tiene que ser una lucha sin cuartel en contra del empresariado que atacará con todas las fuerzas para defender sus privilegios. Esto aplica tanto a las tácticas implementadas (que tienen que ir más allá de las sugerencias de Roy Barreras y su camarilla dentro del Pacto Histórico) como las reformas propuestas, que tienen que exponer el simple hecho de que hay suficiente riqueza en la sociedad colombiana para obtener un sistema de salud nacionalizado y salarios dignos para todos los colombianos.
Para poner estos temas en el orden del día, es necesario organizar a la clase obrera, el campesinado y la juventud bajo la bandera de un partido obrero revolucionario e independiente del empresariado. Es claro que la colaboración de clases llevará siempre al beneficio de la minoría empresarial que controla firmemente las palancas de la economía nacional y necesita la explotación de la clase obrera para mantenerse. Solo será rompiendo con esta minoría que la clase obrera podrá empezar a luchar por ponerle fin a esta situación.