Con la posesión de Joe Biden, la clase dominante internacional espera un retorno a la estabilidad de los años de Barack Obama. En la cobertura de las elecciones estadounidenses en nuestro país, es claro cuál era el candidato preferido de los editores y periodistas colombianos, quienes en verdad cantan según la melodía de la clase dominante de nuestro país. Joe Biden representa las esperanzas de Wall Street para restaurar el orden después de cuatro años de la presidencia caótica de Donald Trump. No hay que ver más allá de encabezados como “Joe Biden: honor, capacidad y decencia” de El Tiempo, ¿Cómo sacar ventaja de relación entre Colombia y EE.UU. en era Biden? de Portafolio.co o “Biden sería más benéfico para Colombia” de El Espectador.
Pero hay que ser claros, la elección de Joe Biden no representa una solución de la crisis del capitalismo que vivimos. El Banco de Inglaterra la ha llamado: la peor crisis en los últimos 300 años. De hecho, Joe Biden tomó el poder en medio de esta crisis económica con un déficit en el presupuesto federal de $3.3 trillones de dólares. En toda crisis económica, hay una pregunta implícita: ¿Quién paga? ¿Paga la clase dominante que ha creado las condiciones para la crisis a través de especulación y explotación? ¿O paga la clase obrera con despidos, austeridad y miseria? Esos 3.3 trillones de dólares alarmaron a cualquier banquero de Wall Street y ejecutivo multimillonario en los Estados Unidos. Y son ellos quienes han elegido en Joe Biden a su campeón.
Es claro por qué la clase dominante Colombiana ve en Joe Biden un gran aliado. Joe Biden se jacta de haber sido el arquitecto del Plan Colombia. El Plan Colombia le ofreció billones de dólares a los gobiernos de Andres Pastrana y Alvaro Uribe Velez para “pelear contra el Narcotráfico”. Naturalmente este dinero se usó para armar a los Paramilitares y ayudar a la Narco-Derecha a tomar control de la tierra hasta el punto que “el 1 % de las fincas de mayor tamaño tienen en su poder el 81 % de la tierra colombiana. El 19 % de tierra restante se reparte entre el 99% de las fincas.” La misma CIA (Central Intelligence Agency, la Agencia de Inteligencia Central de los Estados Unidos) reconoce que casi ocho millones de Colombianos han sido desplazados debido a este conflicto a un paso de 300,000 desplazados por año desde el 2000 (en otras palabras, desde la implementación del Plan Colombia). No solo eso, pero fue durante este periodo que el uso de Falso Positivos y otras tácticas sucias fueron implementadas y consolidadas con el objetivo de eliminar a líderes sociales, sindicales y activistas.
Por otro lado, el Partido Demócrata tiene su historial con Colombia más allá de Joe Biden. Después del Plan Colombia, vino el Tratado de Libre Comercio, implementado en el 2012. Hillary Clinton durante su campaña presidencial del 2008 pretendió oponerse a este Tratado mientras que su esposo, Bill Clinton (anterior Presidente de los Estados Unidos) recibió $800.000 (USD) para hablar para Gold Service International, la compañía basada en Colombia en defensa del tratado que su esposa supuestamente opuso. Después de la elección de Barack Obama en 2008, Hillary Clinton tomó el puesto de Secretaria de Estado donde defendió el record de derechos humanos de Alvaro Uribe Velez durante su Presidencia y luego desarrolló una asociación con Frank Giustra, el fundador de Pacific Rubiales, una compañía Petrolera operando en Colombia oriunda de Canadá con un papel central en las luchas obreras de ese entonces. Esta asociación terminó con Giustra uniéndose a la mesa de dirigentes de la Fundación Clinton. Fue después de esto (y donaciones enormes a la campaña de Hillary Clinton para la presidencia) que Clinton decidió apoyar el tratado de Libre Comercio.
El Tratado de Libre Comercio en su implementación ha sido la arquitectura legal detrás de la imposición de la voluntad del Imperialismo Americano en Colombia. De hecho, durante los primeros 10 meses de la presidencia de Juan Manuel Santos, 104 activistas fueron asesinados por paramilitares y sicarios. Compañías como Dole, Coca-Cola y Chiquita (antes conocida como la United Fruit Company, infame por su rol en la Masacre de las Bananeras) han financiado a cuerpos paramilitares y sicarios para prevenir la organización de obreros en fábricas y sectores de industria claves tanto para la economía Colombiana como para el lucro de los imperialistas.
El disgusto con Trump es más que entendible. El hombre representa el elemento más obviamente xenófobo, racista y sexista de la clase dominante estadounidense y es una caricatura del capitalismo traida a la vida. Pero hay una diferencia enorme entre la repelencia de la clase dominante colombiana hacia Trump y el disgusto de la clase obrera. Para la clase dominante colombiana, Trump representa un elemento rebelde que ha jugado con fuego con la economía mundial y ha expuesto de la manera más clara los excesos del capitalismo mundial. En su política extranjera, no hay diferencia substancial entre su agenda y la agenda de Joe Biden. Ambos están a favor de la perpetuación del imperialismo estadounidense y de hecho Biden ve en Colombia a la piedra angular (en otras palabras, el servidor principal de los Estados Unidos) y ambos defienden el récord de los Estados Unidos en Colombia, desde el Plan Colombia hasta el Tratado de Libre Comercio.
El disgusto de los obreros hacia Trump es distinto. Es el disgusto de los explotados hacia un explotador empedernido. Alguien que no tiene ninguna vergüenza en aliarse con la supremacía blanca estadounidense o en tildar a todos los inmigrantes latinos como violadores y hampones. Alguien que se ufana de vivir en torres y apartamentos dorados mientras que emplea los peores métodos de explotación para competir en el negocio de bienes raíces. Alguien que no tiene ningún problema en legitimar a elementos similares como Jair Bolsonaro en Brasil, que se deleitan con el sufrimiento y la explotación de la clase obrera. Para nosotros, Trump no es simplemente una anomalía del sistema sino, la representación máxima de la crueldad del capitalismo.
Muchos en la izquierda internacional, sin embargo, a pesar de estos hechos han caído en la trampa de apoyar a Joe Biden en su campaña presidencial, tildando a Donald Trump como el principio del fascismo estadounidense. En esto hay que ser más que claros: Donald Trump no es un fascista. El fascismo es un fenómeno específico, no una palabra que podemos escupir cada vez que la crueldad del capitalismo nos sea revelada. El fascismo se refiere a un movimiento en masa usado para destruir al movimiento obrero de manera contundente. En la Alemania Nazi, por ejemplo, los nazis se deleitaron en asesinar a los sindicalistas y quemar hasta los clubes de ajedrez de los sindicatos alemanes. En los Estados Unidos, de hecho, el movimiento obrero no ha sido destruido. Si acaso, ha sido revitalizado por los últimos cuatro años de crisis.
Pero los líderes del renaciente movimiento obrero Estadounidense todavía siguen al Partido Demócrata de la manera más devota posible. Millones de obreros organizados y cientos de miles de personas en organizaciones como el DSA (Socialistas Demócratas de América) han caído en la trampa del mal menor, declarando que hay que votar por Joe Biden para prevenir las peores consecuencias del capitalismo, mientras que el sistema se deteriora a nuestro alrededor.
Desde Colombia Marxista, tenemos claro que la única solución al problema que la elección de Joe Biden significa para la mayoría de nosotros es la formación de un partido obrero independiente. Los números los hay. Esto se tiene que enfatizar una y otra vez. Si organizaciones como la Federación Americana del Trabajo cogieran a todos los sindicatos que representan y los organizaran bajo una bandera política, los obreros de los Estados Unidos podrían fácilmente conectar todas sus luchas y convertirlas en una sola lucha contra la clase dominante Estadounidense.
De igual modo, nuestro papel desde Colombia Marxista es proponer lo mismo para los trabajadores colombianos. Si organizaciones como la CUT y sus sindicatos más sólidos como FECODE y USO, organizaran a sus obreros a nivel nacional bajo un programa político que luche por los intereses de los obreros, los campesinos y los oprimidos del país, podríamos finalmente luchar contra el imperialismo americano. Es claro para nosotros que la clase dominante de Colombia no tiene ningún interés en detener a las compañías norteamericanas y que, de hecho, se benefician enormemente del dinero estadounidense. Mientras que los medios de producción estén en las manos de los patrones colombianos, es claro que los obreros y campesinos colombianos serán los empleados más baratos de la clase dominante estadounidense. Un partido obrero colombiano, si toma el poder, podría rehusarse a pagar la deuda a los Estados Unidos que se usa para tomar control de la economía y el estado colombiano. Asimismo, también podría tomar control de los medios de producción y monopolizar el intercambio extranjero, poniendo fin a los explotadores colombianos.
Joe Biden no representa un futuro brillante para Colombia, solo representa la continuación clara del mismo status quo que permite que a los colombianos se les pague 1.88 centavos de dólar por hora en un país en el cual el costo de vida se incrementa cada día. Para Joe Biden y el partido Demócrata, Colombia solo representa una fábrica y un campo más barato que el que se les garantiza en territorio Estadounidense. Nuestra tarea como Marxistas es exponer esto esto a la clase obrera y ayudarles a ponerle fin a esta relación de explotación que ha definido nuestra historia.