Han pasado apenas seis días desde los comicios legislativos y no demoraron en aparecer pruebas y fuertes acusaciones de un robo masivo de votos que afectaron los resultados electorales de varios partidos pero sobre todo los de la coalición del Pacto Histórico y Fuerza Ciudadana. Según Gustavo Petro, candidato presidencial del PH, habían desaparecido miles de votos de al menos 29.000 mesas. Como respuesta cientos de voluntarios se ofrecieron para hacer recuento y lograron recuperar cerca de 500 mil. Al mismo tiempo se citó a un plantón en la ciudad de Bogotá frente al edificio de la Registraduría Nacional exigiendo un nuevo escrutinio y la renuncia del registrador Alexander Vega.
La controversia incentivó un movimiento de reclamo por redes que presionó al registrador a salir a hablar este viernes 18 para presentar una consolidación parcial en la que anunció una variación en los resultados en beneficio del Pacto que pasa de 16 a 19 escaños. También reiteró su posición sobre la supuesta transparencia de las elecciones, afectadas sólo por pequeños errores. Una mentira descarada si miramos los hechos, tan sólo en el exterior hubo 1250 mesas con irregularidades y se registraron un sinnúmero de anomalías en los puestos de votación. En el país fue peor, la caída de la página de la Registraduría durante todo el domingo y las miles de mesas hoy en vilo lo demuestran.
Como se había previsto, el fraude electoral iba a ser la mayor herramienta utilizada por la oligarquía colombiana. Pretender sorpresa es querer pecar de inocente. Desde actos individuales, como el del nieto del dueño de Aviatur que abiertamente declaraba haber cometido potenciales delitos, como el de supuestamente negar el tarjetón de la consulta del PH hasta la posibilidad de un fraude masivo que sonaba desde hacía tiempo, era claro que, a pesar de los intentos tardíos por evitarlo, la corruptela no se iba a detener sólo con amenazas de abogados y vigilancia de empresas privadas.
Tampoco es una novedad para el pueblo colombiana este tipo de actuar, baste recordar las elecciones de 1970 cuando Misael Pastrana Borrero resultó presidente después de unas irregulares votaciones en las que iba ganando su contrincante Rojas Pinilla. Fue, de hecho, esa la principal razón que impulsó la creación del M- 19. No hace falta, tampoco, ir tan lejos para tener una referencia: las elecciones presidenciales del 2018 destaparon un escándalo de compra de votos y fraude a favor del actual presidente que por obvias razones no se ha investigado a fondo.
Sea como sea, cualquiera que viva en estas tierras conoce de primera mano cientos de historias sobre fraude electoral a todos los niveles. En evidencia queda que para nuestra clase dominante el ejercicio de la democracia que tanto dice defender no es más que un teatrillo que monta para distraer a la ciudadanía mientras elige a los gobernantes que respondan a sus intereses.
No obstante, lo acontecido esta última semana no es exclusivamente la repetición de lo mismo de siempre. El contexto actual ha arrinconado a la oligarquía obligándola a ir contra las masas y exponiéndola a la impopularidad. La bancarrota les ha llevado al desespero obligándoles a tomar acciones radicales, sin importar lo agresivas que resulten. Su poder se ve en jaque después de parecer el eslabón más sostenible de este lado del continente para el imperialismo estadounidense. Su irracionalidad les empuja al abismo y pelean con uñas y dientes para no caer. Son violentos, pero torpes. Igualmente los estallidos sociales de los últimos años despertaron al electorado de base y lo pusieron al límite del cansancio ante los abusos de sus verdugos. Ese cóctel provocó el crecimiento de la izquierda. Una izquierda reformista, sí, pero una izquierda cuyas bases están dispuestas a luchar para llegar a la presidencia e implementar su programa de reformas. En escena se encuentran todos estos actores listos para cuando el director diga acción.
Ese llamado podría provenir de una dirección efectiva pero justamente de esto se adolece. Es innegable la persistencia demostrada por las bases del Pacto Histórico que sin dudar han respondido al llamado para hacer conteo y vigilar, pero su dirigencia por otro lado ha hecho gala de sus falencias. Para el día de las elecciones, por ejemplo, contrataron a la empresa Ingenia por 3000 millones de pesos queriendo hacer veeduría, pero la compañía después de prometer poner difícil la cosa a los corruptos no realizó su trabajo y dejó colgada a la coalición. Precisamente fueron las mayorías en conjunto asistiendo en masa a las elecciones las que complicaron los planes fraudulentos de la oligarquía. Más desagradables resultan las declaraciones de Roy Barreras, uno de los oportunistas colados dentro del Pacto, quien después de la aparición de los votos dejó de plañir sobre el robo y pasó al otro lado pidiendo cautela y buscando la forma de frenar el plantón frente a la Registraduría.
Como decíamos en artículos anteriores se vienen días complicados, la derecha ha desatado su propaganda atacando a Gustavo Petro y poniendo en duda la idea de fraude o usándola a su acomodo y conveniencia, al mismo tiempo que mueve su maquinaria para asegurar su poder en la presidencia. Sin embargo, no está funcionando del todo con las masas, la indignación creciente a raíz del posible robo de las elecciones está estimulando esa molestia que quedó en suspenso después del Paro Nacional y aunque no hay una dirección organizada con estrategias de defensa más allá del recuento de votos se mantiene la idea de salvaguardia comunal desde las calles. Es esa la fuerza que se debe mantener e impulsar, incluso coordinar. Que nos valga de ejemplo lo ocurrido en las elecciones hondureñas del año pasado donde se eligió a Xiomara Castro por encima del narco dictador Juan Orlando Hernandez —amigo cercano de Uribe—, gracias a la acción organizada del pueblo.
Como marxistas entendemos que bajo los límites de la democracia burguesa las reglas del juego pertenecen sólo a quienes las imponen en busca de su propio beneficio, en este caso la burguesía colombiana, pero al mismo tiempo comprendemos que es la determinación de las mayorías la que genera los cambios verdaderos y que son ellas mismas las que, en masa, son capaces de vencer esos límites. La pelea por el respeto de sus derechos democráticos es una bandera que defendemos y acompañamos. Aquel que no pueda defender los logros obtenidos, no podrá obtener nuevos logros. Al mismo tiempo hacemos un llamado a la organización del pueblo colombiano bajo la dirección de la clase trabajadora para superar la debacle de nuestro sistema y lograr una Colombia socialista y verdaderamente democrática.
Sólo será a través de la propia fuerza de la clase obrera colombiana, en conjunto al campesinado y a la juventud, que podremos responder a las trampas de la burguesía. Únicamente podemos confiar en nuestra propia fuerza ya que la burguesía preferiría que el statu quo continúe mientras la crisis destruye la vida de millones de personas. Si el liderazgo del Pacto Histórico no está dispuesto a luchar contra el fraude, entonces la tarea quedará solo sobre nuestros hombros. Pero como hemos visto, las movilizaciones masivas y la organización de las bases del Pacto Histórico pueden rendir frutos.
¡Contra el fraude histórico electoral, organización y acción!
¡Vega renuncie!