Política

Después de 100 días de Petro: ¿Qué camino seguir?

Después de 100 días de Petro: ¿Qué camino seguir?

El Martes 15, el Pacto Histórico ha convocado a marchas populares para defender al gobierno de Gustavo Petro en el día número cien después de su posesión. Estas marchas son una respuesta a las marchas de la oposición que en los últimos meses ha organizado protestas que no han tenido mucha concurrencia pero sí suficiente cobertura mediática para ganar algo de peso. 

La reforma tributaria y el inicio de negociaciones con el ELN (Ejército de Liberación Nacional, la última guerrilla en pie aparte de los estragos disidentes de las FARC) han sido las dos prioridades de la agenda del gobierno mientras que de una manera u otra, ha puesto la reforma agraria y la reforma laboral en la agenda.  No solo esto, pero la elección de Petro ha elevado las aspiraciones de la clase obrera y el campesinado colombiano, lo que ha incrementado su actividad política. 

Panorama de la opinión

Hemos visto marchas en defensa de los jóvenes de la primera línea, manifestaciones a favor de los derechos de los emberá, campesinos tomándose la tierra en sus propias manos a través de los últimos cien días. Estas acciones (y la motivación detrás de ellas) demuestran de manera contundente la tensión que existe entre la dirección del Pacto Histórico y sus bases, incluso durante su periodo de luna de miel. Petro llega a sus cien días con una aprobación del 49,7% según Invamer y hasta el 62% según el CNC. Sin embargo, propuestas como el fin de la exploración de petróleo y gas tienen un rechazo del 54%. 

El hecho de que Petro goce de semejante aprobación mientras que sus propuestas se han visto controvertidas se debe tanto a la vigorosa oposición de la clase dominante que ha usado a los medios para distorsionar la causa de la inflación y presentar a Petro como la única causa del problema (ignorando el papel del capitalismo internacional, que ha enfriado su inversión debido a la subida de las tasas de interés en EE.UU, Canadá e Inglaterra, entre otros) como a la impotencia del reformismo de proveer soluciones concretas a los problemas que el capitalismo está causando. La propuesta de la transición energética es la mezcla perfecta de ambas dinámicas. Si bien es cierto que el capital financiero ha respondido a la suspensión de exploración petrolera en el futuro con desconfianza (empeorando la inflación), no se puede ignorar los tirones y empujones del gobierno, con los Ministerios de Minas y Hacienda contradiciendose de manera constante en público al respecto. 

Colaboración de clase

Estas contradicciones obedecen a la naturaleza del proyecto político de Petro. Petro ha orientado su gobierno nacional alrededor de la “unidad nacional”, tratando de crear un gobierno tanto para la oligarquía colombiana como para la clase obrera. Sin embargo, los intereses de la oligarquía colombiana (compuesta del latifundio y los grandes empresarios) son irreconciliables con los de la clase obrera. 

La reforma agraria, si bien no ha entrado a la agenda legislativa, es una clara demostración del método de este gobierno. Cuando 150  campesinos se tomaron un predio inspirados directamente por el discurso de posesión de Petro, en el cual prometió que desde el primer día de gobierno, “todos los bienes en extinción de dominio de la SAE pasarán a ser la base de una nueva economía productiva administrada por las organizaciones campesinas, por las cooperativas urbanas de jóvenes productivos, y por las asociaciones populares femeninas.” El gobierno respondió defendiendo la propiedad privada con un ultimátum, antes de desplegar al ESMAD. A la postre, en nombre de implementar la reforma agraria, el gobierno terminó dándole 3 billones de pesos a Fedegan (Federación Colombiana de Ganaderos, el gremio del latifundio) a cambio de 3 millones de hectáreas.

La necesidad de un partido obrero

Este es el meollo del asunto: El Pacto Histórico fue elegido debido a un programa político que prometía saldar deudas históricas como la reforma agraria y solucionar problemas recientes como la inflación, las paupérrimas condiciones laborales y una infraestructura social (educación, salud, etc) en picada. Todos estos problemas tienen la misma fuente: el carácter débil del capitalismo colombiano y su subordinación a los intereses del capital internacional. Sin embargo, el gobierno de Petro está intentando resolver estos problemas tratando de administrar el capitalismo de manera más eficiente. 

A cualquier intento de limitar su poder y privilegios, por tímido que sea, la oligarquía responde con una campaña de demonización al gobierno, de agitación a través del aparato del estado y finalmente de guerra económica (fuga de capitales, huelga de inversión, acaparamiento). El motivo es claro, ellos saben que detrás de Petro están las grandes masas de trabajadores y campesinos que quieren más. Si hacen concesiones, por pequeñas que sean, temen que eso solamente les animará a exigir más. No les falta razón. 

Siempre y cuando el gobierno nacional se base enteramente sobre acuerdos con la burguesía como método principal para lograr estas reformas, estas reformas siempre serán mitigadas y se encontrarán con nuevos obstáculos a largo plazo. Es por esto que las manifestaciones del 15 son importantes. Cada contraataque de la burguesía a las reformas de Petro debe ser respondido con las tácticas de la clase obrera (manifestaciones, huelgas, etc) pero no basta con manifestaciones puntuales. Es necesario organizar comités, cabildos y asambleas, en los barrios obreros, en las fábricas, en las comunidades, en las universidades y liceos, que se den como tarea enfrentar a la derecha y al mismo tiempo luchar por imponer las reivindicaciones más sentidas del movimiento: pan, paz, tierra, vivienda, educación, salud. 

Este tipo de tácticas no se van a poder implementar en la medida en que el Pacto Histórico acoja a la burguesía en su dirección. Pero se precisa un programa que pueda romper de manera efectiva con el capitalismo y organizar una transición al socialismo para resolver problemas como la inflación, el conflicto armado y la desigualdad en la tenencia de la tierra. La única manera de lograr esto es con un partido basado sobre la clase obrera con un programa socialista. Semejante partido, de ser construido, podría romper con la burguesía y luchar abiertamente en contra de ella. Este logro sería nada más y nada menos un reconocimiento de cómo funciona la lucha de clases en este país y cómo ponerle fin a esta oligarquía capitalista atrasada, reaccionaria, parasitaria y sangrienta.

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Gabriel Galeano