Historia

M-19: de las armas al poder

M-19: de las armas al poder

A 37 años de la toma del Palacio de Justicia y con un presidente que perteneció en su momento a las filas del M- 19, creemos importante para la clase obrera colombiana revisar la historia de esta guerrilla, con sus errores y aciertos. El legado político de esta guerrilla ha contagiado a generaciones y, al sol de hoy, se concreta en el gobierno progresista del Pacto Histórico. Por lo mismo un análisis marxista, que pueda explicar sus orígenes y sus límites, como una de las manifestaciones más emblemáticas del reformismo criollo es requerido.

El Movimiento 19 de abril fue una agrupación insurgente colombiana que se dio a conocer por primera vez en 1974 luego de publicar varios mensajes en medios fingiendo “comercializar” una suerte de producto que al final resultó ser una campaña creativa para su lanzamiento. La guerrilla tenía por lo menos un año de creada y se había gestado dentro del seno de la ANAPO <fn> Organización de arraigo popular con un programa de corte liberal contrario al conservadurismo acérrimo de los dos partidos “oficiales”: el Liberal y Conservador cuya toma del poder, por medio del llamado Frente Nacional, se remontaba a 1958 y había agotado ya su músculo social. </fn> (Alianza Nacional Popular), un partido de centro izquierda dirigido por el ex presidente Rojas Pinilla y su hija María Eugenia Rojas. El hastío general, debido al Frente Nacional, provocó el ascenso de la ANAPO durante las elecciones presidenciales de 1970 convirtiéndose en una opción de cambio para las mayorías y enfrentándose al conservador Misael Pastrana Borrero. 

Serían las irregularidades ocurridas en los resultados de dicha contienda las que provocarían el enfado de parte de las masas e impulsarían a un grupo de jóvenes, antiguos militantes de otros grupos de izquierda, a crear un movimiento armado que buscaría recuperar la victoria robada bajo la bandera de un programa nacionalista y con una abierta desconfianza por las instituciones. 

UNA DÉCADA EN CRISIS: 

Los setenta fueron una década de crisis mundial que provocó recesiones en la mayoría de países acompañada de inflación, privatización, pauperización y ataques a la clase trabajadora con terremotos políticos y gobiernos tiranos, sobre todo en las naciones menos desarrolladas. La gran bonanza posterior a la Segunda Guerra Mundial había acabado y la burguesía mundial se entregaba a la locura de la especulación, extrayendo riquezas del hambre de miles y minando su propio suelo para poder mantener su ambición. No obstante, esta no fue una caída instantánea, pues su profundización fue avanzando lentamente durante las siguientes dos décadas. No más en Latinoamérica, según la CEPAL, durante ese periodo hubo un aumento en la pobreza del 26% al 31%. 

Colombia recibió el coletazo de esa crisis a su manera. A pesar de tener una economía tan atrasada, su vínculo con el mercado internacional le obligó a enfocarse en las materias con menor exigencia de trabajo, ignorando (paradójicamente) las industrias más desarrolladas. Semejante decisión provocó un espejismo de prosperidad que en el fondo sólo representaba la concentración de empresas en manos de viejos y nuevos grupos financieros y el desplazamiento de la mano de obra nacional. Las ganancias provenientes de la renta por el café y el narcotráfico alimentaron ese oasis mientras el campo se quedaba solo debido al desplazamiento de campesinos a las ciudades en busca de oportunidades. No obstante, toda ilusión acabó a finales de la década y únicamente quedaría desempleo y hambre. 

ASPECTOS SOCIALES: 

En 1970, Misael Pastrana Borrero, recibía del liberal Carlos Lleras Restrepo un país con dos nuevas guerrillas consolidadas, un movimiento estudiantil derrotado por medio de la violencia, un sector agropecuario atrasado y una industria que estaba pronta a llegar a su cenit para empezar a decaer. Los fenómenos del desempleo y el aumento de la informalidad se hacían cada vez más comunes y la desazón de las mayorías  se sentía por la falta de una dirección efectiva. Según Medofilo Medina en su libro “La protesta urbana en Colombia en el siglo XX” la abstención electoral fue bastante alta con sólo dos momentos de repunte a inicio y mediados de década. Esto demostraba un desinterés general debido a la desmoralización  del movimiento de lucha que había conocido fuertes derrotas desde el 9 de abril de 1948, año del Bogotazo.  

Los partidos de izquierda estaban rendidos al dogma en todas sus formas y aquellos con más fuerza como el PCC (Partido Comunista Colombiano) se encontraban profundamente heridos debido a su postura vertical y estalinista. Las premisas dogmaticas disfrazadas de teoría terminaron por decidir por el camino de las armas a muchos de sus militantes, de mayoría pequeñoburguesa. La idea, además, era reforzada por el triunfo de la revolución cubana. Sin embargo las guerrillas existentes también estaban llenas de problemas y se distribuían entre la pasividad, el encierro y el eclecticismo. Valga de ejemplo las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) que no se atrevían a llegar a las ciudades, despreciaban la teoría y estaban supeditadas a las órdenes de su órgano político o el ELN (Ejéctito de Liberación Nacional) que adolecía de una purga interna asesina después del asesinato de Camilo Torres por su falta de teoría politica. 

Es por este motivo que la ANAPO atrajo  a un grupo importante del proletariado y del campesinado colombiano, pero sobre todo a parte de la clase media urbana, decepcionada de su militancia anterior (en muchos casos, en las guerrillas) y atraída por el discurso nacionalista que llamaba a un “socialismo a la colombiana” y aborrecia de  los referentes de izquierda como la Unión Sovietica o China. Aún así, después del fraude y la evidente traición del jefe del partido, varios de esos mismos perfiles se radicalizaron y optaron por la vía armada pero con una perspectiva chovinista y anticomunista interiorizada.  La filosofía posmoderna, además, sería su propuesta teórica. 

IDEALES Y TIEMPOS DE GUERRA:

Como ya se dijo, la propuesta política del M-19 era de índole nacional demócrata y se hacían llamar bolivarianos, pues pretendían seguir los preceptos del Libertador Simón Bolívar. En realidad habían hecho su propia interpretación de él, trasvasando sus conclusiones de un contexto a otro sin un sentido crítico ni racional, asumiendo que los tiempos de la lucha por la independencia aún se mantenían congelados de un siglo a otro, sin avance alguno. Por ende, acogieron como propios los retos del proyecto bolivariano sin mucha modificación más allá de un cambio en la retórica. Algo diferente a lo que más adelante haría Hugo Chávez en Venezuela, al comprender el contexto social y político del siglo XIX y traducirlo a su propio momento histórico. De todas maneras, la visión del Eme renovaba la figura del Libertador en el país y le devolvía parte de su heroísmo combativo, ya que había sido secuestrado como símbolo para ser usado por el conservadurismo de manera oportunista. 

Por lo anterior la “modernización” del país (implementando un capitalismo “democrático”, que siguiera las reglas del sistema y sirviera de inspiración para las Américas) era su principal bandera. El único obstáculo que se les presentaba para lograr esa meta, según ellos , era la corrupción de la clase dominante que desde la creación de la República se había mostrado reacia a compartir el poder o a respetar los instrumentos democráticos. Por lo que era necesario enfrentar esa enfermedad era a través de las armas, buscando tomar el poder para implementar un “sancocho nacional” como el mismo Bateman le llamaba, o sea un gobierno conciliador que recibiera todas las clases y construyera su propia forma de hacer política a la colombiana, libre de cualquier influencia de la izquierda tradicional o la derecha rancia. Por supuesto sólo un grupo élite iba a ser capaz de lograr semejante proeza y debía ser compuesto por los estudiantes o pequeños empresarios más rebeldes y valerosos. 

Todo lo anterior representaba la experiencia de lucha de sus militantes y dirigentes, por ejemplo Bateman, Pizarro, Fayad e Ivan Marino, principales cabezas del movimiento, provenían de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) y el PCC (Partido Comunista Colombiano) de donde salieron expulsados por la crítica que le hicieran a la organización. La formación teórica de Iván Marino y Bateman se había dado en la JUCO e incluso habían viajado a la Rusia Soviética para volverse “mejores cuadros”. Allá leyeron las copias de la literatura marxista que permitía el estalinismo y terminaron hastiados de la estructura jerárquica del partido. Este fue uno de los elementos principales que les provocó la aberración por el estudio de la teoría. Otras orillas nutrieron a la guerrilla, elementos del naciente maoísmo, del liberalismo y de la burguesía industrial también se unieron.  

Ese eclecticismo fue su motor ideológico y estratégico, y con él asumieron su guerra para enfrentar a una de las élites más sanguinarias de este lado del continente. De hecho, varias de sus operaciones militares son recordadas hoy con heroísmo, como el asalto que realizaron en 1979 a uno de los depósitos de armas más grandes de las fuerzas armadas y de donde extrajeron más de  7000 elementos. Pero,  a pesar de su audacia, no pasaría mucho tiempo para que el ejército entero les cayera encima persiguiendoles por todo el país y sometiendo a muchos de sus militantes a tortura y desaparición. La presión enfocaría su ánimo poniéndoles a la defensiva y obligándoles a cometer errores.  

En todo caso, sus propuestas no estuvieron erradas per sé, de hecho sus acciones resultaron bastante modernas para los estándares de la época en lo que se refería a una guerrilla colombiana, parte de sus metodologías provenían de los Montoneros o del Movimiento 26 de julio y sus formas de asumir la política en el país tenía puntos correctos que atacaban los objetivos olvidados por los otros grupos insurgentes. Por ejemplo: acercar la lucha a las ciudades, principales centros económicos del país, o hacer agitación entre la clase trabajadora yendo a las fábricas, organizaciones o barrios populares, o demostrando a través de la acción la ineficacia gubernamental, entre otras muchas. Empero, la mezcla de ideas que rechazaba cualquier aporte teórico les fue llevando hacía un callejón sin salida por la falta de una estructura política organizada bajo un enfoque democrático y con las masas participando de manera activa y no utilitarista.   

VIDA POLÍTICA Y OPORTUNISMO:

Después de muchos intentos de negociación para lograr un proceso de paz y con un listado luctuoso de traiciones por parte de los diferentes gobiernos desde comienzos de los ochenta, el M- 19 logró en marzo de 1990 firmar un acuerdo de paz con el gabinete del liberal Virgilio Barco en Caloto Cauca. El liderazgo del movimiento había quedado en manos de Carlos Pizarro, los otros líderes habían sido cruelmente asesinados por las fuerzas del Estado y su máximo dirigente, Bateman Cayón había muerto en un confuso accidente aéreo. Pizarro era un partidario del militarismo por lo que buscaba lograr la victoria desde la selva y con las armas, para eso reactivó una unión con las otras guerrillas llamada Coordinadora Guerrillera, pero su debilitamiento político, los inicios de una división interna a favor de ser partido y contra la guerra y la pérdida de apoyo del pueblo colombiano después del fracaso de la Toma del Palacio <fn>En hechos que todavía no son muy claros los días 6 y 7 de noviembre de 1985 una treintena de guerrilleros se tomaron el Palacio de Justicia con la intención de realizar un “juicio” al presidente Betancur por el incumplimiento de los acuerdos de tregua suscritos en 1984. No obstante, el acto fue un error estratégico garrafal, pues cayeron redondos en una trampa planeada por el Ejército Nacional en connivencia con el narcotráfico. Fueron 28 horas intensas en las que el Estado colombiano movió todos sus poderes para ejecutar uno de los actos más sangrientos de finales del siglo pasado. Entre transmisiones de fútbol, torturas y el máximo uso de la fuerza el resultado final fueron 98 muertos y 11 desaparecidos. Para la imagen pública de la guerrilla este fue otro duro golpe, de alguna forma habían demostrado incapacidad política. Ya unos años antes habían intentado un Paro Nacional y no habían sido escuchados por la clase trabajadora, su aislamiento se pronunciaba.</fn> le obligaron a buscar una opción negociada. 

El proceso, aunque fue pintado como exitoso, tuvo todos los vicios típicos de ese tipo de negociaciones. Al convertirse en partido político (AD – M-19) el Eme terminó siendo tragado y masticado por el mismo sistema. Con tan sólo 50 mil pesos de ayuda por cabeza, las bases regresaron al campo, a sus casas en la ciudad o se unieron a otras de las guerrillas activas. En la actividad política sólo entraron los mandos altos y medios. La estrategia se orientó alrededor de la presidencia de Carlos Pizarro. En un país como Colombia, sin embargo, el electoralismo de izquierda no había podido rebasar el sólido muro de la represión de la oligarquía (hasta Petro). Pizarro fue asesinado antes de que los comicios se realizaran. 

“..::Carlos Pizarro::..” de .:Subversion*Visual:. licenciado bajo CC BY-NC-ND 2.0. Para ver una copia de esta licencia: https://creativecommons.org/licenses/by-nd-nc/2.0/jp/?ref=openverse.

La muerte del dirigente fue un duro golpe para el movimiento que quedó descabezado y en manos de Navarro Wolf, un ingeniero sanitario nariñense fuertemente influido por la academía, pero sin un liderazgo establecido. Entre sus decisiones la de aceptar el puesto como Ministro de Salud del entonces presidente Gaviria (a quien se le conoce por abrir las puertas a la política neoliberal), fue tal vez una de las peores. Bajo dicho servicio se comenzó la privatización de la salud y se terminaron de abrir las puertas del nuevo partido al oportunismo lo que aceleró su degradación y futura desaparición. Como último legado, quizás, quedó el de la participación de varios de sus miembros en la constituyente de 1991 donde en realidad terminaron siendo manipulados por la clase dominante al servicio de sus intereses. Hoy esta es su principal bandera y el gobierno de Petro ha repetido la necesidad de hacerla cumplir desde la campaña. 

Sin embargo, como nos ha mostrado la historia, una carta magna no es más que la estructura legal del Estado, cuya única función es manejar los asuntos políticos de la clase dominante que posee los medios de producción. En tiempos de crisis, la clase dominante ignorará todas las leyes que ha escrito anteriormente para defender sus privilegios y riquezas. 

Las políticas de Petro y su relación con el M- 19

La propuesta de Petro no pretende atacar al sistema, pues mantiene el nacionalismo de su organización inicial y el ideal de avanzar hacia el capitalismo como si nunca hubiésemos llegado a él. Busca dar fuerza a una burguesía que él idealiza, pero que ante la crisis actual sólo busca cómo salvarse, acomodarse y sacarlo del poder.  Sin embargo, esa burguesía tiene sus contradicciones y estas se fundamentan sobre un sistema dependiente al mercado internacional y con profundas raíces en el atrasado sistema hacendario. Por ende, en los tiempos que corren son sólo un lastre para el avance del país, su propuesta política está en bancarrota. 

Aún así, hay un ala de la burguesía que entiende que es necesario implementar reformas desde arriba para evitar revoluciones desde abajo y la buscan sobre todo por la derecha. De todas maneras, no hay una base económica para que las reformas avancen, pues esto requeriría debilitar la base de su riqueza y reducir sus ganancias. Están, así, en una encrucijada y la desesperación les hace tomar todo tipo de decisiones diferentes a diario y a veces parecen fracturarse. 

Ese escenario sería el ideal para Petro y su programa, él tiene la sartén por el mango, pero es tan creyente de su filosofía que sólo se mantiene confiado y  al mismo tiempo desconfiado entregando su poder no a las bases sino a los caciques típicos y corruptos en nombre de mantener a el equilibrio social. Pero con lo que no cuentan ninguno de ellos es con la organización que brota desde abajo, creciendo con energía y ansias.  

A pesar de sí mismo, el gobierno actual ha alentado a las clases trabajadoras y ha elevado su confianza en la posibilidad de un mundo diferente desde la lucha y la organización. La tarea es participar en estas formaciones en la medida en que irrumpen en la vida diaria para tratar de expresar la voluntad política de aquellos que votaron por Petro para desmantelar el ESMAD, dividir la tierra entre los campesinos y los desplazados y finalmente reducir la influencia de la oligarquía colombiana en la vida diaria, llevando las ideas del marxismo como método que pueda guiar la lucha hacia la victoria. 

Podemos aprender de los aciertos y errores del M- 19 al comprender la importancia de llevar el trabajo práctico de la mano de la teoría y someterla a constante discusión más allá de un círculo reducido. Deben cruzarse muros y abrir las puertas a las mayorías pero dándoles participación activa y con un programa congruente con la realidad internacional en tiempos de crisis. Esa es la verdadera democracia y se edifica con argumentos sólidos que alimentan y retroalimentan a la organización. 

La teoría marxista no es un dogma sino una guía para la clase proletaria y es la guía para la victoria. El trabajo es duro, inestable, impredecible y constante, es por eso tan necesaria la formación y el crecimiento de una organización verdaderamente proletaria, basada en los métodos de lucha de la clase obrera (la huelga, las manifestaciones, el paro general, etc.). El M-19 es una respuesta a las fallas del estalinismo, cuyos timonazos entre tácticas de ultraizquierda como las guerrillas al oportunismo parlamentarias la vieron desperdiciar oportunidad tras oportunidad de crear un partido revolucionario arraigado en la clase obrera. 

La tarea de los marxistas es aprender de la experiencia de organizaciones como estas, su historia y poder ofrecer estrategias alternativas. Las ideas del Eme se encuentran en el poder hoy no debido a su tácticas o estrategias, pero debido al sacrificio de sus bases y las condiciones materiales de hoy rompiendo el dominio de la oligarquía colombiana sobre la arena política. Si bien la experiencia de las bases del Eme es valiosa, un balance sobrio de la organización tiene que reconocer que la estrategia de la organización basada alrededor del nacionalismo malinterpreta la naturaleza del capitalismo colombiano.

El capitalismo colombiano es subdesarrollado debido a su lugar en la división de la labor internacional. En otras palabras, la clase dominante colombiana depende de la pobreza de la clase obrera para poder extraer suficientes ganancias para atraer a las multinacionales de los países imperialistas y así enriquecerse en el proceso. Esta es la triste existencia de nuestra burguesía, que simplemente no tiene una solución para la desigualdad, el desempleo y el atraso que genera ya que su riqueza y sus privilegios fluyen del sistema que causa estos males. Solo es en la medida en que reconocemos que este sistema es la causa de este problema y que la clase obrera es la unica clase que puede derrocar este sistema debido a su posición como el motor económico que produce todas las mercancías que podremos ponerle fin a la triste realidad del atraso que define a la vida de la clase obrera, el campesinado y la juventud colombiana.  

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Rosa Espinoza

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