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Chile: A 50 años del golpe de estado

Chile: A 50 años del golpe de estado

Se cumplen 50 años del golpe de estado contra el presidente Allende en Chile. En este artículo, Carlos Cerpa Mallat, describe los acontecimientos que precedieron al golpe, como se transitó de la dictadura al régimen actual y extrae las principales conclusiones políticas de aquella tragedia y que son necesarias para armar a las nuevas generaciones.

Fuente original.

Hace 50 años, el 11 de septiembre de 1973, se produjo el Golpe de Estado contra el gobierno del socialista Salvador Allende. Era la primera vez que un candidato identificado como marxista llegaba al poder por la vía electoral, y esto generó grandes ilusiones en la socialdemocracia de todo el mundo. Pero la contrarrevolución fue implacable. Para el presidente estadounidense Nixon se trataba literalmente de “hacer chillar la economía chilena”. El imperialismo intervino a través de la CIA, dedicando más de 13 millones de dólares a los partidos de derecha, medios de comunicaciones y gremios opositores, que durantes 3 años darian lugar a fuertes acciones de sabotaje económico, campañas comunicacionales y terrorismo. 

Por otra parte, la clase trabajadora puso en jaque en varias ocasiones a la reacción, en un despliegue formidable de movilización y organización consciente en defensa de sus intereses de clase contra la derecha y el imperialismo. Organizados en los Cordones Industriales, las Juntas de Abastecimiento y Precio, y otro tipo de articulaciones, los trabajadores chilenos nos legaron una experiencia valiosa de autoorganización, territorial y de clase, que mostró de manera embrionaria cómo es capaz de dirigir la producción y la sociedad sobre una nueva base. Pero su impulso hacia la toma del poder fue coartado en cada ocasión importante por los dirigentes comunistas y el propio presidente socialista, llamándoles a confiar en las Fuerzas Armadas que serán sus verdugos.

La dictadura del General Augusto Pinochet dejó miles de muertos y detenidos desaparecidos. Además de torturas irreproducibles. En un pequeño país de 10 millones de habitantes, cifras oficiales señalan que al menos 40,000 personas sufrieron violaciones a los Derechos Humanos, en su gran mayoría jóvenes, trabajadores y campesinos. La flor de la juventud y la clase obrera fue aniquilada. La experiencia del gobierno de Allende, demuestra que no es posible la vía institucional al socialismo. Es el fracaso del reformismo, que no comprende el carácter de clase del Estado. 

La unidad popular

En 1969, se forma la Unidad Popular (UP), compuesta principalmente por el Partido Socialista y el Partido Comunista, y partidos pequeño burgueses como el Partido Radical. Es un Frente Popular, con la particularidad de ser dirigido por dos grandes partidos obreros de masas. 

Los Frentes Populares fueron una política de la Comintern estalinista que llamaba a los partidos comunistas a formar alianzas con partidos de la burguesía supuestamente ‘democrática’.  Pero en el fondo los frentes populares significaban la subordinación der la clase obrera a los intereses de la burguesía, bajo el velo de una alianza antifascista. La Unidad Popular logró movilizar amplísimos sectores populares y de trabajadores, en un momento culmine de un proceso de décadas de radicalización de masas en Chile y el continente.

La Democracia Cristiana se formó como un partido que buscaba sobre todo frenar el crecimiento de los partidos obreros. En 1964 el democratacristiano Eduardo Frei Montalva hizo campaña con fraseología izquierdista y bajo la consigna de “Revolución en Libertad”, derrotó a Salvador Allende. Se inició una reforma agraria que cumplió sólo un tercio del plan contemplado de beneficiar 100.000 familias campesinas; y la “chilenización” del cobre, que estableció sociedades mixtas con 51% de participación del Estado en la minería. Pero los límites de estas reformas solo alimentaron las ansias por transformaciones profundas. 

Destaca la fuerza de la clase obrera ya en aquella época. Así, en 1970 un 85% de la población son asalariados que viven de su fuerza de trabajo, de los que el 46% son obreros. La Central Unitaria de Trabajadores, organizaba a 700,000 miembros, y durante el gobierno socialista llegó al millón de afiliados, un tercio de la población activa. En el sector público la sindicalización llegaba al 90%. En 1965 se contaron 723 huelgas, y en el año 1972 llegan a ser 3,526 de las cuales solo el 3,4% eran consideradas legales. Pero al mismo tiempo, la situación de la clase trabajadora era precaria. Casi la mitad de la población ocupada ganaba menos del salario mínimo. En 1970 una cuarta parte de la población nacional no tiene una vivienda familiar propia, y en Santiago un 10% vive en campamentos.

En 1965, se fundó el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), resultado de la fusión de diversos grupos. Entre ellos el Partido Obrero Revolucionario, con orígenes en la Oposición de Izquierda en Chile de los años 30. Pero en el MIR predominaron los elementos pequeños burgueses y universitarios, que promueven la guerrilla campesina, y en 1969 expulsan burocráticamente a quienes se oponen, principalmente cuadros obreros. Durante el gobierno de Allende, el MIR fue el grupo de izquierda revolucionaria más importante y con algún apoyo de masas. De 2 mil militantes a fines de los 60s, llega a 6 mil en 1973, y es capaz de movilizar con simpatizantes unas 15 mil personas. El brazo campesino del MIR, el Movimiento Campesino Revolucionario, sobrepasa la legalidad del proceso de reforma agraria. Muy significativamente, en La Araucanía en conjunto con los mapuche corriendo cercos lograron que se expropiaran casi 200 mil hectáreas, que fueron restituidas a las comunidades.

En 1970 el Partido Comunista tiene 60 mil militantes, siendo uno de los mayores de América Latina y el más grande la Unidad Popular. Las Juventudes Comunistas llegaron a tener 80 mil miembros en 1973. El Partido Socialista se ubica mas a la izquierda que los comunistas, y tiene un crecimiento explosivo durante los 3 años del gobierno de Allende, pasando de alrededor de 55 mil miembros, a unos 125 mil miembros en 1973. De esta manera, en su conjunto los partidos de izquierda agrupaban entre 200 y 300 mil militantes. Por su parte, la Democracia Cristiana tiene unos 60 mil militantes, con una importante presencia en sindicatos, mientras la oposición de derecha y los grupos fascistas agrupan alrededor de 30 mil personas.

Salvador Allende es un médico que en su carrera fue parlamentario, ministro de salud, y 4 veces candidato a la presidencia. Finalmente ganó las elecciones el 4 de septiembre de 1970, con un 37%. La derecha de Alessandri obtiene 35% y el candidato democratacristiano un 28%. La división del voto de la derecha y la DC permite que la UP obtenga la mayoría. Pero el triunfo es también expresión del ascenso de masas durante la década de los 60s. 

Como no obtuvo una mayoría absoluta, Allende necesita la ratificación del congreso para asumir la presidencia. La conspiración de Estados Unidos y la CIA comienza antes que asuma. Se preparó un secuestro de falsa bandera contra el Comandante en Jefe Rene Schneider, dirigido por el General Viaux con participación del grupo fascista Patria y Libertad. El plan era culpar a la izquierda revolucionaria del secuestro y provocar un putsch militar que impidiera que el congreso ratificara a Allende. Pero el plan no resultó, puesto que Schneider resistió el secuestro con su arma, y los pistoleros de extrema derecha tuvieron que liquidarlo. Un accidente, que reveló la trama golpista y obligó a las instituciones pretendidamente democráticas a apoyar el traspaso de mando pacifico. 

La comandancia en Jefe es sucedida por antigüedad a Carlos Prats, otro militar considerado “constitucionalista” como Schneider. De todas maneras, en vez de guardar esperanzas en sectores constitucionalistas, los partidos de la UP deberían haberse ya prevenido ante la opción evidente de una sublevación militar que forzara un enfrentamiento armado entre los trabajadores y la contrarrevolución.

Finalmente Allende es ratificado bajo la condición de firmar un Estatuto de Garantías Constitucionales, que establecía la autonomía de las FFAA. Es decir, desde el primer momento se atan las manos al gobierno popular de cara al enfrentamiento de clases, sobre una cuestión fundamental como es el carácter del Estado burgués y su brazo armado.

El programa de la UP

La Unidad Popular en el gobierno aplica su programa de reformas democráticas y antiimperialistas, incluyendo medidas en favor de los trabajadores sin precedentes en la historia de Chile: Nacionalización de los recursos naturales, la más emblemática: la nacionalización del cobre, considerado el “salario de Chile”; nacionalización parcial de la banca, comercio exterior, y empresas estratégicas, como la compañía de teléfonos ITT; se acelera la reforma agraria iniciada por el gobierno democratacristiano; reformas sociales denominadas las “40 medidas”, como la entrega de medio litro de leche diario para todos los niños y niñas en las escuelas, y el congelamiento del arriendo.

La estrategia de la UP plantea una transición gradual y por vía institucional al socialismo. Se argumenta la especificidad del Estado chileno como un sistema político estable y consideraba las Fuerzas Armadas como “constitucionalistas” y respetuosas de la democracia. Además, define que existe una burguesía nacional progresista. 

Se crea el Área de Propiedad Social, con participación de los trabajadores, que comprende 90 empresas estratégicas nacionalizadas. Los trabajadores llevarán más lejos esta iniciativa mediante ocupaciones. Llegaron a ser hasta 254 empresas monopolistas que estuvieron en el Área Social.

Durante el gobierno de la Unidad Popular hubo más de 2.000 ocupaciones de predios. Mientras el gobierno demócrata cristiana había expropiado 3,5 millones de hectáreas, la reforma agraria de Allende expropió 5,3 millones de hectáreas de riego básico, alcanzando hasta el 35% de las tierras agrícolas.

La autoorganización de los trabajadores en los Cordones Industriales es el punto más alto de esta revolución chilena. Una revolución “por abajo”, que desborda la revolución “ por arriba” del programa de gobierno de la UP. Como decían las consignas de la época, es una disputa entre “avanzar sin transar”, y “consolidar para avanzar”.

En 1973 el Área Social llegó a comprender al 30% de la fuerza de trabajo industrial y el 90% de la producción minera.  El primer año hubo un crecimiento industrial de 12%. En realidad, hasta mediados de 1972 se vive una pequeña era dorada. En algunas empresas textiles nacionalizadas la producción llegó a duplicarse. Se duplicó el consumo de productos nacionales, muestra de una mejor calidad de vida de los trabajadores que ahora pueden adquirir electrodomésticos, como lavadoras, refrigeradores, y que consumen más carne y leche. Sin embargo, el Estado sólo controlaba el 15% de la distribución. Esto será aprovechado por la burguesía, que utiliza el control que mantiene sobre la economía para sabotear al gobierno. Por otra parte, el boicot imperialista bloquea el acceso a repuestos y maquinarias.

Según el proyecto de la UP era clave la rápida puesta en marcha de una economía planificada en el Área Social, que transformara las relaciones de producción y aumentara la productividad. Sin embargo, las medidas a medias de nacionalización del gobierno de Allende provocan el sabotaje de la burguesía sin haber reemplazado la anarquía del mercado por la planificación democrática. Esto contribuye decisivamente a deteriorar la situación social y económica que lleva a la derrota.

A pesar de las dificultades, el apoyo electoral al gobierno aumenta, los partidos de la Unidad Popular obtienen 50% en las elecciones municipales de 1971. El Partido Socialista crece del 12% al 22%. 

En 1971 renunció un sector de la Democracia Cristiana que apoyaba a la Unidad Popular. Siguen el ejemplo del MAPU que se escindió de la DC en 1969. Esto es positivo y muestra la adhesión de algunos sectores medios, pero por otro lado la DC queda bajo control de su ala derecha.

Cordones industriales

La clase dominante abandona sus esperanzas de derrocar al gobierno por una vía democrática y en octubre de 1972 se lanza una fuerte ofensiva patronal con objetivo de derribar al gobierno. La burguesía y el imperialismo, son conscientes de la agudización de la lucha de clases bajo el gobierno de Allende, con la clase obrera amenazando con desbordar los límites de la democracia burguesa. No están dispuestos a perder su poder, riqueza y privilegios sin dar una batalla. Lamentablemente los dirigentes de la izquierda no tienen la misma claridad de visión y siguen confiando en el carácter democrático de las Fuerzas Armadas y la posibilidad de avanzar al socialismo gradualmente sin romper con la democracia burguesa.

Los industriales paralizan sus actividades. El gremio de camioneros realiza una paralización que afecta el transporte de combustibles, materias primas, alimentos y cargas marítimas. Se suman estudiantes de la Universidad Católica, médicos, ingenieros y transporte público. La oposición logra arrastrar a capas medias.

Los trabajadores responden ocupando las fábricas abandonadas por los patrones y florecen los Cordones Industriales, organizaciones obreras, democráticas, de base. Controlan la producción, y hacen sus propios repuestos, escasos debido al bloqueo económico. Para organizar la distribucion de productos basicos, se multiplican las Juntas de Abastecimiento y Precios, que combaten el acaparamiento y el mercado negro. Como sucede en todas las revoluciones, se establece un embrión de poder dual, que va más allá de las fábricas, y puede organizar territorialmente a campesinos y pobladores. Entre 20 y 30 mil trabajadores se movilizan en Santiago en torno a los cordones industriales.

Después de un mes el paro patronal es derrotado, y Allende forma un Gabinete cívico-militar. Esto es una cachetada en la cara, pues los militares fueron llamados a mediar en un conflicto donde la clase trabajadora ya había triunfado. Coloca militares junto a representantes sindicales en el gabinete, confundiendo las organizaciones independientes de los trabajadores con el gobierno. 

En un intento por evitar el inevitable enfrentamiento, en enero de 1973 el gobierno presenta el Plan Prats-Millas: la devolución de las fábricas ocupadas en octubre y que no estaban en el programa de gobierno. Además reduce el plan del Área Social de 90 a 49 empresas. Esto es inaceptable para los trabajadores que resisten la medida y el plan es retirado en febrero de 1973. 

Se dispone además una Ley de Control de Armas, que se utiliza en allanamientos contra los cordones. Mientras, en los meses antes del golpe, el fascismo realiza al menos 20 atentados diarios. Sobre la base de la confianza ciega en el carácter democrático del estado, en la práctica se desarma a los trabajadores mientras que las bandas fascistas campan a sus anchas. 

En las elecciones parlamentarias de marzo de 1973, la unidad popular obtiene 44%. La derecha no logra debilitar decisivamente al gobierno en el campo electoral. Para todos los trabajadores avanzados la conspiración golpista es evidente, y el golpe inminente. La cuestión entonces era si acaso debe esperarse la agresión o tomar la iniciativa. El arte de la insurrección revolucionaria debe saber disponer de medios defensivos que le permitan con algún disimulo desdoblarse hacia una ofensiva. Pero el grueso del trabajo preparatorio debía ser una tarea política orientada a los soldados con un programa general de democratización de las fuerzas armadas, con el objeto de organizar unidades antigolpistas.

El 29 de junio de 1973 un sector del ejército se sublevó, el llamado Tanquetazo, organizado por oficiales medios vinculados a Patria y Libertad. El comandante en jefe Prats, acompañado de un tal general Augusto Pinochet, reprime a los sublevados en el centro de Santiago. 

El general Prats reflexiona luego en su diario: 

Ya no me cabe duda de que un considerable número de oficiales generales de las fuerzas armadas y carabineros mantienen vínculos políticos con los dirigentes de la oposición, y que esos contactos adquieren carácter conspirativo.(…)Por qué no hablar de política en los cuarteles, si un regimiento con su comandante a la cabeza ha salido a la calle para atacar el palacio presidencial y el Ministerio de Defensa, y si el comandante en jefe ha tenido que salir también a la calle para defender al gobierno constitucional con una ametralladora en la mano?

Los Cordones tomaron la iniciativa y ocuparon todas las fábricas de la capital, los principales accesos a Santiago y los campesinos centralizaron el abastecimiento. El putsch es derrotado. Pero se evidencian graves fallas, grupos de trabajadores deambulan sin dirección por las calles de Santiago. Al final de la jornada, Allende pide, de nuevo, que devuelvan las empresas ocupadas durante la jornada y se vuelvan en paz a sus casas.

Como Prats y Pinochet reprimieron la sublevación, el Partido Comunista, cree ver confirmada su tesis, que las FFAA son constitucionalistas. En realidad, el Tanquetazo es solo un ensayo general,que confirma que la conspiración va a toda máquina y es cuestión de tiempo antes de otro golpe.

Este era todavía un momento favorable para que el gobierno se apoyara en la clase obrera y lanzara una ofensiva que expropiara definitivamente a los saboteadores burgueses. La contradicción estaba entre defender a un gobierno que los trabajadores consideraban como propio, pero a su vez la necesidad de superarlo por medios revolucionarios. El mismo gobierno los desarmaba política y materialmente ante la contrarrevolución. La revolución socialista era el único medio de defenderse.

Los oficiales golpistas de la Armada comprendían que no sería suficiente con la marina y la aviación para dirigir una acción contra el gobierno. Era clave contar con el apoyo del Ejército, y en esto, el general Carlos Prats era un obstáculo.

El general Prats es acosado por la prensa y con protestas de las esposas de los militares, flaquea bajo la presión y entonces Pinochet asume la comandancia en jefe. Prats lo describió así: “

Es el bellaco de luces limitadas y ambición desmedida, capaz de pasar una vida arrastrándose o agazapado a la espera del instante de cometer un crimen a mansalva, que le permita cambiar su destino por un golpe de audacia. Tengo la convicción de que solo se subió al carro de los golpistas en el último minuto, pero no dudo que se aferrará al poder cueste lo que cueste. Quedará como el gran traidor de nuestra historia. El que condujo al ejército y las fuerzas armadas a cometer un error mayúsculo e irreparable

Prats será asesinado meses más tarde en su exilio en Buenos Aires. El mando del Ejército ha tomado así su lugar en la trama golpista.

Los marinos constitucionalistas y el golpe

Es sabido que los principales conspiradores estaban en la Armada y que se reúnen regularmente con consejeros militares estadounidenses. Con la excusa de hacer preparativos para la operación UNITAS, en realidad preparan claves de comunicación entre los buques estadounidense y chilenos para el golpe de Estado. Además la marina provee armas y entrenamiento militar a Patria y Libertad, mientras los oficiales gritaban a la tropa arengas abiertamente golpistas. 

Un grupo de marinos conoce los planes de sus oficiales para derrocar al gobierno. Saben además que hay muchos marinos antigolpistas. Se elaboran dos estrategias que dividen las opiniones del grupo. Uno, inspirados por la sublevación de la escuadra de 1931 cuando los marinos apresan a los oficiales y toman control de las naves, elaboran un plan para reaccionar solo en caso de golpe, donde ocuparían los buques para llevarlos a alta mar, fuera de uso para la contrarrevolución. 

La otra idea era anticiparse al golpe, por lo que este grupo decide contactar con dirigentes políticos de la izquierda revolucionaria. El MIR, el MAPU y el PS no acuerdan en su totalidad con el plan que el grupo le presenta, y tampoco alcanzan consenso entre ellos. La falta de unidad de una dirección revolucionaria de los trabajadores fue otra desventaja, mientras la contrarrevolución pudo resolver este problema a través de los 3 duros años de oposición y obtener unidad de mando para el golpe.

En agosto de 1973 las reuniones con la izquierda son descubiertas. Los marinos son procesados por la justicia militar, acusados de insurrección y torturados. Escandalosamente, Allende no interviene en su ayuda, arguyendo que esto viola la autonomía de las FFAA (¡¡!!). Esto es determinante para la derrota, pues desincentiva a los soldados y marinos de base a actuar en defensa del gobierno. Sumado a que la Unidad Popular no elaboró una política para las fuerzas armadas y la tropa no era escuchada. 

Uno de los marinos torturados, un cabo, dirá años más tarde: “Creo que Allende se preocupó más de ganarse el mando, de ganarse la oficialidad. (…) Entonces nos descuido a nosotros los suboficiales” 

El 4 de septiembre, 800.000 trabajadores marchan frente a La Moneda, pidiendo armas y el cierre del congreso. El 5 de septiembre, los cordones industriales envían una carta al presidente Salvador Allende, destacamos algunas cosas que los trabajadores reclaman:

…Consideramos no solo que se nos está llevando al camino que nos conducirá al fascismo en un plazo vertiginoso, sino que se nos ha estado privando de los medios para defendernos.
Por lo tanto le exigimos a usted, compañero Presidente, que se ponga a la cabeza de este verdadero ejército sin armas, pero poderoso en cuanto a consciencia, decisión, que los partidos proletarios pongan de lado sus divergencias y se conviertan en verdadera vanguardia de esta masa organizada, pero sin direccion.

Exigimos:

5. Frente al área social: Que no solo no se devuelva ninguna empresa donde exista la voluntad mayoritaria de los trabajadores de que sean intervenidas, sino que esta pasen a ser el área predominante de la economía.

(…)
8. Exigimos que se derogue la Ley de Control de Armas. Nueva Ley Maldita que solo ha servido para vejar a los trabajadores, con los allanamientos practicados a las industrias y poblaciones, que está sirviendo como un ensayo general para los sectores sediciosos de las fuerzas armadas, que así estudian la organización y capacidad de respuesta de la clase obrera en un intento para intimidarlos e identificar sus dirigentes.

9. Frente a la inhumana represión a los marineros de Valparaíso y Talcahuano, exigimos la inmediata libertad de estos hermanos de clase heroicos, cuyos nombres ya están grabados en las páginas de la historia de Chile.

Sin embargo, Allende y los dirigentes de la Unidad Popular siguen aferrados tercamente a su concepción de un estado ‘democrático’ que obedecía al gobierno y unas fuerzas armadas ‘constitucionalistas‘ y respetuosas de la cadena de mando. Ese camino llevaba directamente al desastre como advertían los cordones industriales en su carta: 


Estamos absolutamente convencidos de que históricamente el reformismo que se busca a través del diálogo con los que han traicionado una y otra vez, es el camino más rápido hacia el fascismo.

Desoyendo el clamor de la clase obrera Allende propone a los partidos un plebiscito, en un intento de utilizar métodos parlamentarios para resolver el conflicto de poderes entre el gobierno y la oposición en el Congreso. La fecha del golpe es el 11 de septiembre, para prevenir el anuncio de esta medida. 

Toda sublevación necesita un momento de “desborde”, un momento delicado en que las fuerzas están en un estado “cero” o de pasividad, y del que saltan resueltamente a la acción ofensiva. El factor sorpresa puede contar con el secreto y el engaño. Que había un golpe en ciernes no era ningún secreto, pero las direcciones de la izquierda, principalmente los comunistas y el propio Allende, estaban engañados por sus propias tesis políticas sobre el constitucionalismo de las fuerzas armadas.

El Estado Mayor había elaborado un plan anti insurreccional en caso de emergencias, el Plan Hércules, pero en realidad este se aplicó para derrocar al propio gobierno. Como ya era de público conocimiento que la Armada eran golpistas, el golpe comienza en la madrugada en Valparaíso. Entonces la respuesta natural sería enviar los regimientos de Santiago para supuestamente reprimir el alzamiento. En realidad, sólo irían al encuentro amistoso con los sublevados para neutralizar cualquier resistencia y proceder al golpe en Santiago. 

Joan Garces, asesor cercano del presidente Allende explica: 

La obra de Pinochet consistió en lograr convertir el dispositivo destinado a defender al gobierno en centro de dirección y apoyo de la insurrección (…) Pero el éxito de la acción de Pinochet no se explica sin considerar el hecho decisivo: enfrente del aparato del estado no había ninguna organización con capacidad de resistencia militar (…)La ausencia de toda capacidad coercitiva proletaria autónoma dejaba a la UP sin otra disyuntiva militar que la de continuar apoyando en la oficialidad que aparentaba conciencia profesional y democrática.” (Allende y la experiencia chilena. Joan Garces. 1976. p.363).

Los trabajadores, huérfanos de dirección política, se concentraron en los lugares de trabajo esperando instrucciones. Ante un enemigo superior en armamento y coordinación, lo que correspondía era responder con movilidad y comunicación, no permanecer en puntos fijos. Algunas fábricas y poblaciones resistieron heroicamente, pero los militares controlaron toda la situación en algunas horas.

Se dice que Allende no armó a los trabajadores. Es verdad, pero no es la mejor forma de plantear el problema. El problema es que las principales organizaciones jugaron con el problema militar sin planteárselo seriamente. Se requiere formar cuadros, pensar una política dirigida a los soldados de base, y eventualmente preparar una fuerza propia. No basta suponer la existencia de sectores simpatizantes en las fuerzas armadas, se necesita el coeficiente activo de la lucha de clases. Una acción decidida de las masas organizadas, podía ganar a un sector de soldados y marinos, quebrando las FFAA en líneas de clase. Sobre todo, se necesitaba un partido revolucionario que dirigiera la tremenda creatividad y disposición de combate de la clase obrera y su vanguardia. Las masas estaban desarmadas políticamente. 

La Dictadura

Frei y la Democracia Cristiana pensaban que los militares le traspasarían el poder en el corto plazo. Pero la dictadura se prolongó 17 años. Las masas estaban desmoralizadas e impotentes ante la reacción triunfante. Había una situación económica desastrosa, luego de años de sabotaje de la propia derecha, pero también producto de la crisis internacional. A pesar de sus contradicciones internas, la dictadura pudo mantenerse por inercia.

En las organizaciones de izquierda en la clandestinidad y en el exilio, comenzaron fuertes debates internos. Se trataba de definir tres cosas: Las causas de la derrota del gobierno de la UP, el carácter de la dictadura militar, y por último, por qué medios acabar con la dictadura. 

La clase obrera chilena había vencido la ofensiva contrarrevolucionaria en varias ocasiones, notablemente en octubre del 72, y mostró su potencial para dirigir la economía y la sociedad. Faltaba generalizar estas experiencias, y coordinarlas a nivel regional y nacional. Lamentablemente esto no se logró, por falta de tiempo, pero por encima de todo por la ausencia de una dirección revolucionaria con suficiente apoyo entra las masas. Los trabajadores requerían acciones audaces para solucionar la cuestión del poder. Y finalmente la reacción resolvió esta cuestión a su favor.

El grupo fascista “Patria y Libertad”, fue una fuerza pequeña y auxiliar de la reacción. Esto diferencia a Pinochet en lo fundamental, del fascismo de Hitler o Mussolini, que se apoyan en organizaciones fascistas de masas para destruir a la clase obrera. Por su parte, la dictadura de Pinochet utiliza el aparato estatal, el “dominio de la espada”, es un régimen bonapartista. Pero es particularmente cruel, debido precisamente a la gran fuerza que habían mostrado los trabajadores. En este sentido, es un bonapartismo con rasgos fascistas.

Los militares no eran ningunos economistas ni intelectuales. No fue hasta la llegada de los Chicago Boys en 1975 que el régimen adoptó un proyecto económico y político que se combinó con el conservadurismo local. La dictadura no recuperó simplemente las posiciones perdidas de la burguesía y el imperialismo, sino que transformó la estructura social y económica de Chile. Es el llamado modelo neoliberal. La contrarrevolución consolida su proyecto y dicta la Constitución de 1980. 

Se establecen los pilares ideológicos y económicos del sistema. El Código del trabajo, con leyes antisindicales que acaban con la negociación por rama. La desnacionalización del cobre, que permite además concesionar otras empresas estatales. El sistema privatizado de pensiones. La municipalización de la educación pública y la privatización de la educación universitaria. El negocio forestal. Podríamos continuar, pero digamos simplemente que estas políticas fueron impugnadas por el movimiento estudiantil de 2006 y 2011, y más recientemente por la rebelión de octubre del 2019.

El exilio jugó un rol decisivo en la izquierda, en un proceso conocido como Renovación Socialista, influenciado por la experiencia de los regímenes estalinistas, el eurocomunismo y el financiamiento de la socialdemocracia europea. La propuesta de colaboración de clases del “compromiso histórico” de Berlinguer en Italia, será fundamental. También la “transición modélica” en España después de la muerte de Franco.

La Renovación Socialista trata de articular democracia burguesa y ‘socialismo’, generando alianzas con el centro, es decir con la Democracia Cristiana, abandonando la lucha de clases y la toma del poder por la clase obrera.

El Partido Socialista sufre una crisis y divisiones en 1979 pero la Renovación Socialista será hegemónica. Sin embargo, hay corrientes socialistas con más presencia en el interior de Chile, que mantienen sus banderas revolucionarias.

Hasta 1979 el Partido Comunista, cuya dirección no ha roto con la política frentepopulista que llevó al desastre, quiere incluir a la DC en un “Frente Antifascista” contra la dictadura. Pero la DC los rechaza y en realidad quiere aislarlos. Influenciados por comunistas en la RDA, y el ánimo combativo de jóvenes militantes en el interior, se promueve la Rebelión Popular de Masas. Es decir, el camino de la derrota política de las Fuerzas Armadas y no la conciliación con el régimen. 

La lucha contra la dictadura

En 1982 Chile sufre la mayor crisis económica desde 1930. El PIB cayó un 15%, el desempleo alcanzó el 25%, y en algunos sectores marginales era de hasta 40%. A principios de los 80s ronda el ejemplo de la revolución sandinista en Nicaragua y El Salvador, donde algunos chilenos lucharon y recibieron instrucción. Y en 1983 se cumplen 10 años de insoportable estado de excepción y toques de queda. 

Estos factores explican las protestas que tomaron por sorpresa tanto a los militares como a los partidos políticos. La Confederación de Trabajadores del Cobre (CTC), llama a la Primera Jornada de Protesta Nacional para el 11 de mayo de 1983. Las manifestaciones son masivas y especialmente combativas en las poblaciones periféricas de Santiago. Pero también se suman profesionales, comerciantes y transportistas. Surge además una organización de mujeres opositoras a la dictadura, el MEMCH 83. Los sindicatos dispuestos a movilizarse dan forma al Comando Nacional de Trabajadores (CNT).

Se crea la Alianza Democrática, que agrupa a la DC, los socialistas renovados, y algunos sectores de derecha opositores a la dictadura, que presionan por una rápida negociación. Por otra parte, el Partido Comunista, socialistas, el MIR, y otros grupos de izquierda forman el Movimiento Democrático Popular. Hay una competencia entre la salida pactada de la Alianza Democrática y la salida rupturista del Movimiento Democrático Popular. La tercera opción es continuar con el calendario institucional de la dictadura que contempla un plebiscito en 1988. Pinochet gana tiempo en diálogos infructíferos, mientras desata la represión indiscriminada y la eliminación selectiva de dirigentes. 

Existe un ánimo pre insurreccional que amenaza con desbordar las negociaciones. El Partido Comunista conecta con la radicalización en las poblaciones, ingresan cuadros militares al país, y nace el Frente Patriotico Manuel Rodriguez (FPMR).

La mayor Jornada de Protesta Nacional tiene lugar el 2 y 3 de julio de 1986, con una paralización total. Los grupos que buscan la derrota política de las FFAA califican que este es el “año decisivo”. Pero ocurre la incautación de armas enviadas desde Cuba, una operación fallida del FPMR y un mes más tarde fracasa el atentado a Pinochet. Es un golpe logístico y moral que hunde al PC y al FPMR en una crisis, debilitando así la opción rupturista.

Se consolida la salida pactada, que da lugar a la Concertación de Partidos por la Democracia, haciendo campaña para el plebiscito de 1988. El NO (No continuar la dictadura) gana con 56%, contra 44% del SI. 

La transición democrática pactada fue un compromiso por arriba, para evitar el desborde insurreccional por abajo. Se oxigenó a la dictadura en momentos decisivos, evitando su caída por medios revolucionarios. La impunidad de los crímenes de la dictadura quedó establecida y las fuerzas armadas quedaron sin depurar. La “Concertación”, coalición formada principalmente por el recién fundado Partido Por la Democracia, Partido Socialista y la Democracia Cristiana, administró las aspiraciones democráticas del pueblo chileno después de la dictadura. Pero gobernaron con el mismo legado dictatorial. Cambiar todo para que nada cambie. 

A 50 años del sangriento golpe de estado vivimos todavía con el legado de esa derrota. Es crucial sacar las lecciones necesarias, la más importante de todas, acerca del carácter de clase del estado burgués y la imposibilidad de la toma del poder por parte de la clase obrera por vías simplemente institucionales. 

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Consejo Editorial De Colombia Marxista

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