En Julio 22, un comunicado del Pacto Histórico confirmó que “hay un acuerdo en la bancada del Pacto Histórico de impulsar la constitución de una organización política unitaria, en la que confluyan los partidos y movimientos que hacen parte del Pacto Histórico, y otras agrupaciones que confluyen en la agenda de cambios para el país”. Efectivamente, este comunicado ratifica la campaña que ha ocurrido desde las altas cúpulas del Pacto en nombre de unificar bajo una sola bandera a los 12 partidos.
Esta perspectiva es la conclusión lógica de la fundación de la coalición electoral en febrero 11 de 2021. Detrás de la fraseología de la necesidad de “crear un movimiento que vaya más allá de lo electoral”, sin embargo, se esconden los grandes problemas de la colaboración de clases. El Pacto Histórico representa a 12 partidos y 12 movimientos que decidieron adscribirse al programa de llevar a Gustavo Petro a la presidencia. En esta coalición hay partidos tan diversos como el Partido Comunista Colombiano (PCC) y Fuerza de la Paz”, el “movimiento” de Roy Barreras, el antiguo Uribista/Santista y hoy embajador al Reino Unido.
El andamiaje que une a estos partidos es precario. Estos debates en favor de la unidad son claramente necesarios para construir una coalición capaz de confrontar a la oligarquía colombiana. Sin embargo, para los comunistas no es suficiente simplemente llamar a la unidad. Debemos preguntar: ¿con quién? ¿Con qué programa? ¿Y en nombre de qué clase?
¿Qué es el Pacto Histórico realmente?
A tres años y medio de la fundación del Pacto Histórico, esta coalición se encuentra a la cabeza del ejecutivo y con un grupo parlamentario en las cámaras legislativas que dicta la agenda política del país. Ha atraído a figuras líderes de la política colombiana como Roy Barreras y Jose Antonio Ocampo a su cabeza, el apoyo pasivo (con desencantos) de liberales como Cesar y Alejandro Gaviria (cuya única relación es su defensa incansable de la explotación de la clase trabajadora) y a 11 millones de votantes con la meta de ponerle fin a décadas de poder concentrado en la infame derecha colombiana.
En sus primeros dos años en el poder, el Pacto Histórico ha puesto todo tipo de reformas en la agenda legislativa y por consiguiente, en la agenda política de la clase obrera colombiana. Reformas como la laboral, pensional, tributaria, agraria y demás han sido discutidas de manera abierta en las calles, las oficinas, las universidades y por primera vez se ven posibles, después de décadas de represión paramilitar.
La dirección, orientación y el destino de todas estas reformas sólo se entienden en la medida en que se comprende la composición del Pacto Histórico: Una coalición heterogénea y multiclasista. Esto es esencialmente un frente amplio, conformado por la clase obrera en las bases y la ala “progresiva” de la burguesía colombiana en la dirección.
Esta unidad se formó con la meta de derrotar políticamente al uribismo, pero esta no era la única perspectiva de la burguesía. Basta con recordar los comentarios de Alejandro Gaviria durante las elecciones del 2022: “estamos durmiendo en la boca de un volcán. Hay mucha insatisfacción. Podría ser mejor tener una explosión controlada con Petro que contener el volcán. El país está demandando el cambio.” Estas líneas reflejan la meta central del Pacto Histórico: encauzar toda la energía del paro nacional del 2021, que amenazó con derrocar al gobierno de Iván Duque, hacia el parlamentarismo, con la meta de prevenir otra explosión social.
Es enteramente cierto que figuras como Alejandro Gaviria y José Antonio Ocampo han salido desencantados de la coalición, pero sus reemplazos han sido otros alfiles del establishment político cuya tarea sigue siendo la de mantener la estrategia de un gran acuerdo nacional en la mira. Como ejemplo tenemos a Juan Fernando Cristo, el nuevo ministro del interior,, quien ocupó la misma cartera bajo la gestión de Juan Manuel Santos y ha declarado que “Necesitamos más concertación y menos confrontación” a la hora de reiniciar la siguiente sesión legislativa.
Es claro que el gobierno del Pacto Histórico, a través de los últimos dos años, ha tratado de unificar dos clases cuyos intereses son irreconciliables. Como muy bien reza la Biblia en su momento, “nadie puede servir a dos amos”. Mientras este movimiento tenga en su interior a representantes del capital y del establishment político, estos utilizarán todos sus recursos para gestionar los intereses de las bases y canalizar la energía de los elementos radicales hacia la vía parlamentaria.
El papel del Partido Comunista Colombiano
Vale la pena discutir, en particular, qué papel ha jugado el Partido Comunista Colombiano en esta situación. En la editorial 3232 del 2024, escrita para el Semanario Voz su órgano de prensa, encontramos la siguiente declaración: “Otra trascendental decisión tiene que ver con la concreción de un gran acuerdo nacional con fuerzas y poderes políticos, institucionales y sociales, e incluso internacionales. Se trata de un acuerdo que permita obtener resultados en la política de paz total y aprobar, implementar y sostener las políticas que emanan de las nuevas reformas sociales, como la ya aprobada reforma pensional, la estancada reforma agraria y las que vienen en la nueva legislatura como la reforma laboral, de salud y educativa.”
Es necesario preguntarnos con quién debe ser ese acuerdo. La realidad es que el Pacto Histórico, desde su bancada en el congreso, ha intentado promover de manera constante acuerdos con la burguesía colombiana a través de sus partidos, como el partido liberal, en nombre de un gran Acuerdo Nacional en donde todas las fuerzas “progresistas” se orienten hacia las reformas.
Esto puede sonar pragmático, pero la realidad es que los intereses de la burguesía y la clase obrera son enteramente irreconciliables. Por un lado, la clase dominante depende de la explotación de la clase obrera para obtener la mayor cantidad de lucro posible. Además, un robusto estado de bienestar significa un incremento a sus impuestos y, más importante aún, un nuevo competidor que reduciría sus ganancias. En el sector salud, por ejemplo, la posibilidad (ya completamente descartada) de un sistema de salud de un solo pagador significaba la posibilidad de perder 95 billones de pesos en ganancias para las Empresas Promotoras de Salud que cubren a 41 millones de pacientes (80% de la población colombiana).
Esta oposición se ha manifestado en los ataques a la reforma laboral de parte de Fenalco y el Banco de la República, los ataques y calumnias constantes de la prensa de derecha al gobierno de Petro y en la organización de marchas de la oposición que movilizan a miles de personas usando todo el poder financiero de la oligarquía para pagarle a la gente de a pie para que salga. La reforma agraria se ha estancado y el intento más reciente de avanzar a través del congreso se ha encontrado con los ataques de promover la expropiación exprés.
Ante esto, es necesario entender que no podemos contar con la burguesía para avanzar estás demandas. Solo serán las organizaciones de la clase obrera las que podrán defender estas demandas que amenazan directamente las ganancias de la patronal. Mientras las organizaciones de la clase trabajadora colaboren con los partidos políticos de la burguesía, estos partidos priorizarán sus propios intereses materiales sobre los de la clase obrera.
La verdadera solución a este problema es, implementar el principio electoral en todas las bases de este partido unitario. Este enfoque tiene el objetivo de centralizar sus tareas y asegurar que sus dirigentes representen los intereses de las clases que componen sus mayorías por encima de la minoría que ha tomado el control de la coalición a través de la explotación de los obreros.
Voz continúa: “En el actual contexto y marco constitucional, las elecciones siguen siendo un componente importante en el proyecto de cambio. El reto está en superar esa condición meramente electoral en que cayó el Pacto, para dar paso a una real democracia donde el poder constituyente popular y social sea el activo de los cambios y el sujeto político juegue su papel de cohesión y liderazgo.”
En esto estaríamos de acuerdo, pero la cuestión es, entonces, la relación entre la clase, los partidos obreros y sus direcciones. Si queremos hablar de una democracia real en donde las masas puedan jugar un papel clave en tomar control de sus propios destinos, entonces tendrán que crear sus propios órganos de poder estatal que no estén conectados por miles de hilos al latifundio, el empresariado y el imperialismo internacional.
El estado burgués colombiano está diseñado para dejar afuera a las masas obreras en cada instancia. Los costos asociados con las campañas electorales para un escaño local son inalcanzables para un trabajador común. Esto requiere una maquinaria electoral considerable y el respaldo de partidos tradicionales, que a menudo implican alianzas que conllevan concesiones programáticas. Además de este problema evidente, existen otros aspectos secundarios que también deben considerarse, como el centralismo capitalino. Este centralismo concentra el aparato estatal en una sola ciudad, donde se toman decisiones que afectan profundamente a las vidas del resto del país.
En este sentido, un partido unitario que todavía mantenga a la burguesía a su cabecera no podrá movilizar el poder “popular y social”. Si bien los comunistas no estamos en contra de usar las elecciones y la democracia burguesa para proponer nuestro programa, si explicamos que este programa tiene que ser un programa comunista. Que no podemos defender las concesiones que la burguesía a la cabeza del Pacto Histórico ofrece en nombre de mantener los escaños. Nuestra tarea, dentro del congreso, es usarlo como un tribunal de las masas en donde pongamos en tela de juicio el sistema capitalista y la democracia burguesa.
“Debe haber una conciencia clara en cada organización o partido, de que el avance en la unidad amplia significa también ceder en aspectos particulares de cada uno. ¿Hasta qué punto están dispuestos a ceder en aras de la unidad?”
Aquí, el artículo revela la verdadera naturaleza de la unidad que el Pacto Histórico está tratando de promover y del papel que el Partido Comunista planea jugar dentro de la coalición, como aquellos que ofrecerán una cobertura en el flanco izquierdo de la coalición mientras que atacan a aquellos que critiquen al programa del Pacto como “saboteadores de la unidad”. Es difícil leer estas palabras y no pensar en las de León Trotsky al respecto del Frente Popular francés:
“El “Frente Popular”, en su forma actual, pisotea no sólo la democracia proletaria, sino también la democracia formal, es decir burguesa. La mayoría de los electores radicales no toman parte en la lucha de los trabajadores, y en consecuencia, en el “Frente Popular”. Sin embargo, el Partido Radical ocupa en este “Frente” una posición no solamente igual sino privilegiada; los partidos obreros son obligados a limitar su actividad según el programa del Partido Radical. (L. Trotsky,” ¿Adonde va Francia?, 1936)
Para nosotros, el camino para una coalición de la clase trabajadora debería ser el de encontrar la vía en donde los “pragmáticos” de la burguesía y sus tenientes dentro del movimiento obrero sólo encuentran obstáculos y razones para gobernar dentro de los márgenes del capitalismo. Donde el gobierno propone una reforma agraria que compre las tierras improductivas al latifundio, se debe proponer una reforma agraria que exproprie al latifundio y que le dé a cada campesino la tierra y los recursos para trabajarla. Donde se propone una reforma laboral que incremente la compensación a las horas de trabajo nocturnas y formalice la contratación de los varios sectores informales, nosotros respondemos con la propuesta de un salario mínimo indexado a la inflación. Donde se propone un sistema mixto de salud en el cual las EPSs y el gobierno sirvan como proveedores para diferentes sectores de la sociedad, nosotros recordamos al gobierno que su programa proponía un sistema único de salud y explicamos que la única manera de lograrlo es expropiando a las EPSs.
En otras palabras, la tarea de esta coalición debería de ser tomar las aspiraciones de millones de personas y convertirlas en una guía para la acción revolucionaria que desafíe abiertamente a la oligarquía colombiana, el imperialismo que la financia y el sistema que usan para oprimirnos.
La tormenta próxima y las tareas de los comunistas
La juventud está buscando ideas que puedan romper la paralización en la que se encuentra el gobierno del cambio. Muchos de ellos han salido decepcionados de la política después de haber votado por Petro. Si bien no tenían ilusiones en la idea de que la elección de un nuevo presidente pudiera resolver estos problemas, no han encontrado una bandera ni una organización que los represente. Hasta ahora, el Pacto Histórico ha cooptado a ciertas figuras del Paro Nacional y les ha dado puestos en el gobierno. No hay duda de la sinceridad de muchas de estas personas, pero es claro para la mayoría que el gobierno de Petro ha usado a estas figuras para defenderse con fraseología radical de la crítica de aquellos a su izquierda.
Hay una capa de la clase obrera y de la juventud que está buscando alternativas por fuera del Pacto Histórico y del gobierno de Petro. Esta capa quiere luchar por el socialismo y quiere ponerle fin al capitalismo colombiano que condena a millones de colombianos al hambre, la miseria y la violencia de las multinacionales que se enriquecen directamente de la explotación de nuestra clase obrera y nuestro campesinado. Esta capa está buscando diferentes formas de expresión política, incluyendo el anarquismo que reina en el movimiento estudiantil.
La tarea de los comunistas por este lado es clara: encontrar una vía directa a esta capa y organizarla para prepararla para los eventos por venir. Es evidente que para ellos se está preparando una derrota a futuro y una posible victoria de la derecha en el 2026. Pero lo que no se deja dicho es la razón de esta derrota: la táctica del frente popular que el Pacto Histórico está avanzando.
En la medida en que la coalición mitigue las demandas radicales que movilizaron a las masas entre el 2019 a el 2022 e intente conciliar con la misma oligarquía que asesinó a nuestros compañeros en las calles, creará un vacío político que causará desilusión entre quienes marchamos durante esos días históricos. No solo esto, sino que amarrará el destino de nuestras organizaciones políticas al destino de una burguesía “progresista” que no tiene ninguna solución política a la crisis internacional del capitalismo y que eventualmente tendrá que implementar medidas de austeridad para poder solventar los problemas financieros que la propiedad privada de los medios de producción están causando en el mercado mundial.
En este sentido, la propuesta de la unificación de todos los partidos bajo la misma personería jurídica prepararía la eventual irrelevancia política del Pacto Histórico. En la medida en que todos los partidos de izquierda sean subordinados a un programa reformista, no habrá necesidad de distinguir entre ninguna de estas organizaciones. Los comunistas, por este lado, deberán luchar más bien por un frente unido, en donde los diferentes partidos puedan mantener sus programas, tácticas y estrategias en nombre de metas concretas en común (como lo son derrotar a la oligarquía en las elecciones del 2026 y concretar el paso de las reformas) para así debatir abiertamente las diferencias en las estructuras de este frente.
Rosa Luxemburgo, en su clásico texto, “Reforma o Revolución” explicaba que:
“La lucha diaria por las reformas, por la mejora de la condición de los trabajadores en el marco del orden social existente y por las instituciones democráticas, ofrece a la socialdemocracia el único medio de participar en la guerra de clases proletaria y de trabajar en dirección al objetivo final: la conquista del poder político y la supresión del trabajo asalariado. Entre las reformas sociales y la revolución existe para la socialdemocracia un lazo indisoluble. La lucha por las reformas es su medio; la revolución social, su objetivo.”
En ese sentido, para los comunistas, la lucha por las reformas es una oportunidad perfecta para explicar que solo las tácticas más militantes del movimiento obrero (movilizaciones masivas, huelgas de obreros, cabildos para coordinar las luchas de varios lugares de trabajo, etc.) harán la diferencia a la hora de luchar por las reformas. Para implementar estas tácticas, es requerido crear un partido independiente de clase que no tenga vínculos con la oligarquía que necesita defender las ganancias de una minoría a como dé lugar. Sin esto, la clase obrera siempre luchará con las manos atadas a la espalda.
Esta es la tarea más crucial para nosotros en este momento y su urgencia demanda la máxima dedicación y esfuerzo. Es evidente que habrá nuevos paros nacionales, ya que las razones que nos llevaron a movilizarnos en 2019 en adelante siguen vigentes. Desde el asesinato de 98 líderes sociales en lo que va de 2024 hasta el hecho de que el 10% más rico que posee 64% de la riqueza, mientras que el 50% más pobre posee solo 4%. Estas realidades se están acentuando con un enorme peso en la conciencia de la juventud en particular.
En este artículo, no podremos ahondar en el proceso granular de la derrota del paro nacional del 2021 (esto lo hemos explicado en artículos anteriores), pero la razón principal fue el hecho de que la dirección del paro nacional cayó en las manos de los dirigentes del “Consejo nacional del paro”, compuesto por los dirigentes de las centrales obreras que dedicaron toda su energía a enrutar la energía de la clase obrera a un canal seguro. La realidad es que cualquier gran movimiento de masas va a buscar una dirección política que le pueda armar con un programa, métodos, tácticas y estrategia para confrontar el momento.
La construcción de un partido que pueda ofrecer esta dirección tiene como prerrequisito la independencia de clase. Sin esto, la clase obrera siempre será forzada a defender los intereses de la clase dominante. Un partido así podrá, tal vez, obtener grandes victorias temporales a corto plazo (escaños, finanzas, reformas, etc.) pero sembrará las semillas de su propia destrucción a largo plazo en la medida en que sus lazos con la clase dominante lo fuercen a traicionar las aspiraciones de las masas.
Ciertamente, la construcción de un partido obrero independiente de clases no es para nada fácil en un país como Colombia, en donde el movimiento obrero ha sido atacado constantemente por una oligarquía sanguinaria. Mientras que una perspectiva “pragmática” sugiere que necesitamos soluciones inmediatas y que, para ello, debemos aceptar concesiones de quienes detentan el poder, los marxistas debemos argumentar que todos los atajos conducen a callejones sin salida y que estas concesiones conllevan un alto precio. Cualquier trabajador que haya tomado el camino de menor resistencia en su trabajo reconoce que está preparando problemas para el resto de su día.
Por ello, no hay mejor momento que el presente para establecer los cimientos de un partido con un programa revolucionario sólido, con métodos, tácticas y estrategias que preparen a los obreros y a las juventudes a luchar por el poder en contra de la oligarquía que planea cooptar nuestras aspiraciones para estrangularlas. Solo con una preparación adecuada y un compromiso firme con nuestros principios revolucionarios podremos enfrentar eficazmente los intentos de neutralización y avanzar hacia una transformación auténtica.