El 1 de Mayo, tradicional fecha de conmemoración y lucha para la clase trabajadora a nivel mundial, fue escenario de una multitudinaria marcha en Colombia. Al calor de la necesidad, de parte del Gobierno reformista, de contrastar a la marcha de la oposición del 21 de abril, el presidente Petro anunció que acompañaría la tradicional marcha hacia la Plaza de Bolívar.
Las cifras varían pero según el Puesto de Mando Unificado de Bogotá en el momento cumbre de la marcha, alrededor de las 12:30PM a 1:00 PM, cuando Petro inició su discurso, había cerca de 55,000 personas en la Plaza de Bolívar y todavía le faltaban varias horas más de movilización que fue capaz de llenar este recinto, con capacidad para 55.612 personas, varias veces. En el resto del país la cosa fue parecida, sobre todo en las ciudades principales como Cali, Bucaramanga y Medellín. En total, hubo marchas en 60 ciudades del país.
El discurso del presidente, repleto de simbolismos y apelaciones a la fuerza popular sin embargo condensa nuevamente las limitaciones de su pensamiento reformista, y el porqué la clase trabajadora necesita confiar en su propia fuerza.
Una clase trabajadora y juventud necesitadas de dirección
Desde los años 80, con el auge de la Unión Patriótica, pocas veces se han visto marchas del 1 de mayo como la de este año. De hecho, la marcha se había convertido en una especie de ritual, en la cual la omnisciente presencia del ESMAD, elementos radicales, y la burocracia sindical, hacía muy conocido lo que pasaría. Asimismo, esto hacía que la convocatoria fuera realmente minúscula y aislada del resto de la sociedad.
2024 demostró que aquellos intelectuales que hablan del “agotamiento” de las masas, o de su “falta de pericia” siguen equivocándose como durante los paros del 2019 y el 2021. La presencia en la calle de estas apoteosicas multitudes no es resultado de la suerte, como muchos en la izquierda susurraban aliviados, o sólo una respuesta a la también nutrida movilización de la derecha y el centro del día 21 de abril. En realidad es el resultado de una serie de acontecimientos y dinámicas que han vuelto a prender la chispa de quienes se movilizaron durante el Estallido Social y votaron por el Cambio.
El ataque a las reformas, la amenaza al gobierno nacional, las bancarrotas de las EPS, los asaltos antidemocráticos y corruptos al estudiantado y la comunidad estudiantil destapados por la elección de rector en la Universidad Nacional y hasta el genocidio en Gaza, fueron algunos de esos eventos que empujaron a que este 1 de mayo la gente saliera a marchar. Un punto de reunión, por ejemplo, fue la sede de la embajada de Palestina, cuya bandera fue parte integral de la marcha. Por todos lados se oían las consignas a favor del pueblo palestino y la denuncia del genocido y los crímenes del Estado sionista.
El ímpetu detrás de la marcha fue la necesidad de defender lo poco que se consiguió durante el Paro Nacional: la elección de un presidente que les prometió lograr una Colombia diferente a través de las reformas.
La crisis orgánica del capitalismo ha lanzado a una capa de jóvenes a la miseria y la zozobra lo que inevitablemente les ha radicalizado. Esto los llevó a organizarse en las grandes organizaciones de masas, como lo son el Pacto Histórico y las centrales obreras, que tienen un aparato organizativo heredado del periodo anterior con los números para absorber a estos jóvenes y guiar su energía a canales seguros.
Esta radicalización es un fenómeno que estamos viendo en todo el mundo, en donde eventos mundiales como la pandemia, la guerra en Ucrania, el genocidio en Gaza y su impacto en la economía mundial han generado toda una capa de jóvenes comunistas que quieren desmantelar el sistema capitalista y arrancarlo desde los cimientos.
Sin embargo, aquí las contradicciones se han hecho menos evidentes debido al papel del reformismo y su mitigación de la lucha de clases. La ilusión de una mejor calidad de vida basada en reformas legislativas sirvió para amortiguar los disgustos de muchos y muchas. Pero al mismo tiempo la crisis internacional del capitalismo y los ataques a las reformas han contribuido a sacar a flote los obstáculos que ralentizan y moderan el avance de las reformas, mientras el Estado siga siendo una herramienta de la clase dominante.
Esto ha hecho que durante todo este periodo la marea suba y baje enriqueciendo de músculo social a las organizaciones tradicionales de izquierda ante la ausencia de un liderazgo más rádical.
Como escribía Trotsky en Clase, partido y dirección (1940):
“En realidad, la dirección no es, en absoluto, el ‘simple reflejo’ de una clase o el producto de su propia potencia creadora. Una dirección se constituye en el curso de los choques entre las diferentes clases o de las fricciones entre las diversas capas en el seno de una clase determinada. Pero tan pronto como aparece, la dirección se eleva inevitablemente por encima de la clase y por este hecho se arriesga a sufrir la presión y la influencia de las demás clases. El proletariado puede ‘tolerar’ durante bastante tiempo a una dirección que ya ha sufrido una total degeneración interna, pero que no ha tenido la ocasión de manifestarlo en el curso de los grandes acontecimientos. Es necesario un gran choque histórico para revelar de forma aguda, la contradicción que existe entre la dirección y la clase. Los choques históricos más potentes son las guerras y las revoluciones.” (pg 129)
Esos choques todavía no han llegado, pero sí parecen prepararse para el siguiente periodo. Lo cierto es que a pesar de lo increíblemente grande que fue la marcha de este miércoles, con intensa militancia, la dirección brilló por su ausencia y eso se reflejó en el discurso de Petro.
El discurso: Símbolos y contradicciones
Las tres aristas del discurso de Petro fueron la ruptura de relaciones diplomáticas con Israel, la defensa de las reformas (orientado especialmente hacia las reformas a la salud, la pensional y la laboral) y un ataque a la oligarquía colombiana que él considera está organizando un golpe en su contra.
Petro habló de las luchas obreras, y sobre todo contrasto la marcha de la oposición con la del pueblo trabajador. Hablo de una “marcha de la muerte” en contraste a una “marcha de la vida”, y de cómo el pueblo trabajador saldría en defensa del gobierno popular. Mencionó el riesgo del golpe blando, la necesidad de “alinear” al equipo de Gobierno (“el Ministro que no esté conforme, que dé un paso al costado”).
Pero siguió siendo ambiguo en las acciones materiales concretas. Hablo de un paquete de reactivación que buscaría generar “inversión forzada” para los sectores campesinos y la pequeña empresa, de luchar por el avance de las reformas, sin un mayor bosquejo del cómo. Esto es incluso más palpable en su alusión a una constituyente, el tema de moda para desprestigiar al Gobierno. Petro se enredó en demostrar que no quiere eternizarse en el poder, y que el “poder constituyente” viene del pueblo, el cual es a quien busca entregar el poder.
Si bien aplaudimos la ruptura de relaciones diplomáticas con Israel, es necesario ir más allá. También es necesario hablar de la ruptura de relaciones económicas con la burguesía israelí que ha vendido armas, tanquetas y servicios de entrenamiento militar al estado colombiano. Estas mismas armas y tácticas de contrainsurgencia fueron usadas contra la clase obrera y la juventud que marchó en 2021.
Al respecto de las reformas, estamos de acuerdo con Petro en que es necesario remover la corrupción dentro del estado y de que se requiere el compromiso de los reformistas para luchar por ellas. Estamos de acuerdo, incluso, en sacar a aquellos ministros que no estén dispuestos a ir hasta la última instancia en nombre de lograr una jornada laboral, una pensión y un sistema de salud robustas que puedan ofrecer a cada trabajador colombiano una vida digna. En ese sentido, sin embargo, es claro que ninguno de los miembros del gabinete está dispuesto a lograr estas metas ya que las reformas que proponen no tocan la propiedad privada ni los monopolios.
De mayor importancia es el tema del golpe blando. Petro ha mantenido por mucho tiempo que la oligarquía colombiana planea sacarlo por la fuerza de ser necesario. Y tiene razón cuando dice que un golpe en su contra sería respondido con la movilización de la clase obrera para defender su presidencia debido a su importancia histórica como la primera presidencia de izquierda en la historia del país al igual que la oportunidad de luchar por reformas históricamente fallidas como la reforma agraria y la reforma pensional.
Sin embargo, las tácticas y la estrategia del presidente no coinciden con el tenor de sus advertencias. Si la oligarquía colombiana está preparando un golpe blando, la tarea de la clase obrera y de su dirección debería ser redoblar los esfuerzos para lograr las reformas a través de la movilización de los sindicatos y las centrales obreras. Es a través de huelgas, paros y ocupaciones de lugares de trabajo que la clase obrera puede hacer sentir su enorme peso en la sociedad y así obtener concesiones de la clase dominante. Más bien, la dirección del Pacto y sus amigos en los sindicatos se dedican a conciliar con la patronal y a utilizar las movilizaciones como acicate momentáneo.
Resultados y perspectivas
Esta marcha reavivó el espíritu de muchos dentro de la clase obrera que veían como la oportunidad de luchar por las reformas después de año y medio que el movimiento se había menguado. No obstante, la realidad es que el reformismo sigue adoleciendo de una fe ciega en el estado burgués que le está colocando palos a las ruedas de su plan de Gobierno. No es casualidad que una gran parte del discurso de Petro versará en los obstáculos burocráticos y legales a su gestión. Si bien hay un grado de incompetencia y corrupción (como en el caso de los carrotanques en La Guajira) lo es también que esto se hunde en la política de conciliación (el llamado Acuerdo Nacional) que el mismo Petro planteó a la oposición.
La sensación de falta de ejecución, y de un Gobierno que no logra avanzar, se nota en los opinadores más avanzados de “izquierda” como María Jimena Duzán, con una columna en la que habla de que la “izquierda” no ha logrado tomar la lección de pasar “de la oposición al Gobierno”. Esta intelligentsia es la misma que no logra concebir que la democracia de calle, directa y basada en organizaciones de masas, sea superior al ritual de la institucionalidad liberal-burguesa. Y esta fe ciega en la institucionalidad, aunque no lo crean, es la que los sigue conectando con Petro.
El Pacto Histórico sigue creyendo en que el plan de Gobierno para Colombia es lograr un “desarrollo humano”, en lograr aplicar la Constitución del 91. Es irónico que al tiempo que se habla de problemas y la derecha pinta a Colombia como un Estado en vías del socialismo, empresarios como Gabriel Gilinsky hablen de “estabilidad” y “admiración al Presidente”. Petro no busca romper con el sistema, sino de lograr que sea lo más manejable y “justo”. Pero en un contexto de polarización, juega a que la calle apremia a la institucionalidad al tiempo que limita aún más el alcance de las reformas propuestas.
Es ejemplar que la figura histórica a la que apeló Petro en su discurso fue Alfonso López Pumarejo, el artífice de la “Revolución en Marcha” en 1936-38, el mayor movimiento reformista de la historia de Colombia hasta la llegada de Petro. Pero lo peor es que Petro no entiende la lección de esa época: la conciliación con los conservadores sólo llevará a una reacción que puede ser devastadora. De hecho, la Violencia iniciada en 1948 no puede entenderse sin el fracaso de la Revolución del 36 y la defenestración de Pumarejo, que llevó a los gobiernos conservadores de Laureano Gómez y Ospina Pérez. Y no olvidemos los otros ejemplos en América Latina como Jacobo Árbenz en Guatemala, Salvador Allende en Chile, o Joao Goulart en Brasil.
Lo cierto es que mientras las jefaturas de derecha, izquierda y centro siguen en ese juego de ajedrez en las salas del poder, en las calles la juventud, la clase trabajadora y el campesinado pobre siguen apostándole a luchar por una opción que les saque de la incertidumbre. Ni el reformismo de derecha o izquierda o el autoritarismo de la ultraderecha resolverán eso. Lo que sólo provocará inestabilidad.
Las clases oprimidas ven en su futuro agitación y desgracia. Pero las capas más avanzadas de estas comprenden la necesidad de organizarse. Después de ese 1ro de Mayo multitudinario, se vio como las grandes organizaciones de izquierda han crecido enormemente en los últimos tres años gracias al estallido social del 2021. Pero los mejores elementos de la clase trabajadora, la juventud y el campesinado entienden de manera muy clara que el Estallido Social sólo fue un preludio a futuros paros nacionales
La tarea de construir una dirección obrera revolucionaria en preparación a esos eventos es de la máxima importancia. Un partido obrero revolucionario podría conectar la lucha de las comunidades históricamente oprimidas del país con la lucha de la clase obrera por la transformación de la sociedad y elevarla a un nivel más alto del que propone el Pacto Histórico en este momento, con su lealtad a las instituciones burguesas involucradas directamente en la explotación de la clase trabajadora.
¡Viva el 1 de Mayo!
¡Viva la clase trabajadora de Colombia y el mundo!
!Proletarios del mundo uníos!