El sábado 13 de abril, Irán anunció que había lanzado un ataque contra Israel con más de 300 drones y misiles.
Esa tarde, Joe Biden abandonó la comodidad de su casa en la playa en Delaware y se apresuró a regresar a la Casa Blanca en medio de una sensación de crisis inminente. Esa misma noche, el Presidente se reunió con miembros del equipo de Seguridad Nacional en la Sala de Situación de la Casa Blanca para discutir los ataques con misiles que se estaban desarrollando.
Bien podría haberse ahorrado el problema, ya que su decisión ya estaba tomada de antemano. La reacción de Biden fue inmediata y tan predecible como el surco que se encalla en un viejo disco de vinilo desgastado:
“Nuestro compromiso con la seguridad de Israel contra las amenazas de Irán y sus representantes es férreo”.
Eso era para consumo público. En privado, sin embargo, no era un hombre feliz, ya que incluso alguien con su limitada inteligencia sería vagamente consciente de que las represalias de Israel aumentan el riesgo de un conflicto regional más amplio que podría atraer directamente a Estados Unidos, junto con otros países.
El escenario de que Estados Unidos se vea arrastrado a una guerra general en Medio Oriente, con efectos catastróficos en la economía mundial (y en Estados Unidos), no sería algo que mejoraría mucho sus posibilidades de ganar las elecciones de noviembre, que cada día que pasa son más reducidas.
Aunque ciertamente le gustaría “lidiar con Irán”, y hay quienes en su administración están ansiosos por lanzar un ataque, está algo refrenado por consideraciones electorales y, por lo tanto, ha tratado de evitar un enfrentamiento abierto con Teherán desde el comienzo de el actual conflicto en Gaza.
La masacre de civiles en Gaza ya ha dañado las posibilidades electorales de Biden, erosionando su apoyo entre grupos clave de votantes. Su apoyo irrestricto a Israel y su obstinada negativa a pedir un alto el fuego permanente en Gaza han alejado a los votantes musulmanes y a los jóvenes.
Ahora se encuentra en la difícil posición de prometer un firme apoyo a Israel y al mismo tiempo tratar de evitar que estalle una nueva conflagración con el peligro de que Estados Unidos se vea directamente involucrado.
Conscientes de su debilidad, los iraníes, que no desean ser empujados a una guerra con Estados Unidos, calibraron su reacción ante lo que fue una provocación flagrante de Israel diseñada específicamente para lograr precisamente ese resultado.
Las intenciones de Netanyahu
El ataque iraní fue la respuesta largamente esperada al ataque israelí del 1 de abril contra la sección consular de la embajada iraní en Damasco que mató a siete iraníes, incluidos dos comandantes de alto rango.
¿Qué intentaba lograr Netanyahu cuando ordenó el ataque? La respuesta es bastante clara. Siempre ha estado apostando a provocar un conflicto regional, lo que obligaría a Estados Unidos a involucrarse directamente del lado de Israel.
Todo esto está directamente relacionado con la guerra salvaje que libra Israel contra el pueblo de Gaza. La campaña militar de Israel no va como se esperaba. Seis meses después, no ha logrado sus objetivos. Hamás no ha sido aplastado y los rehenes no han sido liberados.
Como consecuencia, el apoyo a Netanyahu ha colapsado. Las protestas en Israel están creciendo, con decenas de miles de personas exigiendo elecciones anticipadas en las que seguramente sería derrotado y posiblemente se tendría que enfrentar a juicio.
Su situación es desesperada. En la práctica, se ha quedado sin opciones militares en Gaza, ya que casi toda la franja ha quedado reducida a escombros. Incluso se ha visto obligado a retirar la mayoría de sus fuerzas. El último objetivo que queda es la ciudad sureña de Rafah, donde se han agolpado 1,5 millones de personas hambrientas y aterrorizadas.
Pero la difícil situación del pueblo de Gaza ha provocado una tormenta de protestas internacionales que ha aislado a Israel y obligado a los estadounidenses a presionar a Netanyahu para que desista de un ataque en Rafah. Buscando otro objetivo a su alrededor, su atención se centró cada vez más intensamente en Irán.
Por supuesto, la administración Biden ya está financiando y suministrando municiones y pertrechos de guerra a su campaña genocida en la Franja de Gaza. Pero eso ahora es totalmente insuficiente para los propósitos de Netanyahu. Lo que necesita urgentemente es la participación directa del ejército estadounidense en una confrontación más amplia en la región, una confrontación que obligue a Estados Unidos y a todos sus aliados a ponerse abiertamente del lado de Israel.
Era necesario provocar a Irán para que atacara a Israel, que luego llamaría a sus amigos estadounidenses a acudir en su ayuda. El ataque israelí al consulado iraní en Damasco fue claramente una provocación deliberada, diseñada para lograr ese resultado.
Sabía que Irán se vería obligado a responder. Cualquier sede diplomática se considera territorio del país al que pertenece, por lo que había que considerarlo este bombardeo como un ataque directo de Israel a suelo iraní. De esta manera, puso en marcha deliberadamente una cadena mortífera de acontecimientos, que es la que ahora se está desarrollando.
Biden y el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, hablaron el sábado por la noche, al igual que el secretario de Defensa, Lloyd Austin, y su homólogo, Yoav Gallant, y los dos gobiernos acordaron mantenerse en estrecho contacto durante las próximas horas y días.
Se desconoce lo que se dijo en estas conversaciones. Sin duda, los estadounidenses estaban instando a la moderación. Pero aún está por verse cuán efectivos pudieron haber sido estos llamamientos. Netanyahu es bastante capaz de arrastrar a toda la región en la guerra sólo para salvar su pellejo. Si eso le causa algunas dificultades a Joe Biden, ese es su problema.
Las maniobras de Teherán
Durante las últimas dos semanas, varios países han ejercido presión sobre Irán para que “ejerciera moderación” ante una agresión manifiesta. Pero no hubo ninguna condena del ataque de Israel en Damasco: ni resoluciones de la ONU, ni sanciones, nada en absoluto.
Aquí, una vez más, vemos el doble rasero de la “comunidad internacional”. Países como Irán, Rusia y China son constantemente acusados de intentar destruir lo que habitualmente se describe como “el orden internacional basado en reglas”.
Pero ¿quién elabora las reglas de este llamado orden? Las reglas las establece Estados Unidos y se espera que todos los demás países del mundo las obedezcan. ¡Así de simple!
Cabe señalar que, durante mucho tiempo, Irán mostró una considerable moderación ante tales provocaciones por parte de Israel, incluidos los repetidos asesinatos de su personal militar, así como de sesenta y dos científicos involucrados en su programa nuclear.
Por cierto, no hay absolutamente ninguna evidencia de que Irán estuviera involucrado en el ataque de Hamás en octubre pasado, un hecho que fue admitido no sólo por Estados Unidos, sino también por Israel en ese momento.
Ante los ataques genocidas contra el pueblo de Gaza, Irán no dio ninguna respuesta militar. Pero esta vez, Teherán no podía permitirse el lujo de ser humillado. Una vez más, cabe señalar que los iraníes plantearon el asunto en primer lugar ante los órganos pertinentes de las Naciones Unidas.
Las normas normales del derecho internacional garantizan la inmunidad de las embajadas y de todos los edificios de ese tipo. Son considerados espacios inviolables, de hecho, parte integrante de los territorios nacionales de cada nación a la que pertenecen.
El ataque al consulado iraní en Damasco fue evidentemente una violación flagrante de los principios básicos establecidos por la Convención de Viena de 1961. Por lo tanto, las Naciones Unidas tenían el deber de condenarlo. Pero cuando se presentó una resolución en ese sentido ante el Consejo de Seguridad, fue vetada por tres de sus miembros: Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia.
Una vez que la ONU se negó a dar este paso elemental, el régimen iraní no tuvo otra alternativa que responder de una manera que fuera vista como proporcional a la provocación israelí.
A pesar de todo el ruido y la histeria que rodearon su ataque con misiles –por cierto, la primera vez que Irán ha llevado a cabo un ataque en suelo israelí, a pesar de los repetidos ataques israelíes contra sí mismo–, ese ataque fue ciertamente proporcionado.
En este ataque se utilizaron más de 300 proyectiles. Esto parecería ser un asalto formidable. Pero eso es sólo en apariencia. La mayoría parecen haber sido drones Shahed, un modelo muy básico, normalmente utilizado sólo para probar las defensas aéreas de otro estado en preparación para un bombardeo más serio.
Se afirma –probablemente correctamente– que la gran mayoría de los drones y misiles fueron interceptados, muchos de ellos por Estados Unidos. Apenas hubo víctimas y se dice que sólo una base militar sufrió daños importantes.
Esto, a pesar de que se sabe que Irán posee cohetes y misiles muy sofisticados y que, de hecho, el actual ataque abarcó una gran extensión del territorio israelí. ¿Cómo se explica esto?
El hecho es que se dieron advertencias anticipadas tanto a los estadounidenses como a los israelíes antes de que se lanzaran los ataques. Esto permitió a los estadounidenses emplear sus sistemas de defensa aérea con gran eficacia, minimizando así los daños.
Por lo tanto, el ataque debe verse como una advertencia de Irán a Israel. En un mensaje publicado por la misión iraní ante la ONU, leemos lo siguiente:
“La acción militar de Irán, llevada a cabo sobre la base del Artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas relativo a la legítima defensa, fue en respuesta a la agresión del régimen sionista contra nuestras instalaciones diplomáticas en Damasco. El asunto puede darse por concluido.
“Sin embargo, si el régimen israelí comete otro error, la respuesta de Irán será considerablemente más severa. Es un conflicto entre Irán y el régimen canalla de Israel, del que EE.UU. DEBE MANTENERSE ALEJADO!” (énfasis añadido).
El significado del mensaje parece ser: esto es todo lo que pretendemos hacer por ahora, no queremos que esto se agrave más, ahora es el turno de Israel.
Los iraníes también han emitido una fuerte advertencia a los países de la región: si intervienen para defender a Israel deteniendo los drones, los consideraremos objetivos legítimos.
El régimen jordano, uno de los que está bajo más presión de las masas por su inacción ante la masacre de Gaza, primero afirmó que interceptaría drones iraníes, pero luego negó públicamente la información.
Los ataques aéreos de Estados Unidos y Gran Bretaña contra los hutíes no han tenido ningún efecto. Los ataques a la navegación en la zona han continuado y van en aumento. Más temprano ese mismo día, la Guardia Revolucionaria de Irán se apoderó de un barco vinculado a Israel que viajaba a través del Estrecho de Ormuz. Esa fue otra advertencia.
Coro hipócrita
Biden ha declarado públicamente que no quiere una escalada del conflicto. Lo que realmente quiere decir es que “seguiremos apoyando y financiando la masacre de palestinos por parte de Israel, no queremos que ningún otro país se entrometa para impedirlo”.
Pero es precisamente la continuación de la campaña genocida contra Gaza lo que provoca constantemente a todos los pueblos de la región. Los intentos de Biden de mostrar simpatía por las víctimas de la agresión israelí (mientras continúa suministrando armas y dinero para permitir que Netanyahu continúe con la carnicería) quedan desenmascarados como vacíos y engañosos.
Biden recuerda a la morsa de Lewis Carroll en A través del espejo y lo que Alicia encontró allí quien invita a un grupo de ostras jóvenes a acompañarlo a dar un paseo, solo para terminar usándolas para su almuerzo:
“«¡Lloro por vosotras! -gemía la Morsa-.
¡Cuánta pena me dais!», seguía lamentando,
y entre lágrimas y sollozos escogía
las de tamaño más apetecible;
restañaba con generoso pañuelo
esa riada de sentidos lagrimones.”
La misma hipocresía repugnante la muestran los aliados de Estados Unidos que respondieron obedientemente al ataque iraní con un coro de condena bien ensayado. Como de costumbre, el primer ministro británico, Rishi Sunak, se esforzó por alinearse: “Condeno en los términos más enérgicos el imprudente ataque del régimen iraní contra Israel”, que, según dijo, “[corre el riesgo] de inflamar las tensiones y desestabilizar la región. Irán ha demostrado una vez más que tiene la intención de sembrar el caos en su propio patio trasero”.
“El Reino Unido seguirá defendiendo la seguridad de Israel y la de todos nuestros socios regionales, incluidos Jordania e Irak.
“Junto con nuestros aliados, estamos trabajando urgentemente para estabilizar la situación y evitar una mayor escalada. Nadie quiere ver más derramamiento de sangre”.
Y para promover la causa de la paz mundial, Rishi Sunak anunció inmediatamente que enviaría a los cazas de la RAF a la región para bombardear y ametrallar a cualquiera que no estuviera de acuerdo con él.
Inmediatamente, su cómplice, el líder “laborista” Sir Keir Starmer, se hizo eco y jaleó sus comentarios.
Josep Borrell sumó su voz estridente al coro: “La UE condena enérgicamente el inaceptable ataque iraní contra Israel. Se trata de una escalada sin precedentes y una grave amenaza a la seguridad regional”.
Aún más extraño es el hecho de que ninguno de estos caballeros haya dicho nada sobre el ataque de Israel a Damasco. ¡Qué extraño que ninguna de las actividades llevadas a cabo por Israel represente amenaza alguna a la seguridad regional!
Todos ellos habían mostrado pleno apoyo al “derecho de Israel a defenderse” después del ataque del 7 de octubre. Pero por alguna razón, según ellos, el mismo principio no se aplica a Irán.
Como diría Alice: “¡Curiorífico y curiorífico!”.
¿El final del asunto?
El secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, emitió un comunicado diciendo:
“Condeno enérgicamente la grave escalada que representa el ataque a gran escala lanzado contra Israel por la República Islámica de Irán esta tarde. Pido un cese inmediato de estas hostilidades.
“Estoy profundamente alarmado por el peligro muy real de una escalada devastadora en toda la región. Insto a todas las partes a que ejerzan la máxima moderación para evitar cualquier acción que pueda conducir a enfrentamientos militares importantes en múltiples frentes en Medio Oriente.
“He subrayado repetidamente que ni la región ni el mundo pueden permitirse otra guerra”.
Como se dijo,la Misión Permanente de Irán ante las Naciones Unidas afirmó que la acción militar del país contra Israel se basó en el Artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas sobre el derecho legítimo a la autodefensa en respuesta al mortífero ataque israelí contra el consulado iraní en Siria, afirmando además que el ataque contra Israel puede considerarse terminado.
Pero continuó: “si Israel comete otro error, la respuesta de la República Islámica de Irán será considerablemente más severa.” La misión añadió que si el Consejo de Seguridad de la ONU hubiera condenado la “agresión” israelí contra las misiones diplomáticas iraníes en Damasco y posteriormente hubiera juzgado a quienes la perpetraron, “tal vez no fuera necesario que Irán castigara” a Israel.
El Cuerpo de la Guardia Revolucionaria de Irán (CGRI) dijo en dos declaraciones separadas que había lanzado “decenas de misiles y drones” y “alcanzó y destruyó con éxito” importantes objetivos militares pertenecientes al ejército israelí en los territorios palestinos ocupados, en respuesta a numerosos crímenes israelíes”..
El comunicado de la misión iraní en la ONU añadió que da por concluido el asunto. Pero esto no está nada claro. Fuentes del gabinete israelí citadas por el Canal 12 de televisión dijeron que habría una “respuesta significativa” al ataque iraní. Esto es exactamente lo que Netanyahu quería lograr con el ataque a Damasco el 1 de abril.
Según CNN, los funcionarios de la administración Biden consideraron que los ataques de Irán contra Israel eran “desproporcionados” con respecto a los ataques de Israel en Damasco que provocaron las represalias. Esa parece ser una respuesta bastante tibia y muy por debajo de lo que Netanyahu espera de Washington.
Como hemos explicado, hay algunos en Washington a quienes nada les encantaría más que encontrar una excusa para atacar a Irán directamente. Pero eso tendría un efecto enormemente desestabilizador en toda la región. La diplomacia estadounidense ahora se esforzará frenéticamente por caminar por la cuerda floja para salir de un lío que ellos mismos han provocado.
Por un lado, necesitan apoyar a Israel, que ahora es prácticamente su único aliado confiable en toda la región, y por el otro, deben evitar una guerra regional que podría salirse peligrosamente de control.
Un elemento muy importante en los cálculos del imperialismo estadounidense es la necesidad de impedir que la creciente ira de las masas de la región llegue a un punto en el que pueda conducir al derrocamiento de regímenes árabes reaccionarios que se supone son aliados de Estados Unidos.
Hay señales claras de que al menos algunos de esos regímenes se sienten nerviosos por toda la situación. Los Estados del Golfo, por ejemplo, declararon públicamente que Estados Unidos no debería utilizar sus bases en su territorio o su espacio aéreo para cualquier eventual ataque contra Irán.
Tanto Estados Unidos como el Reino Unido han aumentado su presencia militar en la región. Por su parte, el IRGC ha advertido que cualquier amenaza por parte de Estados Unidos e Israel o de cualquier otro país recibiría una respuesta recíproca y proporcionada por parte de Irán.
Las llamas de la guerra arden intensamente en Oriente Medio. Y no son pocos los que están deseosos de azuzarlos hasta el punto de una conflagración general.