Historia

Camilo Torres y la necesidad de un partido revolucionario

Camilo Torres y la necesidad de un partido revolucionario

Este texto fue publicado hace un año en dos partes para conmemorar el mes de Camilo Torres. Lo volvemos a publicar este año, en un solo texto, por la misma razón pero también porque la lucha de clases se ha agudizado debido al enfrentamiento entre la oligarquía y las masas por las reformas del gobierno Petro y por la profundización de la crisis capitalista a nivel mundial. 

Este periodo histórico y la figura de Camilo nos enseñan  lo necesario que es lograr una revolución socialista a través de las masas oprimidas bajo la dirección de la clase obrera, organizada en un partido revolucionario. Sólo así seremos capaces de superar los problemas que el sistema capitalista no puede solucionar y que deben ser solucionados por el bien de todos y todas. 

PRIMEROS AÑOS  

Camilo Torres Restrepo nació el 3 de febrero de 1929 en Bogotá dentro del seno de una familia de la élite dominante, llegó al mundo, apenas unos meses después de la Masacre de las Bananeras y un año antes de darse un cambio de régimen del Partido Conservador al Partido Liberal, luego de los casi 42 años de periodo hegemónico en el poder del conservadurismo. Su infancia, sin embargo, se dio dentro de la comodidad de su clase lo que lo hizo ajeno a estos sismos sociales. Mientras el país ponía sus esperanzas en las falsas promesas liberales, Camilo y su familia partían a Bruselas gracias al favor del presidente electo Enrique Olaya Herrera que le daba un cargo público al papá del futuro cura como funcionario en el extranjero.

Así serían básicamente sus primeros años de vida hasta su juventud, disfrutando de los privilegios de su apellido sin mucha consciencia del mundo que le rodeaba e influido por la filosofía de la oligarquía nacional, en su mayoría camandulera. Por eso, al regresar a Colombia, en 1937, siendo todavía un niño, Camilo continuó sus estudios en el Colegio Alemán —acusado luego de enseñar ideologia nazi—, rodeado de niños de su mismo estrato y educado con la misma ética y moral de sus pares. No es de extrañar que creciera con una maraña filosófica que lo terminaría inclinando hacia una postura más bien tradicionalista e idealista durante su juventud.

Estas ideas encontraron su expresión durante el semestre realizado en la Universidad Nacional de Colombia, donde ingresó para estudiar Derecho y comenzó a inmiscuirse de manera activa en los coloquios académicos de la institución. El ambiente universitario, preñado de una heterogeneidad ideológica, lo confrontó con muchas formas de pensar diferentes y lo acercó de manera superficial a la realidad nacional. Él ya había mostrado interés por la escritura y el activismo en las épocas de colegio, pero en la universidad se adentró en los grupos de discusión estudiantiles y escribió, junto con otros estudiantes, artículos sobre temas de actualidad política con más seriedad. De hecho, según refiere Gustavo Perez Ramirez en “Camilo Torres Restrepo mártir de la Liberación” durante aquellos años escribiría a favor de grupos afines al fascismo y esgrimiría ideas en defensa del falangismo.

En 1947, creyendo encontrar su camino de redención entró al Seminario Conciliar de San José de la Arquidiócesis de Bogotá, con el fin de hacerse sacerdote. De sus años en el claustro lo más resaltable sería, quizás, su intención de trasgresión al fundar el Círculo de Estudios Sociales. Gracias a este espacio aumentarán sus conocimientos teológicos, comenzando a cultivar un criterio social que nació más de las discusiones sobre temas como la importancia del trabajo y el lugar de la iglesia en el entorno social, que de la escasa literatura a la que tenían acceso.

A pesar de que dentro no tuvo mucho contacto con el exterior, fue imposible que la realidad del país y el mundo no cruzará los muros del claustro. Era inevitable que Camilo no se viera estremecido por acontecimientos como el Bogotazo o el auge del fascismo. A él no parecían moverle los intereses económicos a la hora de elegir con qué filosofía afrontar la vida, su interés parecía ser auténtico en el sentido de perseguir una manera de cambiar las cosas y comenzaba a encontrar fallos en el puritanismo católico que se le ofrecía desde Colombia. Es por esto que decide irse a Lovaina para ser sociólogo.

EL CURA SOCIÓLOGO Y POLÍTICO

En 1954 Camilo se va a estudiar a la Universidad Católica de Lovaina, un centro de estudios donde predominaba un pluralismo filosófico que se reflejaba en las Ciencias Sociales y en la libertad académica en general. Ahí estudiaría por primera vez a Marx aunque lo haría sesgado por la posición de la iglesia y los tapujos impuestos por la doctrina estalinista.

Otra influencia durante estos años la encuentra en la situación de posguerra que afectó a la clase trabajadora europea. Movimientos de todas las orillas se cruzaron con él impulsándolo a interesarse por las luchas de los más desfavorecidos. Es así como termina inmiscuido en las huelgas de los mineros de Lieja, teniendo discusiones abiertas con la Juventud Obrera Católica, organizando con estudiantes que apoyaban la revolución en Argelia, o haciendo investigaciones de campo dentro de los sindicatos y movimientos estudiantiles de Lovaina.

Durante la investigación de su trabajo de grado1, regresa al país y comprende la necesidad de la educación y tecnificación de las tareas enfocada, inicialmente, a las clases pequeño burguesas y burguesas para impulsar la industrialización nacional y dar por fin motor al capitalismo atrasado, es por eso que la universidad se vuelve un espacio de interés para él. Igualmente, comprende la miseria en que vive el país y su enorme atraso por la ineptitud de su clase subyugada a los grandes capitales extranjeros. Sobre este punto dice Rafael Maldonado Piedrahita (quién lo entrevistó): 

“Representante puro de nuestras altas clases sociales (Camilo), siente, sin embargo, que en el fondo del problema colombiano la responsabilidad de la actual crisis está íntimamente ligada a la existencia de su mundo burgués. No lo confiesa. O si lo hace, es en la intimidad de una charla amistosa y sincera. Pero lo siente. Lo siente profundamente.”2   

EVOLUCIÓN IDEOLÓGICA  

Durante este periodo, Camilo empieza a cambiar la manera en que entiende la realidad. Su orientación política va hacia la izquierda, lo que refleja sus intenciones de querer cambiar el mundo en conjunto con sus experiencias con el movimiento obrero internacional. Esto nos demuestra que son las condiciones materiales las que le dan forma a nuestras ideas. No somos estáticos ni siempre nuestras formas de pensar son iguales. Por supuesto a pesar de eso su pensamiento para ese momento no pasa del de un liberal radical con buenas intenciones y una creencia religiosa férrea.  

Sirva de paradigma la noción de la “revolución pacífica” como un ideal donde las acciones de las masas en respuesta a la opresión y en reclamo de sus derechos debería ser perfecta e inmaculada: 

“… Segundo: Creemos que los católicos pueden abogar por la abolición de tal sistema, sin que para ellos revolución sea necesariamente sinónimo de sangre; y Tercero, creemos que la verdadera revolución no puede basarse en una modificación absoluta y total de la actual estructura de la sociedad.”3

Infortunadamente, esta será una idealización que no abandonará del todo y de la que se aprovechan los oportunistas para justificar su postura de pacifismo e inacción escudados bajo el supuesto concepto revolucionario del “amor eficaz” una idea con la que Torres trata de reconciliar su postura política con la espiritual. En uno de sus textos donde habla sobre el tema dirá lo siguiente: 

“Es necesario entonces quitarles el poder a las minorías privilegiadas para dárselo a las mayorías pobres. Esto, si se hace rápidamente es lo esencial de una revolución. La Revolución puede ser pacífica si las minorías no hacen resistencia violenta.” Más adelante, sin embargo, termina diciendo: “Por eso la Revolución no solamente es permitida sino obligatoria para los cristianos que vean en ella la única manera eficaz y amplia de realizar el amor para todos.”4

Aunque al siguiente año publicará desde la clandestinidad: “Todo revolucionario sincero tiene que reconocer la vía armada como la única que queda” 5. Lo que quiere decir que su postura, de nuevo,  había cambiado desde 1957 a 1965 y la experiencia le había hecho entender de manera diferente su lucha pero el arraigo del idealismo religioso seguía apegado a él con fuerza.  

Para el oportunismo las únicas soluciones parecen ser el pacifismo, el espontaneísmo o la resignación. La mayoría del tiempo no buscan la formación de las mayorías y su participación organizada y cuando  lo hacen se paran en una posición de superioridad académica insoportable. Todo esto es opuesto a Camilo que tuvo ambas posiciones en su vida, pero parte de su progreso teórico le fue demostrando la necesidad de crear un partido que sirviera de plataforma para la lucha así como en la necesidad de dar prioridad a la formación sin una postura paternalista. Por supuesto enfocó sus fuerzas en la clase media más que en la clase obrera y es ahí donde falló.

Por otro lado, desde el marxismo no se desprecia  la lucha armada o la vía parlamentaria. No obstante, como marxistas explicamos que nuestras tácticas  deben estar siempre al servicio de nuestra estrategia (la toma del poder de la clase obrera)y no ser un eje principal. En otras palabras, los medios deben servir a la meta, más no convertir a los medios en la meta. 

Tampoco se pide con ansias un derramamiento de sangre violento y sin sentido en las revoluciones. Más bien, reconocemos que ninguna clase dominante en la historia renuncia a sus privilegios y riquezas sin una lucha y que si la clase obrera quiere ser victoriosa, tendrá que organizar su propia defensa de los ataques de la burguesía. También notamos que incluso en tiempos de “paz” entre las clases, la clase dominante no tiene ningún problema en desplegar toda la fuerza del estado para prevenir el movimiento y la organización de la clase obrera. El mismo Camilo se dio cuenta de eso y nuestra historia como país lo demuestra, para la muestra el botón del exterminio de la Unión Patriótica después de los acuerdos de paz de 1985.

EL ESTUDIANTADO

En 1959, Camilo regresaría a Colombia para establecerse. Es aquí cuando puede poner en práctica lo aprendido en Lovaina siendo nombrado capellán auxiliar del Departamento de Culto o Capellanía de la Universidad Nacional, bajo las órdenes del padre Enrique Acosta. En la universidad, se estaba formando un proceso organizativo importante que se daba como resultado de un desencanto durante luchas anteriores, por culpa del reformismo de derecha del partido liberal y los ataques durante el régimen de Rojas Pinilla. La ilusión  por el reciente triunfo de la Revolución Cubana dio pié a la estructuración de nuevas organizaciones alrededor de la idea de generar teorías y metodologías “renovadas” capaces de ayudar a cambiar las cosas, que en el fondo eran ideologías reformistas y no proponían cambios profundos. Sus bases eran estudiantes que provenían de la pequeña burguesía o de la burguesía que le apostaban principalmente a la lucha armada. 

Es en el ámbito universitario donde se desarrollaría la verdadera carrera política de Camilo al conectar con el movimiento y comenzar a acompañarlos en marchas, hacer sermones para ellos o invitándolos a su casa para discutir. Pero el espacio que abriría un nuevo escenario de aprendizaje para el cura sería la Facultad de Sociología, fundada por él junto con Orlando Fals Borda ese mismo año. Su práctica sociológica fue enfocada en la formación política de sus estudiantes desde la experiencia y la teoría, además impulsaría la formación de grupos con vocación política que intervinieran directamente en terreno, lo que lo acercaría a las clases menos favorecidas. 

En este período, Camilo comenzaría a plantearse las ideas que iba a defender hasta el final de su vida, como la de proponer un liderazgo para las masas proveniente de elementos estudiantiles, pero al mismo tiempo reconocería la falta de organización política de este movimiento y su “aburguesamiento”. Igualmente concluiría que el proletariado necesitaba formación para entender la estructura que le oprime y es por eso que comienza a ir a los lugares más pobres del país junto con esos grupos estudiantiles. 

Su teorización sobre la formación, más allá de fetiches, se fundaba en la necesidad de dar educación a un pueblo que tenía grandes porcentajes de analfabetismo —17, 2 % en los hombres y el 22, 2 % en las mujeres—6. Para Camilo era responsabilidad del movimiento estudiantil cubrir esa falta pero con una postura social que al mismo tiempo devolvería formación política al estudiantado.

“Los estudiantes son un grupo privilegiado en todo país subdesarrollado. Las naciones pobres sostienen a costos muy altos a los pocos egresados de colegios y universidades. En Colombia, en particular, dada la gran cantidad de colegios y universidades privadas existentes, el factor económico se ha constituido en un factor determinante en la educación. En un país con un 60% de analfabetas funcionales, 8% de bachilleres y 1% de profesionales, los estudiantes son uno de los pocos grupos que tienen instrumentos de análisis sobre la situación colombiana, de comparación con otras situaciones y de información sobre las posibles soluciones.”7  

No obstante la fuerte postura pequeñoburguesa dentro del movimiento, tanto por su extracción de clase como por la naturaleza propia del ambiente estudiantil, harían que  Camilo, años más tarde, tomara una posición crítica, que nosotros consideramos correcta. 

“Estas circunstancias pueden ocasionar graves peligros a una respuesta madura y responsable de los estudiantes al momento histórico que está viviendo Colombia. La crisis económica y política se está haciendo sentir con todo el rigor sobre los obreros y los campesinos. El estudiante, generalmente aislado de estos, puede creer que basta una actitud revolucionaria superficial o puramente especulativa. Esa misma falta de contacto puede hacer que el estudiante traicione su vocación histórica; que, cuando el país le exige una entrega total, el estudiante continúe con palabrería y buenas intenciones, nada más. Que cuando el movimiento de masas le exige un trabajo cotidiano y continuo, el estudiante se conforme con gritos, pedreas y manifestaciones esporádicas. Que cuando la clase popular les exige una presencia efectiva, disciplinada y responsable en sus filas, los estudiantes contesten con promesas vanas o disculpas.Es necesario que la convicción revolucionaria del estudiante lo lleve a un compromiso real, hasta las últimas consecuencias.”8

Para nosotros este texto tiene especial relevancia ya que muestra la dirección correcta que tomaba Camilo y señala una de las principales debilidades del movimiento estudiantil. Para los marxistas, la juventud y el estudiantado son un elemento importante pues su actitud contestataria es la chispa de todo movimiento revolucionario. De hecho, el partido Bolchevique fue formado por antiguos estudiantes como Lenin y Grigori Zinoviev, quién alguna vez notó que “El término “estudiante” era sinónimo con el término ‘revolucionario’ [durante finales del siglo XIX]”.9 Lenin de manera similar en su celebrado ¿Que hacer? acordaba que “Un comité compuesto de estudiantes no nos conviene porque es inestable” y agregaba que: (…) la conclusión que se deduce de ahí es que hace falta un comité de revolucionarios profesionales, sin que importe si son estudiantes u obreros las personas capaces de forjarse como tales revolucionarios profesionales.” 

No obstante esa rebeldía debe ser formada bajo la dirección política del partido obrero, con trabajo organizativo y teoría marxista, para extraer los mejores cuadros. De lo contrario se quedará sólo en el plano de la espontaneidad alejando la lucha de los intereses de la clase obrera. De esta misma manera, cuando los estudiantes se unen al partido, lo hacen como comunistas y se ponen al mismo nivel de los obreros dentro de la organización. 

También es importante aclarar que hoy contamos con una clase obrera más educada que en los tiempos de Camilo y que por ende los estudiantes de hoy tienen una estructura de clase mucho más “popular” que en los sesenta. Los estudiantes de hoy serán la clase obrera del mañana. Los marxistas tienen que reconocer que sirven como un puente a la clase obrera y ganarlos a las ideas del marxismo a través de la formación teórica en las ideas del marxismo para así formar las fuerzas que puedan llegar al resto de la clase obrera. 

LA PLATAFORMA DEL FRENTE UNIDO 

Con la profundización de la acción política de Torres se generarán roces con la curia que desde varios flancos lo atacaría hasta obligarlo a retirarse de la Nacional en 1962 y igualmente una amonestación por expresarse en contra de la muerte de varios estudiantes a manos de la policía durante manifestaciones lo enfrentarán con la institución católica. Su salida parecía inevitable. 

Uno de los actos que impulsó ese final fue su “Plataforma del Frente Unido del Pueblo”. Un borrador de programa que presentó en 1965 en Medellín en un acto conservador, expresando su pensamiento político en su forma más madura. Las propuestas dentro del programa eran bastante avanzadas para ese momento. Se distanciaba de los partidos tradicionales y llamaba a los ”no alineados” —personas ajenas al partido Conservador y Liberal que componían el Frente Nacional—10 a unirse bajo una misma bandera, proponía nacionalizar las empresas, expropiar las tierras y entregárselas a los campesinos, mantener un ejército pero que lo manejara el pueblo entero, planteaba igualdad de géneros, mejoramiento de la industria y de las relaciones de negocios en el exterior, demandas en educación a todos los niveles, educación gratuita, entre otras cosas. No había una crítica abierta al capitalismo o a sus formas “democráticas”, no obstante proponía la modernización del sistema con una base pequeño burguesa apoyada en las mayorías y en clara oposición a las castas tradicionales y el imperialismo norteamericano. 

A todo el mundo le cayó mal la presentación del programa, desde la iglesia hasta algunos líderes estudiantiles, todos se mostraron en desacuerdo, mientras las bases reaccionaron a favor. Era un programa que hablaba de su realidad y proponía soluciones más allá de lo electoral sembrando la semilla de la lucha conjunta para poder conseguir los objetivos. Contrastaba, además, con las acciones de partidos de izquierda como el PCC que proponían apoyar a López Michelsen —figura de la elite que más adelante sería presidente durante el paro del 77— en su “lucha” contra el liberalismo tradicional. El resto de la izquierda se enfrascaba en reformismo, academicismo y dogmas. Camilo presentaba algo certero, sin ambages, mientras que Marquetalia resistía y las FARC lanzaban desde allá su Programa Agrario, sobreviviendo a las bombas de napalm lanzadas por orden de Guillermo Valencia, abuelo de la actual Senadora Paloma Valencia, y ni siquiera ese programa alcanzaba la claridad del de Camilo. 

Obviamente no estaba solo, el FUP (Frente Unido del Pueblo) se concretaría como organización ese mismo año y reunirá a estudiantes y partidos aliados lo que le da un músculo social fuerte con la suficiente voz para ser escuchado. Esa organización pretendía unirse con los otros partidos y movimientos (como el Movimiento Liberal Radical de Michelsen) para enfrentar el tradicionalismo, pero se fundaba en alianzas hechas sobre todo por arriba. Esta es la diferencia fundamental entre el Frente Único y el Frente Popular, el primero propone una alianza entre las bases sin perder los principios y el segundo lo hace por arriba apoyando a la burguesía con el supuesto de alcanzar las victorias de la democracia burguesa, posponiendo la lucha por el socialismo en el nombre de logros a corto plazo. 

El FUP quería lograr una unión honesta, pero su enfoque idealista los orientó hacia la táctica del Frente Popular. Pero el liderazgo de Camilo, junto con la energía del movimiento estudiantil y el programa recientemente presentado despertaba entusiasmo entre las masas y le dotaban de un aire de novedad. Ante ese escenario, el cura decide dedicarse de lleno a la política y pide su estado laico entre amenazas de la iglesia. 

Libre de esas cadenas, comienza a hacer viajes por todo el país para presentar sus puntos de vista. En esos viajes se dará cuenta de las complicaciones materiales a la hora de hacer política así como comprobará de primera mano la violencia y censura de la clase dominante contra él y sus seguidores. Por eso propone lanzar el “Semanario del Frente Unido”, una revista “teórica” que pretendía acercar sus ideas a la gente. Su primera edición salió el 26 de agosto de 1965 con un tiraje de 50000 ejemplares. Serían sólo 13 ediciones con cierre el 9 de diciembre de ese mismo año con 15000 ejemplares. 

Es en medio de ese ajetreo que se contacta con el ELN, una guerrilla recién nacida con una visión ideológica difusa en busca de un teórico y cree encontrarlo en Camilo. Le proponen conversar y acercarse a cambio de protección. Torres, creyente del guerrillerismo por la experiencia cubana, aceptaría el trato. 

Finalmente, acosado por amenazas y sintiéndose aislado políticamente (a pesar de haber establecido una base social con el FUP) tomó la decisión de irse a la guerrilla.  El 15 de febrero de 1966, Camilo toma parte de su primera operación con el ELN en donde, siguiendo la tradición de esta guerrilla, participa en una emboscada en contra del ejercito desarmado para conseguir su primer fusil de combate. Cuando los guerrilleros logran acribillar a parte de los soldados emboscados, Camilo intenta obtener el arma de uno de los combatientes caídos para luego ser asesinado por uno de los militares sobrevivientes. Camilo estuvo en el ELN cuatro meses. 

EL LEGADO DE CAMILO 

Su muerte expuso las debilidades de sus organizaciones. El FUP se acabó sin mucho aspaviento. Algunos de sus seguidores, huérfanos, decidieron suicidarse y el resto se disgregó en otras organizaciones o guerrillas. El ELN, por otro lado, se aprovechó de sus ideas explotándolas pero sin entender mucho de su fondo. Hoy en día es una organización que parece más un grupo mercenario que un partido revolucionario de la clase obrera y de las ideas camilistas no queda ni rastro. 

El legado de Camilo se encuentra en su énfasis en la formación política y académica de las masas para tener una posición consciente a la hora de la lucha, pero sobre todo en la necesidad de la organización popular para lograr un liderazgo efectivo. Por supuesto, para él la respuesta no era el marxismo ni el comunismo, siempre les criticaba aunque de forma amistosa. 

No obstante, cuanto más apoyo recibía de las masas, más conflictos tenía con sus “aliados” políticos que lo criticaban o calumniaban. Esto fue alejando la escoria oportunista del FUP y dejando sólo a los elementos más honestos. Sin embargo, era una organización muy joven y poco cohesionada. Además, Camilo todavía conservaba su equivocada esperanza en el movimiento estudiantil como líder absoluto del movimiento de masas. 

Hoy no podemos repetir el mismo error, debemos seguir los mejores pasos de este revolucionario que fue modificando su posición yendo cada vez más hacia la izquierda con cada nueva experiencia para crear y fortalecer una organización revolucionaria con consciencia de clase de y para los y las trabajadoras. Dicha organización no será creada de un día para otro ni tampoco se puede fundar sobre la base de caudillos o grupúsculos de sabios. Esta organización debe ser democrática y educar a sus cuadros bajo lo más avanzado de la teoría marxista siempre con paciencia y haciendo una lectura acertada del momento histórico. El fin de esta organización no será otro que el de preparar a sus miembros a liderar a las masas en el momento de la revolución y guiarlas hacia la victoria. 

Recordando las palabras del propio Camilo Torres:

«Cuando la clase dirigente, a pesar de seguir detentando el poder con todos sus factores se ha demostrado incapaz para manejar el país. Cuando estamos abocados a una crisis económica. Cuando, ante su propia incapacidad, esta misma clase tiene que recurrir a la represión contra todo el que propicie un cambio. Cuando se ha tenido que llegar  en esa vía hasta declarar el estado de sitio. Cuando ha caído, víctima de la violencia, uno de nuestros compañeros, no podemos detenernos en las personas sino que debemos pensar en la necesidad, para Colombia, de la realización de una auténtica revolución.» 

Eso decía él en un acto público en 1965, nosotros creemos que esa auténtica revolución es la de los trabajadores organizados bajo la bandera de un partido obrero en búsqueda de un único objetivo: el socialismo.

  1. Tesis que luego será traducida aquí como“La proletarización en Bogotá, ensayo de metodología estadística”. ↩︎
  2. Piedrahita, (1957). “Conversaciones con un sacerdote colombiano”. Antares ↩︎
  3. Ibid. pg 55. ↩︎
  4. Torres, (1965). “Mensaje a los cristianos”. Primera edición, periódico “Frente Unido”. ↩︎
  5. Ibid ↩︎
  6. CELADE. (1970). Colombia: El Crecimiento de la Población 1950-1965. Perspectivas e implicaciones sobre los requerimientos de profesores en el sector de educación infantil y primaria, 1965-1985. ↩︎
  7. Torres. (1965). “Mensaje a los estudiantes”. Publicado en el número 9 del periódico “Frente Unido” ↩︎
  8. Ibid. ↩︎
  9. Historia del Partido Bolchevique, New Park Publications, 1973, p.63, edición en Inglés ↩︎
  10. El Frente Nacional fue un pacto político hecho entre conservadores y liberales para turnarse el poder cada cuatro años. Duró desde 1957 hasta 1974 ↩︎
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Rosa Espinoza

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