Gustavo Bolívar es oficialmente el candidato del Pacto Histórico para la Alcaldía de Bogotá. Su elección, no obstante, reveló la ausencia de liderazgo dentro de la coalición y su frágil unidad. Las contradicciones de la política del Frente Popular o Amplio, donde las decisiones se toman por arriba con estrategias de conciliación de clases para imponer cuotas y ganar más poder dan muestra del poco interés del oportunismo reformista en el interés colectivo.
Lo primero es porque el actual candidato no parece ser la ficha más efectiva para el cargo al que va. No solo es su inexperiencia administrativa sino la resistencia que despierta entre los políticos tradicionales por sus posiciones “radicales”. Sin embargo, parece ser que Bolívar fue tenido en cuenta con base en los resultados de la encuesta de la firma Gauss. En ella el exsenador obtuvo 23% de intención de voto y venció a los otros aspirantes de la izquierda, al exgobernador de Nariño Camilo Romero (5%) y a los concejales Heidy Sánchez (4.9%) y Carlos Carrillo (4.3%). A esas cuentas le suman el 47% de los votos que obtuvo el presidente Petro en las presidenciales pasadas.
Era la opción más rentable en cuestión de números pero no la más popular dentro del Pacto Histórico. A pesar de que los partidos que componen la coalición aceptaron la decisión, la incomodidad quedó expuesta en la misma rueda de prensa en que se anunció la candidatura el día 25 de julio. Cuando el concejal Carlos Carrillo destapó su disgusto por perder el apoyo de su partido, el Polo Democratico, para su precandidatura a la alcaldía, dejando un ambiente de incomodidad entre los asistentes, y por ese camino dejó en evidencia la maquinaria electoral usada por los partidos para ubicar sus figuras más fuertes en las primeras líneas de las listas.
Este mismo escenario se repitió de manera local y regional con los avales para candidaturas para postularse a puestos medianos y pequeños donde terminaron incluso yéndose a los golpes. Sin duda la táctica del reformismo en lo electoral es igual de predadora que la usada por la política tradicional y esto se debe a que bajo las reglas del sistema debe someterse a las mismas lógicas para no perder escenarios de representación que le afecten en maniobrabilidad a futuro. El problema es que esto afecta el tejido de su músculo social que se rompe en medio de estos conflictos y pierde participación real.
La oposición
Sus contrincantes, todos hombres, son Oviedo, Molano, Vargas, Robledo, Lara y Galan y parecen siameses en relación a sus propuestas. Los tres primeros son representantes de la derecha, Oviedo disfrazado de un cierto progresismo y Molano y Vargas abiertamente opositores, uno fue Ministro de Defensa durante la administración de Duque en el estallido social del 2021 y el otro director de la policía por el mismo periodo.
Jorge Enrique Robledo, de Dignidad y Compromiso, es un antiguo integrante del MOIR (maoísta) y del Polo Democrático, hoy por hoy le guía el oportunismo más rampante y lo practica con diferentes alianzas con elementos como Fajardo o miembros de la derecha, sosteniendo una oposición pasional contra el actual presidente. Por último Lara y Galán son de centro, uno a la izquierda y otro a la derecha.
Aunque parece un abanico variado lo cierto es que ninguno de los candidatos tiene una propuesta especialmente fuerte que les diferencie del resto. Más bien sus posturas son similares. En relación a la seguridad, por ejemplo, uno de los grandes temas para la ciudad, siguen el mismo patrón de más policías, mejor tecnología y apoyo del ciudadano con sus respectivas variaciones; con el metro, otro pilar de campaña, ninguno se atreve a cambiar esta primera línea de aerea a subterranea cuando está demostrada su afectación y hay pruebas suficientes de que la empresa contratada para su construcción ha incumplido a otros países con sus obras.
A priori, Bolívar debería tener un programa que se diferencie de sus contrincantes y debería tener vía abierta a la alcaldía si sus propuestas rompen con el status quo. El problema es que a pesar de las acusaciones de radicalismo por parte de sus contrincantes, sus propuestas no son tan drásticas como dicen.
El programa de Bolívar
De todos, Gustavo Bolívar es el único que trata de virar hacia lo social en su programa, alineándose con el presidente Petro y la Bogotá Humana del 2012 – 2015, en especial en temas como el metro, la salud y la educación. Aunque en seguridad persiste en el aumento del pie de fuerza, la ciberseguridad, la mejora de la inteligencia y la adhesión de 2000 ex policías para organizar lo que él llama la “policía escolar”, también propone no usar el antiguo ESMAD y combatir la violencia con un plan a largo plazo que parta desde la educación y la mejora de calidad de vida de las clases menos favorecidas.
Esto se haría con la extensión de la designación del PAE (Programa de Alimentación Escolar) a los 365 días del año, volver bilingüe la educación básica, mejorar la educación superior, opciones de trabajo y acercamiento a las artes; mejores subsidios para desempleo y la descentralización de la educación y de la salud, esta última parte asesorada por la ex ministra Carolina Corcho que también propone traer un reforzamiento en la salud pública.
Estas propuestas ignoran cosas fundamentales como el papel de las fuerzas represivas en la participación coaligada con el crimen en barrios como el Amparo en la localidad de Kennedy. También la resistencia que le genera a esa institución su figura por su apoyo a la Primera Línea durante el Estallido Social. Igualmente ignora que para cumplir esas ideas que son más fundamentales y sí valen la pena como el aumento del PAE, se necesita dinero y que la crisis del capital proveniente del enriquecimiento de privados no lo va a permitir tan fácil.
Mejorar la situación laboral con creación de nuevos puestos y rotación horaria ayudaría con la seguridad así como la creación de autodefensas obreras basadas en las primeras líneas que se doten con las armas de la policía que debe desaparecer. Pero ni Bolívar, ni ninguno de los candidatos propone nada cercano a esto.
Los recursos existen, sin duda, pero se debe proponer la expropiación a las grandes empresas de Aseo, por ejemplo y constructoras. Así como volver completamente pública la educación y dotar todas las instituciones con bancos de comida de buena calidad para la alimentación de toda la comunidad y todo esto administrado por la clase trabajadora. Esto comenzaría a dar recursos para sus planes.
El menos peor:
Una vez más la clase trabajadora bogotana se encuentra con el dilema de elegir la opción menos desastrosa, pero con un aumento del 20% en los homicidios, incursión de grupos paramilitares en barrios obreros, 10,1% de tasa de desempleo, el primer lugar como la ciudad más congestionada del mundo y con el riesgo de empeorar por la crisis orgánica del capitalismo, no es buena esa perspectiva.
Gustavo Bolivar es el menos perjudicial, pero le juega en contra la baja popularidad de Petro y la presión que hace la coalición para que el candidato deje su “radicalismo” y no tenga problemas en hacer alianzas con otros partidos en caso de segunda vuelta.
El problema verdadero es que se han roto puentes con las masas en la calle y Gustavo Bolívar no parece ser cercano a las organizaciones barriales que son más populares. Por otro lado, el movimiento del excongresista a la hora de dejar el parlamento para luego volverse candidato no dejó un buen sabor de boca y más bien pareció poco honesto y bastante oportunista. Cuando salió inventó una milonga sobre deudas e intereses laborales distintos a la realidad.
Su única esperanza radica en que las clases oprimidas vean que ese programa sí va a llevarse a cabo por encima de los intereses de las minorías que hoy más que nunca cooptan cualquier intención de cambio. Pero bajo los límites del sistema capitalista y con la crisis en ciernes lo más seguro es que así gane Gustavo Bolivar la alcaldía sus intenciones queden debilitadas o reducidas siendo otro fracaso para el reformismo.
Definitivamente es necesaria una revolución que busque un cambio de sistema y para eso es necesario construir una organización de clase que oriente la lucha de los trabajadores y las clases oprimidas. Una compuesta por comités de base que se impulsen desde los barrios para dar cambios efectivos a las problemáticas de cada uno de ellos sin la intervención de la burocracia cachaca corrupta.