El 2 de Noviembre, Gustavo Petro confirmó la adhesión al Pacto Histórico de Alfredo Saade, un sacerdote provida. El 29 de noviembre, al publicarse fotos de un encuentro de líderes del Pacto Histórico en Antioquia con Luis Perez, se confirmó el interés de un ala del Partido Liberal para participar de la consulta del Pacto. Pérez, alcalde de Medellín durante la operación Orión nunca ha condenado la misma y también ha sido señalado de vínculos con paramilitares. Estos eventos han sido recibidos con gran escepticismo por las bases de la coalición de Petro al igual que los dirigentes de las organizaciones de izquierdas adherentes.
Mientras que el periodo electoral se acerca, la cuestión que definirá, para bien o para mal, el resultado de la elección será el rol que el Pacto Histórico tome a través de los siguientes seis meses. Si bien es todavía teóricamente posible que otro partido o coalición logre capturar la imaginación de la clase obrera, el campesinado y la juventud colombianas, las probabilidades son bastante reducidas, debido al rol que Petro ha jugado en los últimos 3 años, desde su campaña presidencial del 2018 hasta su papel como el crítico más prominente del gobierno de Ivan Duque.
Es claro que detrás de Gustavo Petro y su coalición están las esperanzas de millones de Colombianos que quieren cambiar el rumbo de un país en donde el salario mínimo es apenas un tercio de la canasta familiar. Es por esto que es muy importante entender qué es el Pacto Histórico, sus dinámicas y en qué dirección se está orientado.
Un balance de la campaña de Petro del 2018
La campaña de Petro del 2018 fue un punto de inflexión. Un candidato abiertamente de centro-izquierda logró pasar a la segunda ronda de votación. Hasta 1977, bajo el manto del Frente Nacional, los Liberales y Conservadores (dos alas de la misma clase) se turnaban la presidencia. Luego, en el calor de la lucha contra la guerrilla y el narcotráfico, surge el Uribismo, con lo que los partidos tradicionales empezaron a perder relevancia. Esto significó la continuación del poder de la extrema derecha, con la izquierda organizada siendo relegada al margen.
No hay más que comparar el desempeño de Petro con el del Polo Democratico Alternativo, el partido de izquierda más prominente antes del surgimiento de Colombia Humana en el 2018. El PDA solo logró 22% del voto en la elección del 2008. Una década más tarde, Petro obtendría el 42% del voto. Es claro que su campaña logró recibir este apoyo porque su programa, de ser implementado, lo pone en un curso de colisión con la oligarquía colombiana.
Si bien su programa no representa una ruptura con el sistema, la oligarquía entiende que detrás de Petro están millones de personas que quieren cambiar las condiciones de vida de Colombia que son tan paupérrimas para la gente del común y tan beneficiosas para los banqueros, los patrones y el latifundio. Por esto, se lanzaron al ataque, declarando a Petro como un “castro-chavista”. Lo interesante es la respuesta de Petro a esto. En vez de entender de manera clara que su base lo apoya debido a sus diferencias con los políticos del establecimiento, Petro decidió mitigar el radicalismo de su programa y retractó promesas como la reforma agraria en nombre de evitar expropiaciones y respetar la propiedad privada dentro del marco legal de la Constitución del 91.
Es cierto que esta no es la única causa por la que Petro perdió (muchos sabemos que la segunda vuelta es una buena oportunidad para que la clase dominante pueda cerrar el paso a cualquier candidato insurgente, y el destape de la Ñeñepolitica demuestra un caso creíble de fraude), su comportamiento luego de la derrota electoral con respecto a los ataques de la derecha empezó a mostrar cómo conduciría su campaña en 2022.
Concesiones a la derecha
Eso pudo verse con la inclusión en 2020 de Roy Barreras, y Armando Benedetti (Uribistas en una vida pasada, que luego apoyaron a Santos y ahora petristas iluminados), que refleja el tipo de votantes que Petro está tratando de convencer. Petro no está buscando movilizar a ninguna parte del 48% de personas que no votaron en la elección anterior sino a los pequeños empresarios insatisfechos con la gestión de Duque.
En su inclusión de Alfredo Saade, Petro declaró que no se consideraba “pro-aborto” ya que preferiría una sociedad sin aborto en donde la educación sexual prevendría la posibilidad de abortos en el primer lugar. Este no es el lugar para discutir en detalle la posición revolucionaria con respecto al derecho del aborto. Lo que vale la pena notar es que Petro efectivamente usa esto para defender su decisión de abrirle la puerta a Saade, un reverendo cristiano abiertamente anti-aborto con la meta de intentar atraer a más cristianos al Pacto Histórico. Pero efectivamente, esto deja la posición de la coalición sin definir. Esto fácilmente sería el primer paso hacia una concesión a la derecha donde se evite luchar por una ley que legalice el aborto.
Si esto es preocupante, la inclusión de Luis Perez y la defensa abierta de la misma es aún más grave. El historial de Luis Perez habla por sí solo. Desde su complacencia y defensa en la Operación Orión (lo que Petro “suaviza” al decir que no tuvo participación directa, aunque la idea de que el alcalde de Medellín desconociera el rol que la policía y los paramilitares tuvieron en la muerte de al menos 80 civiles y 92 desapariciones forzosas merece el beneficio de la duda, como mínimo) hasta su reputación corrupta (su apodo de Luis XV viene de su hábito de obtener un 15% de cualquier contrato público que concedió), Luis Perez representa todos los principios y la historia con los que el Pacto Histórico ha declarado enemistad ideológica.
Todo esto se pudo ver en el reciente “diálogo” organizado por Caracol y La Silla Vacía. Con cada pregunta que buscaba mostrar los miedos que se tienen de un gobierno del PH, se evidenció la nueva estrategia, desde lo más tradicional como declarar que Venezuela es una dictadura hasta una nueva defensa de los contactos con Pérez de la gran mayoría de los precandidatos.
La defensa de Petro de la inclusión de personajes como Perez, Barreras y Benedetti es que el pacto histórico tiene que reunir a todos los que estén de acuerdo con la necesidad de cambio, sin importar su origen. La pregunta que hay que hacerse es si personajes como estos ex-uribistas de verdad quieren un cambio en Colombia y si están de acuerdo con el programa del Pacto Histórico y con la meta de sus bases, que quieren ponerle un fin al atraso colombiano, producto del capitalismo. La evidencia en cada caso brilla por su ausencia. ¡Perez llama abiertamente a que Petro no pelee tanto con los ricos! Benedetti está siendo investigado por enriquecimiento ilícito, mientras que Karen Abudinen lo acusa de tratar de enriquecerse del desastre de MINTIC, donde 70.000 millones de pesos colombianos asignados a la modernización de escuelas rurales, han desaparecido de manera misteriosa.
¿Cómo puede responder la izquierda?
Petro declara que el Pacto Histórico tiene que atraer también a los uribistas. La pregunta es qué tipo de organización atraerá a estos elementos y que harán ellos dentro de ella. Esto va sobre todo apuntado a “acoger” a líderes y está claro que muchos de ellos ven en el Pacto Histórico la posibilidad de estabilizar la situación del país a su favor. El gobierno de Duque se ha caracterizado por su inestabilidad. Desde su gestión criminal de la pandemia hasta el paro general, donde justificó el asesinato de decenas de civiles, muchos en la burguesía claramente ven que el Centro Democratico está desgastado. En suma, ven en ello la posibilidad de un cambio “gatopardo” en donde cambios superficiales se usan para evitar el cambio sistemático.
Como marxistas tenemos que clarificar lo que Petro y sus invitados no están dispuestos a admitir: que una organización que invite tanto a la clase obrera, al campesinado y a la juventud a unirse de las manos con sus explotadores y opresores es una organización que se definirá por sus conflictos internos. Y el conflicto interno más grande que habrá será el conflicto programático, como se vio con los ataques a la invitación a Pérez.
Si bien Petro dice que no tiene ningún problema con quien se una al Pacto Histórico mientras estén de acuerdo con la visión de una mejor Colombia, hay que reconocer que cada uno de estos senadores están atados por mil hilos a la clase dominante y al imperialismo internacional. Si sus intereses ahora mismo están en el pacto histórico, eventualmente la presión de la clase dominante a través del control de sus intereses y su patrimonio se encargará de que estos senadores reconsideren su nuevo camino.
Un partido obrero
Sin embargo, no es suficiente decir que dirección no debe tomar el Pacto Histórico. Es esencial explicar qué tipo de organización creemos que podría jugar un rol positivo en los eventos por venir. Nosotros abogamos por un partido independiente de la clase obrera. La independencia de clase es el paso más esencial para la madurez de la clase obrera. Solo será sobre la base de su propia fuerza que la clase obrera colombiana podrá ponerle fin a esta crisis ya que no tendrá que unirse con sus propios explotadores, cuyos intereses materiales son enteramente opuestos a los intereses de los trabajadores, cuyo primer interés material es ponerle fin a la explotación en primer lugar.
Es esencial retomar los viejos métodos de lucha obrera que han servido a los trabajadores a través de la historia. Las demostraciones masivas evidenciaron su poder en los meses decisivos de abril y mayo de este año, donde las masas tumbaron la reforma tributaria y se deshicieron de su autor, el ministro de hacienda, Carrasquilla. Pero no solo se trata de demostraciones masivas. Se trata de retomar el arma más poderosa de la clase obrera, la huelga, y usarla para obtener nuevas conquistas atacando a la clase dominante exactamente donde les duele: en el bolsillo. Conquistas como la sindicalización de la clase obrera colombiana, mejoras a las condiciones laborales y derechos democráticos que son tirados por la borda solo serán posibles sobre la base de una lucha de clases que reconozca las herramientas más poderosas que tiene la clase obrera: su inmenso poder económico y el hecho de ser parte de la mayoría de la sociedad, en conjunto al campesinado y al estudiantado.
Antes de tener unidad con cualquier grupo, es esencial tener unidad de principios, ideas y programa. No hay problema con una organización que atraiga a cualquiera sin importar su procedencia. Es cuando su procedencia se ignora a favor de su integración y se le otorga prestigio no meritorio debido a sus lazos con el aparato político que las bases tienen que dudar de su integración. Este no es el soporte sobre el cual se puede crear una organización que pueda actuar de manera unitaria a la hora de la verdad.
Cuando el Pacto Histórico busca este tipo de adiciones, lo que está buscando es un atajo al poder. Pero obtener la presidencia de la república pondrá a Petro en una confrontación abierta con la oligarquía colombiana que hasta hoy siempre ha tenido a sus sirvientes más leales en el palacio de Nariño. Sin unas bases organizadas de tal manera que puedan poner en práctica las reformas necesarias para avanzar la economía colombiana (la reforma agraria y la nacionalización de las altas esferas de la economía, por ejemplo) Petro tendrá que depender del estado colombiano, diseñado para defender los intereses de la burguesía y operado enteramente por los burócratas de su predilección. Si el Pacto Histórico se orientará hacia las masas que quieren luchar por que una presidencia de Petro sea exitosa y se atreviera a ofrecerles un programa y tácticas generales de lucha, esto pondría en jaque a la clase dominante que claramente preferiría que una presidencia del Pacto Histórico solo sea una cubeta de agua fría regada sobre las masas.
La tarea de los marxistas y la deuda histórica
Creemos que el papel más importante que los Marxistas pueden jugar en el periodo actual es precisamente el de ser la izquierda del pacto histórico y defenderlo de los ataques de la derecha. Pero no escondemos nuestras críticas ni ocultamos nuestras banderas. Creemos que el pacto histórico y la posible presidencia de Gustavo Petro nos presentan la oportunidad de luchar por varias reformas que son deudas históricas del país, como los derechos sindicales y la dignidad laboral. Pero sabemos que en muchas de estas luchas, lo que será necesario hacer, será confrontar abiertamente el poder del capital colombiano. Nuestra tarea será ir donde Petro y los consejeros del uribismo no se atrevan a ir: a desafiar al latifundio, a los banqueros y a los patrones.
El Pacto Histórico recoge las esperanzas de millones de Colombianos que han vivido a través de veinte años de guerra, pobreza y represión, impuestos por el imperialismo. Esta es la razón por la que la oligarquía colombiana tiene que calumniar a Petro y presentarlo como el heredero de Chavez, a pesar de su moderación. Mientras que el Pacto Histórico abarque esas esperanzas y sea una plataforma para la movilización de estos colombianos, apoyaremos al Pacto y presentaremos la necesidad del socialismo y la teoría revolucionaria en un periodo tan crítico como el nuestro. Pero tendremos que reconocer que los oponentes más férreos de estas ideas no estarán solo en la derecha sino en los altos puestos del Pacto. Pero esto es aún más razón para ayudar a los mejores militantes del Pacto Histórico a sacar un balance acertado y convencerlos de la necesidad de luchar por el socialismo.
Ante todo, participamos con la perspectiva de que la mejor herramienta para la lucha por los derechos laborales, la dignidad del campesinado y un futuro para la juventud es un partido obrero guiado por un programa revolucionario. Creemos que estamos en un periodo en la historia colombiana en el cual la posibilidad de semejante partido está a nuestro alcance. A través de los últimos cinco años, desde la firma del acuerdo de paz, ha sido claro que los obreros, campesinos y oprimidos colombianos han reconocido la necesidad de luchar en contra de la oligarquía. Los paros generales del 2019 y 2021 y las manifestaciones masivas a nivel nacional en 2020 demuestran que hay cientos de miles de personas que están dispuestas a luchar y que están aprendiendo las lecciones de los últimos cinco años.
Un partido obrero podría darle a estas cientos de miles de personas un programa que clarifique cómo ponerle fin a su miseria a través de su acción coordinada, tácticas y estrategia para poner el programa en práctica e ideas para defender el programa de los ataques de la clase dominante y atraer a los mejores elementos de la clase obrera a la lucha por un fin a la oligarquía colombiana. Sólo esto podrá ponerle fin a las circunstancias que han creado la necesidad de un Pacto Histórico en primer lugar.