“Israel-Palestine protest march, Cape Town” by Louis George 2011 is licensed with CC BY-NC-ND 2.0. To view a copy of this license, visit https://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.0/
Suenan las balas en Cali y truenan las bombas en Gaza; asesinatos indiscriminados en Pereira y desalojos en Jerusalén Oriental. A primera vista parecieran ser hechos aislados en partes muy diferentes del mundo, tanto por su cultura como por la distancia que las separa. Aún así hay muchas más similitudes de lo que se ve por encima.
La creación del Estado israelí ha creado una opresión hacia el pueblo palestino, hasta llegar a un punto en el que organizaciones israelíes como B’Tselem ya aceptan la definición de “Estado apartheid”, que muchas organizaciones palestinas argumentaban desde mediados de la década de los 2000 con la construcción de muros en la “Línea Verde”. Esta opresión tuvo sus primeras expresiones con la violencia desatada del Irgún, la Haganá y la banda Stern, con mayor o menor tolerancia del imperialismo británico en decadencia, siendo estas organizaciones paramilitares sionistas precursoras de las actuales Fuerzas de Defensa Israelí, y de cuyas filas saldrían varios primeros ministros, que instaurarían una particular forma de ver al Estado israelí, como una especie de guardián de la democracia liberal en un mar de autoritarismos, y aun más como vigilante de la supervivencia de la herencia y el pueblo judío (eso sí desde la óptica sionista).
Esta visión, que para los líderes israelíes en 1948 justificaba maniobras de limpieza étnica, se plasmaron con la Nakba o catástrofe Palestina. En el marco de la Guerra Árabe-Israelí (o Guerra de Independencia para los israelíes) se ejecutó la invasión militar de cientos de aldeas, acompañada de masacres (con el caso emblemático de Deir Yassin) y provocaron el desplazamiento masivo y todo tipo de vejaciones hacia los palestinos en completo estado de indefensión. Este fue el inicio del plan de colonización de tierras y limpieza étnica que es uno de los catalizadores de la situación actual, cuando 8 familias del barrio de Sheikh Jarrah en Jerusalén Oriental (la parte antigua de la ciudad) serán obligadas a entregar sus casas a colonos israelíes.
Esto, junto con las provocaciones en la Explanada de Las Mezquitas en Ramadán, que culminaron con el gaseo y la lucha en la Mezquita de Al Aqsa, han provocado un escalamiento que amenaza con convertirse en una guerra total, donde el resultado es previsible. Israel, una potencia militar, intentara hacer pagar caro los ataques lanzados desde Gaza. Pero tampoco hay que ser considerados con el radicalismo religioso de Hamas y con la complacencia de los líderes de Al-Fatah. La realidad es que la clase obrera palestina, la misma que heroicamente ha resistido en Gaza, Ramala y Hebrón, está sola y sin dirección inmediata más que la de una rebelión quijotesca.
Una estrecha relación
Palabras como “Desplazamiento”, “masacre”, “racismo”, son palabras que no son ajenas en Colombia. La historia reciente y no tan reciente de Colombia confirma que los métodos usados para la opresión de los pueblos en el mundo se mantienen en el tiempo y el espacio. El pueblo trabajador, la juventud y los pueblos originarios de Colombia han sido víctimas de una represión terrible por parte del régimen estatal y para estatal durante décadas, sufriendo horrores indecibles que van desde la desaparición, la tortura, la cárcel, hasta el descuartizamiento.
Y una parte de esa historia se relaciona con la ayuda de Israel. El caso más representativo es el del ex teniente coronel Yair Klein, quien llegó a Colombia de mano del cartel de Medellín y posteriormente prestó sus sanguinarios servicios a los grupos paramilitares, ayudando así a plasmar con sangre uno de los episodios más dolorosos de la historia colombiana. En diversas ocasiones ha expresado que su intervención en el conflicto colombiano fue por invitación de los EE.UU y de la policía nacional, y que ayudó a entrenar milicias patrocinadas por hacendados, entre ellos según él, alguien que llegaría a ser presidente del país; “No digo el nombre porque ustedes saben perfectamente quién es”, “Fue uno de los hacendados de la zona, que pagó como todos los hacendados para que yo pudiera hacer en ese momento los entrenamientos”.
Es ahí, en la relación tanática de los dos países donde las realidades de los pueblos colombiano y palestino se encuentran. La industria bélica israelí se vanagloria de que sus productos son probados en el terreno, sea este Gaza o Tumaco. Fusiles, aviones, repuestos y suministros para armamento, hacen parte del arsenal con que se reprime brutalmente a la población civil colombiana y palestina.
Hoy hacemos un llamado a la solidaridad internacionalista, apoyamos el derecho del pueblo palestino a defenderse del régimen colonialista y racista de Israel; y denunciamos los actos de racismo por parte de bandas de ultraderecha religiosa, y que se plasmaron a lo largo del mes de abril con marchas que proclamaban “Muerte a los árabes” en las calles de Jerusalén. Hacemos un llamado al internacionalismo, a la unión entre la clase obrera árabe y judía, pues mientras ella muere, las élites tanto de Hamas, como Fatah, como del status quo israelí se refugian en sus bunkers. Solo la revolución socialista nos permitirá ver más allá de los odios, y guiar hacia un futuro de paz, bienestar y solidaridad.
Bibliografía
A regime of Jewish supremacy from the Jordan River to the Mediterranean Sea: This is apartheid
B’Tselem denuncia la supremacía y el ‘apartheid’ que Israel aplica contra los palestinos