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La victoria de Cepeda: ¿Dónde va la izquierda colombiana?

La victoria de Cepeda: ¿Dónde va la izquierda colombiana?

En la consulta interpartidista realizada este domingo 26 de octubre, resultó ganador el actual senador Iván Cepeda, quien se impuso frente a la exministra de Salud Carolina Corcho para convertirse en el candidato de las principales fuerzas de izquierda

El número total de votantes alcanzó los 2,7 millones, una cifra considerablemente alta para una elección de este tipo Una de las más similares fue la del Polo Democrático en 2009, cuando Gustavo Petro y Carlos Gaviria figuraban en el tarjetón y obtuvieron alrededor de 450 mil votos.

Más allá de los números, el resultado refleja el ánimo de la clase trabajadora colombiana, que aún ve posible la lucha por las reformas y que, al mismo tiempo, se radicaliza ante la creciente inestabilidad del sistema, con un genocidio en Gaza y los ataques de Trump contra América Latina y el presidente Gustavo Petro.

En este contexto la figura de Cepeda emerge como un intento de continuidad del proceso de la izquierda en Colombia, al tiempo que la crisis del sistema amenaza con golpear al país y las presiones externas crecen.

¿Quién es Iván Cepeda? 

Iván Cepeda Castro es una de las figuras más representativas de la izquierda colombiana, reconocido por su labor política como senador y por su trayectoria en la defensa de los derechos humanos. También por ser hijo de Manuel Cepeda Vargas, senador de la Unión Patriótica asesinado en 1994 durante el genocidio contra ese partido, hecho que marcó profundamente su vida y su vocación política.

Su relevancia nacional se consolidó en los últimos años gracias a su enfrentamiento político y judicial con el expresidente Álvaro Uribe Vélez, a quien logró acorralar en los estrados hasta ponerlo al borde de la cárcel.

Ese proceso le dio una alta visibilidad mediática que lo impulsó a participar en la contienda electoral, alterando el panorama interno de la izquierda y desplazando a Carolina Corcho, exministra de Salud de Gustavo Petro, quien había ganado reconocimiento entre las bases por su firme defensa de la reforma a la salud, incluso frente a la decisión presidencial de apartarla para lograr consensos.

Aunque Cepeda carga con la imagen de ser un político radical, su propuesta programática revela un matiz distinto. En el último punto de su documento, titulado La revolución política y democrática, plantea la necesidad de realizar reformas reales y no cosméticas, de involucrar a las mayorías, poner fin a las violencias y construir un Acuerdo Nacional que no se imponga desde arriba, sino que surja de la participación de todas las partes a través de una Constituyente. No obstante, concluye con las siguientes palabras: 

“Quiero concluir con una reflexión que nace desde lo más hondo de mis convicciones. Después de dos décadas de intervenir en mesas de paz, como facilitador, mediador y negociador, he llegado a la conclusión de que siempre es posible llegar a un acuerdo, no importa qué tan distantes estén las partes y sus representantes.”

Más allá de que esta táctica no funcionó para el gobierno actual —que se vio obligado a romper con el consenso e impulsar las reformas mediante la movilización en las calles—, la estrategia de Cepeda parece desconocer la principal razón del ascenso y la estabilidad de la izquierda: la firmeza con que Petro ha respondido en los momentos de choque con las élites económicas y políticas, cuando estas han utilizado todo su poder para impedir el avance de las reformas, a pesar de los reiterados ofrecimientos de diálogo. 

Toda la experiencia de América Latina nos enseña que no es posible llegar a acuerdos con los que nos han explotado, matado nuestros dirigentes, acabado con organizaciones enteras, masacrado nuestros campesinos y  obreros al mismo tiempo que han robado  las riquezas de sus propias naciones. Desde Chile a Venezuela cada país ha tenido esta experiencia y Colombia no es diferente. Pero el progresismo colombiano parece olvidarlo. 

Según versiones recogidas por La Silla Vacía, en el entorno cercano de Cepeda, consideran necesario proyectarlo como una figura “moderada”, capaz de atraer al electorado de centro. Esta es una presión que surge incluso desde el interior del Pacto Histórico, donde se le percibe como un dirigente demasiado radical. En coherencia con ello, el senador ha insistido en el gran acuerdo nacional con los sectores políticos y económicos tradicionales como su principal bandera, cuidándose de marcar distancia respecto a la estrategia de Petro.

Esto ya evidencia la presión del reformismo y de otras fuerzas dentro de la coalición, que probablemente lo obligarán a negociar con sectores del santismo o de la burguesía paisa, como Roy Barreras o Daniel Quintero, si desea garantizar los votos de sus seguidores.

El imperialismo y su mascota están asustados

El conservador Mauricio Cárdenas reconoció en un video publicado en X, tras las elecciones, que estos comicios representaron una derrota para la política tradicional. Su declaración refleja el pesimismo que atraviesa a una clase política incapaz de conectar con las bases populares y que ha reducido su estrategia al descrédito y la mentira.

Ante esa desconexión, su respuesta desesperada ha sido buscar el respaldo de la actual administración en Washington. Sin embargo, estos ataques no han tenido el impacto esperado en las bases del Pacto Histórico. Por el contrario, hechos que en principio podrían parecer favorables a la derecha, como la absolución en segunda instancia de los cargos contra Álvaro Uribe Vélez o la inclusión de Gustavo Petro y su familia en la lista Clinton, solo han avivado una creciente rabia antiimperialista, expresada en el respaldo al gobierno y a su proyecto político.

Es evidente que los 1,6 millones de votos obtenidos por Cepeda, así como la masiva participación que llevó incluso a la falta de mesas y a la extensión del tiempo de votación en varios puntos del país, fueron impulsados también por la presión ejercida por Trump sobre Colombia en las últimas semanas. Nadie anticipaba un resultado de tal magnitud hace apenas unos días.

La multitudinaria movilización convocada por el presidente Petro en Bogotá dos días antes de las elecciones para manifestarse contra las agresiones de Trump y la absolución de Uribe, es una muestra contundente de ese clima político.

Paradójicamente, para Trump no existe ya la opción de detener esta ofensiva. Su estrategia internacional lo empuja a intensificar los ataques para asegurar una posición sólida del imperialismo en la región. Con el avance de China en países como Colombia, Perú, Venezuela y Brasil, resulta vital para Estados Unidos reafirmar su dominio en lo que considera su “patio trasero”.

Al final, la situación se asemeja a una serpiente que se muerde la cola: cada golpe de Trump fortalece a Petro, y ese fortalecimiento obliga al imperialismo a golpear con más fuerza.

Los desafíos de la izquierda si vuelve al poder

La disputa entre Gustavo Petro y Donald Trump demuestra que Colombia no está aislada del resto del mundo. Aquí también se expresa el agotamiento del llamado orden basado en reglas, cuando el país más rico del planeta ejerce sin disimulo su poder para intervenir en la política nacional. 

Durante el próximo período, esta tensión se profundizará y se sumará a la presión económica. La deuda pública sigue en aumento desde la pandemia, la financiación del Estado se vuelve cada vez más difícil y el incumplimiento de la regla fiscal es un peso que debe gestionar quien llegue a la Casa de Nariño. 

A ello se suma la presión desde abajo. Las masas han obtenido conquistas importantes gracias a su movilización, como la aprobación de la Reforma Laboral, y el ánimo militante persiste. Sin embargo, el desgaste comenzará a sentirse cuando se evidencie que los problemas estructurales del país siguen intactos.

No obstante, el plan de Iván Cepeda, expresado tanto en sus discursos como en su programa frente a la pobreza, la cuestión agraria, el modelo minero y la política exterior, no plantea una solución de fondo ni permanente a estos problemas. Propuestas como la renta universal, el respeto institucional del Proceso de Paz o una repartición concertada de tierras son las mismas piedras con las que ha tropezado el actual gobierno.

Uno de los aciertos de Petro ha sido entender que hay objetivos por los cuales vale la pena salir a luchar. Sin duda, así debe seguir siendo. Pero también es necesario plantear los retos que hasta ahora no se han asumido. La nacionalización de sectores estratégicos de la economía, por ejemplo, permitiría administrar el país con mayor soberanía frente a los ataques internos y externos.

Petro tampoco ha logrado resolver las tensiones internas dentro del Pacto Histórico, que durante esta campaña se expresaron en torno al exalcalde de Medellín, Daniel Quintero, señalado por corrupción y que, aun así, se postula como candidato con el respaldo del presidente.

La estrategia del Frente Amplio es una táctica de conciliación de clases. Esta abre la puerta a oportunistas liberales y centristas —miembros de la burguesía nacional— que buscan infiltrarse en el movimiento para frenarlo desde dentro y bloquear las reformas conquistadas y las que puedan venir. 

Si Cepeda llegara a la Casa de Nariño, esta contradicción se haría evidente y lo obligaría a definirse con claridad. Su programa plantea como uno de sus objetivos acabar con la corrupción en el Estado y en su propio movimiento político, pero al mismo tiempo se niega a romper con la táctica del Frente Amplio, que constituye precisamente el terreno fértil donde germina ese tipo de fenómenos.

En última instancia, la única manera de preservar las victorias del Pacto Histórico es romper con las cadenas que le atan a la oligarquía nacional que detenta el poder económico y se niega a repartirlo. Esta ruptura afectará directamente al imperialismo, cuyas riquezas están ligadas a la explotación de la clase obrera nacional y el saqueo de sus recursos naturales.  

Sin importar el resultado de las elecciones de 2026, una cosa es evidente: hay una capa creciente de trabajadores y jóvenes dispuestos a luchar por un cambio. Ellos buscan una dirección audaz, capaz de transformar los acontecimientos.

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Rosa Espinoza

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