La matanza en Gaza ha alcanzado el sombrío hito de 10.000 muertos, mientras que más de un millón han sido desplazados sin ningún lugar a donde ir. Para dar perspectiva de esta cifra, las Fuerzas de Defensa Israelí (FDI) han matado a más personas en Gaza en un mes que el número total de muertes de civiles ucranianos en los 21 meses transcurridos desde que estalló la guerra de Ucrania en febrero de 2022. Esta última cifra se situó en 9.600, según la estimación del mes pasado.
Pero tal comparación es inadmisible, explicó uno de los asesores de Biden, John Kirby: “Matar a ucranianos inocentes, eso es parte de su estrategia dentro de Ucrania”, mientras que “eso no es lo que vemos por parte de Israel”
Al parecer, es la estrategia deliberada de los rusos matar a tantos ciudadanos ucranianos como sea posible. Sin embargo, los israelíes han logrado superarlos en una fracción del tiempo sin tener la intención de hacerlo. ¿Debemos atribuir esto a una gran incompetencia por parte de los rusos o a una gran negligencia por parte de los israelíes? Estas son las conclusiones tan absurdas a la que nos lleva la propaganda bélica occidental.
Es una sombría ironía que esta cifra -10.000 muertos en un mes; la mitad de ellos son niños; es una cifra que supera el número de palestinos muertos en la guerra de Gaza de 2014, la guerra de Gaza de 2008 y la Segunda Intifada combinadas- coincide con el mes de la memoria en las naciones de la Commonwealth, que conmemora aquellos que murieron en guerras.
Cada noviembre, nuestros gobernantes nos piden que recordemos la memoria histórica de la Gran Matanza de 1914-1918, mientras que juran solemnemente “nunca más” y colocan coronas de amapolas en los cenotafios. Pero mientras nos suplican que recordemos a los arrojados a la picadora de carne hace un siglo, nuestra clase dominante está dispuesta a minimizar la masacre de nuestros días, incluso mintiendo abiertamente sobre el alcance de la matanza.
“No tengo idea de que los palestinos estén diciendo la verdad sobre cuántas personas mueren”, dijo Biden a los periodistas, poniendo en duda las cifras de muertes de civiles. “Estoy seguro de que han muerto inocentes, y es el precio de librar una guerra…” “No tengo confianza en la cifra que están usando los palestinos.”
En respuesta a esta obscenidad misantrópica, el Ministerio de Salud de Gaza respondió publicando un documento de 212 páginas que enumera el nombre, la edad, el sexo y el número de identificación de cada una de las 7.000 víctimas de la agresión israelí que se habían identificado hasta ese momento.
Pero, ¿por qué Biden pondría en duda las cifras cuando sus aliados israelíes no solo están de acuerdo con la cifra del Ministerio de Salud de Gaza, se deleitan con esas cifras, e incluso las encuentran vergonzosamente modestas?
De acuerdo con el alarde de una fuente de seguridad israelí de alto rango, 20.000 personas han sido asesinadas. Además, esta misma fuente afirma que esta cifra está compuesta abrumadoramente por combatientes de Hamas. Dado que se estima que el número de combatientes de Hamas ronda los 30.000 (de nuevo, según Israel), ¿entonces seguramente esta es la “Misión Cumplida” de Netenyahu?
¡Eliminar dos tercios de toda la fuerza de combate del enemigo en cuestión de semanas sería una victoria tan resonante como las que puedes encontrar en la historia de la guerra! Pero lo cierto es que la abrumadora mayoría de estas víctimas son civiles, e Israel lo sabe, pero considera que todos los palestinos en Gaza son el enemigo.
Este tipo de recuento de muertos de guerra recuerda a uno de cómo los estadounidenses contaban en Vietnam: “Si está muerto y es vietnamita, es Viet Cong.”
¡Abajo los criminales de guerra!
Biden, Sunak y toda la banda cómplice de delincuentes conocida como “los líderes del mundo occidental” se han colocado en una situación extremadamente difícil. Israel es el bastión del imperialismo occidental en Oriente Medio y respalda de lleno el aplastamiento del pueblo palestino. Pero en un contexto de rabia ya creciente en casa, la abominación que estamos presenciando en Palestina está alimentando una enorme ira.
De la misma manera que un calamar amenazado escupe tinta para ocultarse, la clase dominante está lanzando amenazas, mentiras y distorsiones. Tratan de minimizar la matanza. “No es para tanto”, dice la Administración Biden. “Oh, sí lo es”, responde un funcionario de seguridad israelí. “No es genocidio”, dice la Administración Biden. “Dejemos caer una bomba nuclear sobre Gaza”, responde un ministro israelí.
Nada de lo que hagan puede enmascarar la realidad. Recurren a las amenazas. Acusan a las protestas de ser “marchas de odio”, a los que se manifiestan de “simpatizantes de Hamas” y “antisemitas”. La clase dominante amenaza con deportar a los extranjeros que asisten a manifestaciones, prohibir las reuniones; crean una atmósfera macartista. Pero millones se movilizan semana tras semana, y esas movilizaciones solo están creciendo.
Vimos nada menos que 2 millones manifestarse en Yakarta. En el corazón de las potencias imperialistas, hemos visto a 300.000 en Washington; y 500.000 en Londres donde el objetivo de los organizadores es conseguir un millón en las calles en las próximas semanas. A pesar de los intentos de prohibir las protestas, ahora hemos visto a miles de personas salir a las calles de Berlín y París.
Pero hace 20 años, decenas de millones salieron a las calles contra la guerra de Irak. 3 millones marcharon en Roma y 2 millones por las calles de Londres. La clase dominante ignoró todo esto, y la barbarie que siguió es bien conocida.
Las marchas masivas están movilizando a millones, pero debemos preguntarnos: cuando se movilizan millones, ¿entonces qué?
La exigencia que predomina en las protestas en todo el mundo es natural: cese al fuego. Pero considerando lo anterior, considerando la bestial falta de preocupación por la vida humana que ha demostrado nuestra clase dominante, ¿podemos imaginar que los llamados a un alto al fuego caigan en oídos comprensivos? Claro que no.
La clase capitalista es como una banda armada que aterroriza al mundo en defensa de sus intereses. La súplica pacifista no los influirá. La guerra imperialista se detendrá cuando esta banda armada haya sido desarmada. Pero, ¿quién los desarmará? ¿Las Naciones Unidas? Hacer esta pregunta es responderla.
Solo hay una fuerza en la sociedad que puede desarmar a los mafiosos imperialistas, que puede ponerlos de rodillas: la clase trabajadora. La clase obrera es la que los imperialistas llaman a fabricar, cargar y enviar sus armas. Los manifestantes en Tacoma, Washington, ya han bloqueado supuestos envíos de armas destinadas a Israel que salen del puerto. Este tipo de estrategia debe ser asumida conscientemente por el movimiento obrero, y generalizada, con huelgas, piquetes y ocupaciones. Un boicot obrero de todos los bienes destinados a la maquinaria de guerra israelí podría paralizar a las FDI.
Pero más que esto, esta guerra ha dejado bastante claro que los imperialistas occidentales no son menos culpables que el propio régimen israelí de la opresión del pueblo palestino. Por lo tanto, la lucha contra esta guerra debe estar conectada con la lucha para derrocar a todos los criminales de guerra: Biden, Sunak, Macron, Scholz y todos los demás.
La lucha contra esta guerra está inextricablemente ligada a la lucha contra el capitalismo y contra el imperialismo en todo el mundo. Por eso nuestro lema es: ¡Intifada hasta la victoria! ¡Revolución hasta la victoria!