A través del primer año de su presidencia, Gustavo Petro y su coalición Pacto Histórico se han encontrado enredados en una lucha para pasar las reformas que prometió en su programa de campaña a través de un congreso dividido donde no tiene una mayoría. Mientras tanto, la coalición se está preparando para las elecciones regionales de octubre en donde se decidirán las alcaldías y las gobernaciones del país.
Todo esto está ocurriendo en medio de una tormenta de calumnias y ataques de parte de la oligarquía colombiana, que ha culminado con el arresto de Nicolas Petro (hijo del presidente y antiguo concejal del departamento del Atlántico) y su colaboración con la fiscalía en donde ha declarado que tiene evidencia demostrando que la campaña de su padre ha recibido dineros ilegales. Esta noticia amenaza directamente la credibilidad del presidente, algo que la prensa burguesa ha intentado por un año pero no ha logrado.
Con el inicio de una nueva sesión legislativa (después de 8 meses en donde la presidencia no logró pasar reformas a la salud, las pensiones y la laboral), Petro no se encuentra con la aprobación que definió su posesión, bajando del 50% hasta el 32% para el aniversario de la misma. A pesar de todo esto, el presidente ha gozado de una situación económica estable, lo que le ha permitido defenderse de los embates a su credibilidad política.
La cuestión del golpe blando
Una de las cuestiones más importantes sobre el primer año de Petro ha sido la injerencia de la burguesía en su presidencia, exponiendo de manera clara los límites de la democracia burguesa. Desde los ataques a las reformas legislativas en los medios de comunicación hasta el papel que la procuradora Margarita Cabello y el fiscal Francisco Barbosa han jugado en atacar directamente a la presidencia en la medida en que implementa cualquier medida ejecutiva, la oligarquía ha hecho todo lo que puede hacer para prevenir la implementación de las reformas.
La reforma laboral fue presentada como una receta perfecta para el desempleo, la pensional como un robo de las pensiones de las personas del común, la de la salud como la caída del sistema de salud. Esta campaña mediática en contra del programa del gobierno fue usada en conjunto de la movilización de la oposición en grandes marchas y el periodismo amarillista para desacreditar al gobierno.
Sin embargo, se requieren dos para bailar. La dirección del Pacto Histórico ha aceptado cada uno de estos golpes y ha revuelto su gabinete en respuesta a la presión de los medios en contra de las reformas. No solo esto, sino que ha mitigado las mismas reformas para tratar de obtener alguna victoria legislativa, sin mucho alcance. Efectivamente, las tres reformas mencionadas anteriormente fueron todas derrotadas en la primera sesión legislativa del año. Ahora, durante la segunda sesión, se espera que se vuelvan a poner en la agenda, pero mitigadas.
Este juego de tiro y empuje ha sido usado de parte de la dirección de las organizaciones de izquierda para promover la idea de “un golpe blando”. La perspectiva detrás de esto es que el gobierno de Petro está siendo atacado con métodos similares a los que se usaron para deponer el gobierno de Dilma Rousseff en Brasil, por ejemplo. En otras palabras, el uso de instituciones legales para reducir el margen de maniobra del gobierno, a través de enjuiciamientos abusivos y sabotaje político (como en el caso de la liberación de los jóvenes de la primera línea)
Sin embargo, la presunción detrás de esto es que el estado debería actuar como un actor neutro que respete la democracia como se demuestra en cada elección. La realidad, sin embargo, es que el estado no es un actor neutro. Más bien, el estado son los cuerpos de hombres y mujeres armados en defensa de la propiedad privada, respaldados por las instituciones políticas que le dan una cobertura democrática a estas instituciones.
Este argumento le sirve a la dirección de izquierda a la hora de justificar la mitigación de las reformas. Les permite decirle a las bases que no deben ir muy lejos a menos de que terminen alentando a la oposición a asestar un golpe en contra de la presidencia de Petro. Sin embargo, el meollo del asunto es que la oposición representa la vieja guardia del Uribismo, la corriente política detrás de la represión de cientos de miles de colombianos, al igual que la privatización y la austeridad que definen a la vida en Colombia.
La verdadera respuesta a esta corriente política no es ceder concesiones, sino movilizar a las masas insatisfechas con los bajos salarios, la falta de cobertura del sistema de salud, la imposibilidad de pensionarse, las altas matrículas universitarias, etc. en contra de estos problemas y plantear la posibilidad de que la clase obrera puede resolver estos problemas con una escala móvil de salud, la nacionalización del sistema de salud bajo control obrero y la expropiación de los fondos privados de salud.
El desprestigio y la posible resurgencia del Uribismo
A pesar de los embates de la oposición y las concesiones de la izquierda, hay que ser claros: la razón detrás del énfasis en el periodismo amarillista, en los escándalos y los ataques a las reformas es el hecho de que los llamados partidos de oposición, especialmente el ensañado Uribismo, no tienen un programa político que resuene con las masas. Este es el impase. Ni los reformistas ni los patrones de los paramilitares tienen soluciones para la crisis del capitalismo.
Sin embargo, hay que aclarar que el nivel de influencia de estos medios está siendo exagerado. De acuerdo a Cifras y Conceptos, solo el 12% de la población considera la versión impresa de Semana como una de sus primeras fuentes de información mientras que solo el 7% considera la versión digital de la misma. Igualmente, durante la semana del 20 al 25 de agosto en la red social X (antes Twitter) se mantuvo por varios días la tendencia #SemanaMiente y #CaracolMiente como respuesta a sus constantes ataques al gobierno por medio de calumnias.
Este desprestigio de los medios del establishment es entendible. Podemos ver un estudio reciente del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica que detalla el cubrimiento de Petro en medios como Semana, el Espectador y demás. El 66% de los encabezados de Semana sobre Petro fueron de tintes negativos. Cuando uno considera los vínculos entre esta revista y familias como los Gnecco (debido al matrimonio de Vicky Dávila y José Amiro Gnecco) y los Gilinski (los dueños de Nutresa, un conglomerado de alimentos valorado en $3 mil millones de dólares, y de la misma revista Semana) y las pérdidas que reformas como la reforma agraria y la reforma laboral les causarían a estos clanes, no es muy sorprendente ver su férrea oposición.
Otro componente importante es la división que se agudiza en la clase dominante. Es verdad que el Uribismo ha sido protagonista en las últimas décadas pero para parte de la burguesía nacional esta facción se ha vuelto incómoda. Las políticas represivas y abiertamente corruptas de Uribe y Duque arrastraban ya un problema que se hizo evidente durante el Estallido Social cuando empujaron hasta su extremo el descontento a raíz de la crisis después de la pandemia. Para la oligarquía nacional esto significó una derrota con consecuencias. Por eso hoy hay ataques de lado y lado. Cómo muestra la encerrona judicial alrededor de Uribe y sus acólitos, o el enfrentamiento directo con elementos como Santos o los Samper. Sucede algo muy parecido a lo de Argentina con Milei o EEUU con Trump (pero sin su base social). Y aunque esto les ha costado frente a su liderazgo todavía no les rompe por completo.
Lo más importante es que, a pesar de que le logran hablar a aquellos convencidos de que Petro representa la segunda venida del Castro-Chavismo, no logran hablarle a muchos más allá de estos círculos. Esto no significa que sus ideas no tengan peso en la sociedad. Con la ausencia de una verdadera explicación de las fallas de las reformas, su credibilidad va a incrementar y lograrán movilizar a ciertos elementos insatisfechos, como lo han hecho hasta el momento con capas de la pequeña burguesía o los reservistas. Sobre esta base, pueden construir una alternativa reaccionaria que pueda ganarse las próximas elecciones presidenciales. Por supuesto, también tienen que superar sus divisiones internas.
En otras palabras, si bien el Uribismo ha sido derrotado en las elecciones del 2022, la burguesía que está detrás de esta facción sigue viva y busca la manera de regresar al poder en cuerpo viejo o nuevo. La razón detrás de esto es sencilla: las altas esferas de la economía todavía están en sus manos y el Pacto Histórico no tiene ninguna intención de cambiar esto. Mientras la fuente de su poder se mantenga, siempre tendrán la capacidad de sabotear cualquier reforma y promover cualquier ataque político.
La calma antes de la tormenta
El peso colombiano pasó de ser una de las monedas más devaluadas en el mundo a una con el 20% de recuperación de su valor en el mercado mundial. Esto, en conjunto con el incremento de las tasas de intereses de parte del Banco de la República y su homólogo en los EE.UU, la Reserva Federal, han creado un espejismo de mejora. El desempleo ha caído al 10% y los salarios reales han subido 4 puntos porcentuales, según Petro.
Vale la pena mencionar que uno de los grandes impulsos detrás de la “recuperación” fue precisamente la caída de las reformas. Después de todo, el valor del peso colombiano frente al dólar se mide en la expectativa del capital extranjero de poder continuar su política de explotación en Colombia. No es muy sorprendente que los inversores extranjeros confiarán más en el peso colombiano cuando entendieron que no tendrían que pagar recargos nocturnos, pagos festivos o preocuparse por la reducción de la jornada laboral.
Esta recuperación en conjunto con el carácter histórico de la primera presidencia de izquierda le dan un cierto margen de maniobra y algo de tiempo con los elementos más avanzados de la clase trabajadora al presidente Petro. Pero no puede continuar de manera perpetua. La tasa de inflación todavía está en 11,78% para Julio de 2023 y el PIB nada más ha crecido un 1,6% durante el 2023, de acuerdo al DANE. Esta misma entidad, de hecho, espera que el PIB no crezca más allá del 3% este año. Esto después de un crecimiento del 7% el año pasado.
Si bien el desempleo ha caído a un 9,3%, el empleo informal todavía está en un promedio de 55.8% a nível nacional. No solo esto, los salarios nominales siguen sin subir en un país en el que, antes de los acontecimientos insurreccionales de 2021, el salario mínimo apenas equivalía a un tercio del coste de vida. Casi el 40% de la gente no puede cubrir eso. Los servicios de salud todavía experimentan fuertes retrasos debido a su incapacidad de proveer servicios especializados fuera de las ciudades (hay más de 109.825 tutelas en contra de las compañías de seguros, todas realizadas con la meta de lograr citas puntuales) y la educación sigue siendo cara con un aumento del 8,90% en los precios de las matrículas para el segundo semestre de 2022.
Si bien, esta miseria se acumula en un polo, en el otro se acumulan riquezas. Ninguna de las diez compañías más grandes del país han reportado pérdidas. El grupo AVAL, a pesar de las multas y juicios que ha enfrentado debido a su soborno de funcionarios públicos, reporta ganancias de $425.100 millones. El grupo SURA, una de las aseguradoras más grandes del país, reporta $103 millones. Este es el mismo fenómeno de “Greedflation” (Codicia inflacionaria) en donde el incremento de los precios en ciertos sectores de industria es usado como una cubierta para un incremento general de todos los precios a niveles que van más allá de lo necesario. Esto sigue ocurriendo a pesar del anuncio de controles de precios de parte de la Casa de Nariño en conjunto con las grandes cadenas de supermercados.
Todo esto representa la dinamita en los cimientos de la sociedad colombiana, esperando a ser detonada. Esta realidad es clara para la juventud y la clase obrera. La favorabilidad de Petro con los jóvenes, por ejemplo, ha caído del 61% al 46%. Su favorabilidad general ha caído por 23 puntos. Este enfriamiento representa la comprensión de muchos de que Petro no puede realizar el cambio. La perspectiva del Pacto Histórico es que se podrán ganar a estos jóvenes y trabajadores cuando pasen las reformas, usando al estado como un gran aparato de redistribución de riqueza. Pero el tiempo apremia y una cascada de problemas se están preparando en el sector salud, vivienda, educación y empleo.
Sin una alternativa que pueda explicar por qué está fallando el Pacto Histórico, muchos de aquellos que alguna vez votaron por Petro con orgullo y marcharon en los paros nacionales de los últimos años, se desilusionarán. La cuestión central se convierte en: ¿qué harán estos elementos que lucharon de manera valiente en los últimos 5 años cuando vean los límites del reformismo?
Reforma o Revolución
Vale la pena recordar, sin embargo, que esta perspectiva no está en la agenda inmediata. Después de todo, la marcha de junio 7 logró movilizar a manifestantes a través de 200 ciudades en 20 departamentos. Si bien la policía declaró que solo hubieron 20.000 manifestantes en todo el país, la realidad fue que la Plaza de Bolívar se llenó y tiene una capacidad de 55.000. Es claro que hay un ánimo de lucha que busca saldar cuentas con la oligarquía e instaurar reformas que le pongan fin al atraso del país.
Las tareas de los comunistas en este periodo son claras: debemos de luchar hombro con hombro junto con el resto de nuestra clase por estas reformas, en contra de los embates de la oligarquía. Cada una de estas reformas en la salud, pensiones y el trabajo, serían grandes conquistas para una clase obrera que ha sido sujeta a la represión y austeridad interminable de los lacayos leales de Washington que controlan la economía colombiana. Las masas ven al gobierno de Petro precisamente como una oportunidad de romper con este pasado.
Pero debemos ser honestos sobre los límites de estas reformas. El programa de Petro es un programa de un “capitalismo humano” y reformado. La clase dominante de este país solo ofrecerá concesiones hasta el punto que sea estrictamente necesario para mantener la estabilidad social. Y no todas las alas de la clase dominante están de acuerdo en qué concesiones ofrecer, o hasta qué punto. De mayor importancia es la tendencia de movilización que hemos visto en los últimos seis meses, con movilizaciones que han incrementado en números desde Febrero hasta Junio. Es claro que las bases no darán está lucha por perdida a menos de que la dirección tire la toalla de antemano.
Sin embargo, esto no significa que no haya ilusiones en el gobierno del Pacto Histórico, debido a su significancia como el primer gobierno de izquierda en el país del paramilitarismo. Es claro que Petro rompe con la tradición de presidentes en el bolsillo de las multinacionales, el paramilitarismo y el narcotráfico que siempre han existido en el país. La cuestión es qué tanto se pueden mantener estas ilusiones en la medida que este gobierno intente reconciliar los intereses materialmente opuestos de los trabajadores y la oligarquía.
Los mejores elementos empiezan a entender los límites de estas reformas y que la lucha contra la oligarquía requerirá una posición intransigente de independencia de clase. Empiezan a reconocer que los verdaderos frenos que detienen al Pacto Histórico son sus dirigentes con sus lazos profundos con el establishment más no las bases, que salen a las calles a luchar cuando se les llama. Estas bases son las que tenemos que ganar con un programa revolucionario.
Aquí la prensa revolucionaria tiene un papel vital que jugar. Los periódicos y canales de televisión más grandes del país son la voz de oligarquía que desea con desespero regresar el calendario a antes del 2021, cuando podían imponer salarios criminales, reducidos y jornadas semanales de seis días, mientras asesinaban a sindicalistas con impunidad. Todo el mundo reconoce que detrás del velo de objetividad, la mayoría de los periodistas son defensores del status quo. Un periodico nuestro que nos permita mostrar la realidad de la clase trabajadora y sus luchas, que proponga un programa de lucha de clases como respuesta al programa de conciliación de clases de Petro y la política reaccionaria de la oligarquía es de suma importancia.
A cada una de las reformas de la bancada del Pacto Histórico, debemos proponer demandas genuinamente revolucionarias y poner presión sobre su dirección para no aceptar concesiones. Debemos movilizar a la gente en las calles para sobrellevar la oposición en el congreso, mientras que nos ganamos a las bases en los sindicatos para poder organizar huelgas que fuercen a los legisladores opositores a votar a favor de las reformas radicales para prevenir pérdidas para sus verdaderos amos en las oficinas de Nutresa, SURA, EPM, etc. Solo son a través de estos métodos que la clase obrera puede desplegar su fuerza considerable. Las reivindicaciones económicas que claman por mejor salud y pensiones deben ser vinculadas con una lucha política que reconozca que la clase dominante no concederá absolutamente nada sin una lucha hasta el final y que usará todo su poder político para coartar las reformas.
Por encima de todo, los comunistas tenemos que proponer un programa revolucionario que explique que mientras que la clase dominante esté en control de las altas esferas de la economía (incluyendo los conglomerados de seguros de salud y los fondos de pensión privados que les permiten a los bancos especular con las pensiones de los obreros, etc.), ninguna de estas reivindicaciones económicas puede ser cumplidas. Solo la clase obrera, liderando al campesinado, la juventud y las capas oprimidas de la sociedad puede liderar un programa masivo de expropiaciones que pueda asegurar salud, educación, vivienda, empleo y sustento para todos.
Las bases del Pacto Histórico deben ser movilizadas para esta tarea, para ganarse a los trabajadores, campesinos y jóvenes en cada uno de los sindicatos, comités de campesinos y concejos estudiantiles donde estén activos. Los marxistas deben jugar un papel activo en ganarse a los mejores elementos de las bases en esta coalición. En este momento, ellos representan los elementos más avanzados de la clase obrera colombiana. Los comunistas deben luchar por la adopción de un programa claramente revolucionario que desafie el poder de la oligarquía colombiana que añoran con ahínco los viejos días cuando los militantes de izquierda y los sindicalistas eran secuestrados, asesinados y removidos de la vida política. Hemos recorrido un largo camino desde aquellos días. Pero debemos seguir avanzando si aspiramos a la victoria.