Historia

Camilo Torres y la necesidad del partido revolucionario (Parte I)

Camilo Torres y la necesidad del partido revolucionario (Parte I)

En vida de los grandes revolucionarios, las clases opresoras les someten a constantes persecuciones, acogen sus doctrina con la rabia más salvaje, con el odio más furioso, con la campaña más desenfrenada de mentiras y calumnias. Después de su muerte se intenta convertirlos en iconos inofensivos, canonizarlos, por decirlo así, rodear sus nombres de una cierta aureola de gloria para “consolar” y engañar a las clases oprimidas, castrando el contenido de su doctrina revolucionaria, mellando el filo revolucionario de ésta, envileciéndola. <fn> [Vladimir Ilyich Lenin, El Estado y La Revolución] </fn>

Vladimir Ilyich Lenin, El Estado y La Revolución

La figura de Camilo Torres Restrepo ha sido usada de muchas formas. Así como ha servido de  inspiración para la lucha de los movimientos estudiantiles y para  los alzamientos espontáneos, también ha sido utilizado, sobre todo por la academia, como un fetiche místico, casi esotérico, al que han sobre-analizado generando una interpretación de sus ideas muy errónea  que no mira de manera objetiva al hombre junto con sus aciertos y errores sino que lo acomoda a posiciones oportunistas. 

Por eso, vale la pena volver a Camilo y hacer un pequeño recorrido por su vida no sólo para rendirle homenaje sino porque de su experiencia podemos extraer un aprendizaje para comprender la necesidad de crear un partido revolucionario por y para la clase proletaria libre de dogmas, mitos, oportunismos y falta de autocrítica. 

Esta discusión es de vital importancia hoy cuando tenemos un presidente que llegó al poder impulsado por varias orillas de la izquierda nacional, pero sobre todo por la unión consciente o inconsciente de las masas oprimidas que después de un estallido social juntaron fuerzas para lograr un objetivo, pero que aún así no encuentra la representación adecuada.  ¿Qué hacer? y ¿Qué podemos aprender del proclamado Cura Guerrillero?

PRIMEROS AÑOS  

Camilo Torres Restrepo nació el 3 de febrero de 1929 en Bogotá dentro del seno de una familia de la élite dominante, llegó al mundo, apenas unos meses después de la Masacre de las Bananeras y un año antes de darse un cambio de régimen del Partido Conservador al Partido Liberal, luego de los casi 42 años de periodo hegemónico en el poder del conservadurismo. Su infancia, sin embargo, se dio dentro de la comodidad de su clase lo que lo hizo ajeno a estos sismos sociales. Mientras el país ponía sus esperanzas en las falsas promesas liberales, Camilo y su familia partían a Bruselas gracias al favor del presidente electo Enrique Olaya Herrera que le daba un cargo público al papá del futuro cura como funcionario en el extranjero.

Así serían básicamente sus primeros años de vida hasta su juventud, disfrutando de los privilegios de su apellido sin mucha consciencia del mundo que le rodeaba e influido por la filosofía de la oligarquía nacional, en su mayoría camandulera. Por eso, al regresar a Colombia, en 1937, siendo todavía un niño, Camilo continuó sus estudios en el Colegio Alemán —acusado luego de enseñar ideologia nazi—, rodeado de niños de su mismo estrato y educado con la misma ética y moral de sus pares. No es de extrañar que creciera con una maraña filosófica que lo terminaría inclinando hacia una postura más bien tradicionalista e idealista durante su juventud.

Estas ideas encontraron su expresión durante el semestre realizado en la Universidad Nacional de Colombia, donde ingresó para estudiar Derecho y comenzó a inmiscuirse de manera activa en los coloquios académicos de la institución. El ambiente universitario, preñado de una heterogeneidad ideológica, lo confrontó con muchas formas de pensar diferentes y lo acercó de manera superficial a la realidad nacional. Él ya había mostrado interés por la escritura y el activismo en las épocas de colegio, pero en la universidad se adentró en los grupos de discusión estudiantiles y escribió, junto con otros estudiantes, artículos sobre temas de actualidad política con más seriedad. De hecho, según refiere Gustavo Perez Ramirez en “Camilo Torres Restrepo mártir de la Liberación” durante aquellos años escribiría a favor de grupos afines al fascismo y esgrimiría ideas en defensa del falangismo.

En 1947, creyendo encontrar su camino de redención entró al Seminario Conciliar de San José de la Arquidiócesis de Bogotá, con el fin de hacerse sacerdote. De sus años en el claustro lo más resaltable sería, quizás, su intención de trasgresión al fundar el Círculo de Estudios Sociales. Gracias a este espacio aumentarán sus conocimientos teológicos, comenzando a cultivar un criterio social que nació más de las discusiones sobre temas como la importancia del trabajo y el lugar de la iglesia en el entorno social, que de la escasa literatura a la que tenían acceso.

A pesar de que dentro no tuvo mucho contacto con el exterior, fue imposible que la realidad del país y el mundo no cruzará los muros del claustro. Era inevitable que Camilo no se viera estremecido por acontecimientos como el Bogotazo o el auge del fascismo. A él no parecían moverle los intereses económicos a la hora de elegir con qué filosofía afrontar la vida, su interés parecía ser auténtico en el sentido de perseguir una manera de cambiar las cosas y comenzaba a encontrar fallos en el puritanismo católico que se le ofrecía desde Colombia. Es por esto que decide irse a Lovaina para ser sociólogo.

EL CURA SOCIÓLOGO Y POLÍTICO

En 1954 Camilo se va a estudiar a la Universidad Católica de Lovaina, un centro de estudios donde predominaba un pluralismo filosófico que se reflejaba en las Ciencias Sociales y en la libertad académica en general. Ahí estudiaría por primera vez a Marx aunque lo haría sesgado por la posición de la iglesia y los tapujos impuestos por la doctrina estalinista.

Otra influencia durante estos años la encuentra en la situación de posguerra que afectó a la clase trabajadora europea. Movimientos de todas las orillas se cruzaron con él impulsándolo a interesarse por las luchas de los más desfavorecidos. Es así como termina inmiscuido en las huelgas de los mineros de Lieja, teniendo discusiones abiertas con la Juventud Obrera Católica, organizando con estudiantes que apoyaban la revolución en Argelia, o haciendo investigaciones de campo dentro de los sindicatos y movimientos estudiantiles de Lovaina.

Durante la investigación de su trabajo de grado <fn> [Tesis que luego será traducida aquí como“La proletarización en Bogotá, ensayo de metodología estadística”. ] </fn>, regresa al país y comprende la necesidad de la educación y tecnificación de las tareas enfocada, inicialmente, a las clases pequeñoburguesas y burguesas para impulsar la industrialización nacional y dar por fin motor al capitalismo atrasado, es por eso que la universidad se vuelve un espacio de interés para él. Igualmente, comprende la miseria en que vive el país y su enorme atraso por la ineptitud de su clase subyugada a los grandes capitales extranjeros. Sobre este punto dice Rafael Maldonado Piedrahita (quién lo entrevistó): 

“Representante puro de nuestras altas clases sociales (Camilo), siente, sin embargo, que en el fondo del problema colombiano la responsabilidad de la actual crisis está íntimamente ligada a la existencia de su mundo burgués. No lo confiesa. O si lo hace, es en la intimidad de una charla amistosa y sincera. Pero lo siente. Lo siente profundamente.”   <fn> [Piedrahita, (1957). “Conversaciones con un sacerdote colombiano”. Antares.] </fn>

EVOLUCIÓN IDEOLÓGICA  

Durante este periodo, Camilo empieza a cambiar la manera en que entiende la realidad. Su orientación política va hacia la izquierda, lo que refleja sus intenciones de querer cambiar el mundo en conjunto con sus experiencias con el movimiento obrero internacional. Esto nos demuestra que son las condiciones materiales las que le dan forma a nuestras ideas. No somos estáticos ni siempre nuestras formas de pensar son iguales. Por supuesto a pesar de eso su pensamiento para ese momento no pasa del de un liberal radical con buenas intenciones y una creencia religiosa férrea.  

Sirva de paradigma la noción de la “revolución pacífica” como un ideal donde las acciones de las masas en respuesta a la opresión y en reclamo de sus derechos debería ser perfecta e inmaculada: 

“… Segundo: Creemos que los católicos pueden abogar por la abolición de tal sistema, sin que para ellos revolución sea necesariamente sinónimo de sangre; y Tercero, creemos que la verdadera revolución no puede basarse en una modificación absoluta y total de la actual estructura de la sociedad.”<fn> [Ibid. pg 55.] </fn>

Infortunadamente, esta será una idealización que no abandonará del todo y de la que se aprovechan los oportunistas para justificar su postura de pacifismo e inacción escudados bajo el supuesto concepto revolucionario del “amor eficaz” una idea con la que Torres trata de reconciliar su postura política con la espiritual. En uno de sus textos donde habla sobre el tema dirá lo siguiente: 

“Es necesario entonces quitarles el poder a las minorías privilegiadas para dárselo a las mayorías pobres. Esto, si se hace rápidamente es lo esencial de una revolución. La Revolución puede ser pacífica si las minorías no hacen resistencia violenta.”<fn> [Torres, (1965). “Mensaje a los cristianos”. Primera edición, periódico “Frente Unido”.] </fn>

Más adelante, sin embargo, termina diciendo: “Por eso la Revolución no solamente es permitida sino obligatoria para los cristianos que vean en ella la única manera eficaz y amplia de realizar el amor para todos.” <fn> [Ibid] </fn> 

Aunque al siguiente año publicará desde la clandestinidad: “Todo revolucionario sincero tiene que reconocer la vía armada como la única que queda” <fn> [Torres. (1966). “Proclama al pueblo colombiano”] </fn> . Lo que quiere decir que su postura, de nuevo,  había cambiado desde 1957 a 1965 y la experiencia le había hecho entender de manera diferente su lucha pero el arraigo del idealismo religioso seguía apegado a él con fuerza.  

Para el oportunismo las únicas soluciones parecen ser el pacifismo, el espontaneísmo o la resignación. La mayoría del tiempo no buscan la formación de las mayorías y su participación organizada y cuando  lo hacen se paran en una posición de superioridad académica insoportable. Todo esto es opuesto a Camilo que tuvo ambas posiciones en su vida, pero parte de su progreso teórico le fue demostrando la necesidad de crear un partido que sirviera de plataforma para la lucha así como en la necesidad de dar prioridad a la formación sin una postura paternalista. Por supuesto enfocó sus fuerzas en la clase media más que en la clase obrera y es ahí donde falló.

Por otro lado, desde el marxismo no se desprecia  la lucha armada o la vía parlamentaria. No obstante, como marxistas explicamos que nuestras tácticas  deben estar siempre al servicio de nuestra estrategia (la toma del poder de la clase obrera)y no ser un eje principal. En otras palabras, los medios deben servir a la meta, más no convertir a los medios en la meta. 

Tampoco se pide con ansias un derramamiento de sangre violento y sin sentido en las revoluciones. Más bien, reconocemos que ninguna clase dominante en la historia renuncia a sus privilegios y riquezas sin una lucha y que si la clase obrera quiere ser victoriosa, tendrá que organizar su propia defensa de los ataques de la burguesía. También notamos que incluso en tiempos de “paz” entre las clases, la clase dominante no tiene ningún problema en desplegar toda la fuerza del estado para prevenir el movimiento y la organización de la clase obrera. El mismo Camilo se dio cuenta de eso y nuestra historia como país lo demuestra, para la muestra el botón del exterminio de la Unión Patriótica después de los acuerdos de paz de 1985.

Aquí segunda parte.

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Rosa Espinoza

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