
Desde el ataque de Octubre 7 y su subsecuente represalia genocida de parte del estado de Israel, Gustavo Petro se ha posicionado en contra de la masacre de los Gazatíes de manera consistente.
El presidente rompió relaciones diplomáticas con Israel en mayo de 2024 tras la negativa del gobierno de Netanyahu a acatar la resolución de las Naciones Unidas que pedía un alto al fuego. Luego, convocó una conferencia de emergencia en La Haya para discutir las acciones que los gobiernos del mundo podrían emprender para detener el genocidio. Su discurso final en la Asamblea General de la ONU incluyó un llamado a conformar una brigada internacional de voluntarios, avalada por el organismo, con el propósito de intervenir en Gaza y poner fin a la masacre.
Estos actos le han granjeado un importante nível de autoridad política dentro de la izquierda internacional. El mandatario ha desempeñado un papel clave en la junta del “Grupo de la Haya” y ha confrontado a las multinacionales que operan en territorio colombiano por rsu complicidad en el genocidio, demandando que Glencore y Drummond sean puestas a juicio por venderle carbón a Israel.
A través del último mes, la matanza dirigida por Netanyahu y sus patrones en Washington se ha vuelto una de las cuestiones clave en el movimiento obrero y juvenil. Las movilizaciones masivas que hemos visto en Italia, España, Alemania y Francia han izado la bandera Palestina. En Italia, el movimiento ha ido hasta el punto de plantear una huelga general de dos días en donde los obreros portuarios ocuparon los puertos con el apoyo masivo de la clase obrera fuera de ellos. Todo esto significa una escalada en la lucha de clases internacional.
Nuestra tarea como comunistas revolucionarios, en Colombia, es analizar estos eventos y plantear las tácticas y estrategias requeridas de parte de la clase obrera y la juventud de nuestro país para unirnos a los contingentes de trabajadores a nivel internacional en la lucha por ponerle fin al genocidio.
La crisis del “orden internacional basado en normas”
Gran parte del reconocimiento político que ha ganado Petro en torno al genocidio en Gaza se debe a que ha sabido diferenciarse de los jefes de Estado que, durante los últimos dos años, han financiado o justificado el horror.
Su posición contrasta con la de Starmer, Macron y otros lideres occidentales, que a través del último año, pasaron de “defender el derecho de Israel de defenderse” a llorar lágrimas de cocodrilo sobre el exterminio. Esto es especialmente cierto de las “instancias multilaterales” que supuestamente existen para defender la paz mundial. La ONU ha emitido tres resoluciones al respecto del conflicto en Gaza pero en realidad sus propuestas se basan en la idea de que Hamas y Palestina se sometan a los términos impuestos por el imperialismo estadounidense.
A pesar de todo esto, en el discurso de Petro en la Asamblea General, el presidente plantea “una ONU diferente” por la misma razón por la que plantea un gobierno “diferente” para Colombia como solución a los problemas del capital: él cree que la Organización Mundial del Comercio, el Banco Mundial y el FMI pueden ser usados para “regular el capital para subordinarlo a la vida y a la humanidad”.
No hay ninguna institución “multilateral” creada por el imperialismo que pueda jugar un papel progresivo o subordinarse a los intereses de la humanidad en general. La OMC, el Banco Mundial, el FMI y la ONU fueron creadas con el mismo propósito: facilitar un marco legal para justificar la explotación y el despojo de las naciones subyugadas al imperialismo en nombre del “orden internacional basado en normas”.
El enemigo está en casa
El programa de Petro para acabar con el genocidio en Gaza está vinculado a la lucha contra el capital. Pero el mandatario colombiano considera que esta lucha debe ser llevada a cabo por toda la humanidad en conjunto.
En el caso del genocidio en Gaza, esta propuesta tiene dos aristas claves: por un lado, la reforma de las instituciones multilaterales para que actúen en función de los intereses de la humanidad en su conjunto; y por otro, la formación de una brigada internacional que intervenga de manera militar en el conflicto en Israel.
Ciertamente, es entendible el querer intervenir después de ver la devastación que ha sido desatada en esa región del Medio Oriente. Pero la cuestión es si el genocidio puede ser detenido con una intervención militar en contra de un ejército armado hasta los dientes por el mayor poder imperialistas del planeta.
La ecuación, sin embargo, es más compleja que un conflicto militar entre Palestina e Israel. Como Internacional Comunista Revolucionaria, creemos que la tarea de la clase obrera internacional para acabar con el genocidio es luchar contra sus propias clases dominantes en cada uno de sus propios países.
En Italia, España, Alemania y Francia hemos visto movilizaciones masivas que han detenido a cada uno de estos países, cuyos gobiernos son cómplices en mayor o menor medida. Una huelga general y una revolución en cualquiera de estos países (o en Inglaterra o Estados Unidos) cambiaría la ecuación por completo.
Esta ola revolucionaria no solo está movilizando a la clase obrera y la juventud de los países imperialistas hoy. También ha contagiado países como Nepal, Indonesia, Madagascar, Ecuador, Paraguay y Perú. Si bien estos eventos son el producto de condiciones particulares para cada país, la realidad es que estas condiciones están presentes en mayor o menor medida en cada país del mundo.
Cosas como: el descrédito de la élite política corrupta, la enorme brecha entre ricos y pobres, una generación de jóvenes a la que no se le ofrece ningún futuro, 15 años de políticas de austeridad a los que ahora sigue otro intento más de hacer que los trabajadores paguen por la crisis del capitalismo, etc, se replican sin cesar en cada territorio mundial
Italia marca un punto de giro en esta ola revolucionaria. Durante dos días de una huelga general, la clase obrera italiana se organizó por fuera de las estructuras tradicionales de los sindicatos masivos para “detenerlo” todo. En el caso de los obreros portuarios, implementaron acciones directas para apoyar el boicot obrero en contra de Israel.
En otras palabras, hay un instinto general en estos movimientos masivos de que la tarea ya no es apelar a este o aquel gobernante de turno sino que hay que intervenir directamente en los eventos para ponerle fin al genocidio en Gaza.
El papel de la clase obrera colombiana
En este marco, tenemos que preguntarnos: ¿Qué papel puede jugar la clase obrera colombiana para acabar con el genocidio?
La matanza en Gaza puede parecer como algo fuera de nuestro control. Colombia no es el cimiento principal del apoyo financiero a Israel. Estados Unidos provee un monto de 20 mil millones de dólares y la Unión Europea provee 800 millones de dólares. Sin embargo, como miembros de la clase obrera internacional, es nuestro deber participar activamente en la lucha contra todo tipo de opresión.
En términos de nuestro país y la lucha por Palestina, el Pacto Histórico ha marcado la pauta con marchas y manifestaciones. Ciertamente estas movilizaciones son importantes precisamente por que le permiten a la clase obrera organizar futuras acciones y ganarse de manera política al resto de la población señalándo la necesidad de acabar con el genocidio.
No obstante, después de dos años de marchas, es claro que una escalada es requerida. Las ocupaciones universitarias fueron un paso en esta dirección. El siguiente debe ser conectar el movimiento pro-Palestina directamente con la clase obrera colombiana.
La manifestación del 1ro de Octubre en la ANDI fue un reconocimiento tácito de esta realidad: si bien el gobierno colombiano ha roto con el Estado de Israel, el capital colombiano mantiene su comercio con ese gobierno, como lo señala un informe de las Naciones Unidas. Igualmente el medio Vorágine lo confirma, al calcular que las exportaciones entre Septiembre de 2024 y Abril de 2025 ascienden a unos 400.000 millones de pesos (alrededor de 100 millones de dólares).
La burguesía colombiana y las multinacionales operando en territorio colombiano no pueden permitirse las pérdidas del comercio con Israel. Es claro que el aparato estatal colombiano no está dispuesto a intervenir en las ganancias del capital extranjero, ni de sus oficinistas en Bogotá, a pesar de las declaraciones del presidente. Esto es debido a que varios de los funcionarios del estado tienen intereses privados en el mercado.
Por eso, la tarea del momento es atacar, como clase, directamente la maquinaria que hace esto posible desde adentro y así detenerla. Para poder hacer eso es necesario movilizar el poder de la clase obrera colombiana que opera los puertos que cargan el carbón para ser enviado a Ashkelon en Israel.
En septiembre 26 y 27, hubo una reunión de obreros portuarios internacionales en Genoa. Con la consigna de “Los obreros no trabajan para la guerra”, adoptaron una resolución con las siguientes palabras:
«No queremos que los puertos, nuestros lugares de trabajo o nosotros mismos como trabajadores nos convirtamos en un engranaje de la maquinaria bélica. (…) Con valentía, determinación y confianza en nuestra causa, invitamos a los trabajadores a tomar las riendas del asunto. Somos muchos, somos fuertes, podemos hacerlo y podemos ganar por una Palestina libre, por la paz, contra la guerra imperialista y por la solidaridad de los trabajadores y estibadores. Los trabajadores portuarios tenemos enemigos comunes y una lucha común».
Este es el camino a seguir para Colombia. Nuestra tarea es conectar el movimiento pro-palestina con la clase obrera y explicar que la misma oligarquía colombiana que provee carbón para energizar la máquina de guerra de Israel es la que lucha de manera feroz contra las reformas. Este complejo industrial militar es el mismo que fabricó las armas que las fuerzas del estado colombiano usa actualmente para reprimir a los jóvenes y a los obreros cuando organizan manifestaciones.
Tanto en Medio Oriente como en América Latina, la perspectiva es la misma: ¡ni una rueda gira, ni una luz brilla sin el permiso de la clase obrera!. Si este poder es organizado, a través de boicots de obreros, será el principio del fin del genocidio en Israel y la clase obrera colombiana entenderá que su poder no está en apelarle a este o aquel político, sino en el hecho de que ellos son los que producen toda la riqueza de la sociedad.
¡PAREMOS POR PALESTINA!
¡ABAJO LA BURGUESÍA HIPÓCRITA Y CÓMPLICE!
¡PARA BLOQUEAR A ISRAEL, UN BOICOT OBRERO!