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¿Llevará el salario minimo a más inflación?: Una respuesta a los economistas colombianos

¿Llevará el salario minimo a más inflación?: Una respuesta a los economistas colombianos

El 24 de diciembre del 2024, el Ministerio del Trabajo y el Gobierno de la República anunciaron el incremento del salario mínimo mensual para 2025 a $1.623.500 (Equivalente a USD 366.50). Este incremento equivale al 9,53%. Desde Zipaquirá, el Presidente Petro anunció el incremento del salario notando que: “el salario mínimo real en Colombia ha crecido entre un 30 y 35 %, ya que en 2022, se aumentó 16 % y en 2023, 12 % y  ahora 9,53 %. Tenemos que hacer un mayor esfuerzo el año entrante”.

El incremento fue naturalmente atacado por el empresariado y sus viejos representantes que declararon a gritos que esto solo puede significar una cosa: inflación. Bruce MacMaster, presidente de la ANDI (Asociación Nacional de Empresarios de Colombia) declaró que “el incremento salarial incrementará el déficit fiscal por 2.5 billones de pesos”. El Banco de la República declaró que este incremento salarial va a golpear directamente en los precios. 

Los argumentos de la burguesía en contra del salario mínimo no son un llamado a luchar contra la inflación. A pesar de toda la algarabía de su parte, en verdad lo que quieren defender son sus ganancias. Como militantes obreros, es necesario aclarar que el incremento del salario mínimo no va a causar incrementos a los precios. Al mismo tiempo, tenemos que explicar que un aumento a los salarios desde arriba no va a ser suficiente para luchar contra la carestía. 

¿Qué causa la inflación?

La inflación se define como el aumento general de los precios de bienes y servicios en el mercado. En el contexto de la economía capitalista, este incremento es un ataque directo a los salarios de la clase obrera. A pesar de los aumentos del salario mínimo decretados por el gobierno, la gran mayoría de los trabajadores colombianos han visto como, en los últimos tres años, sus salarios no alcanzan a comprar los bienes y servicios que compraban anteriormente. Para dar datos de referencia, la inflación llegó a un pico de 11.73% para 2023. Si bien las tasas de inflación se han reducido a través de los últimos trimestres, la realidad es que los precios se han mantenido a una altura que los salarios no están alcanzando. 

Es en este contexto que vale la pena recordar que una de las consecuencias del paro nacional fue el incremento del salario mínimo de 5,6% ($1,000,000.00/$257.28 USD en ese entonces) que Iván Duque anunció en diciembre de 2021. A pesar de que Fedesarrollo declara que ese incremento salarial conllevó al incremento de la inflación, esto ofusca la verdadera naturaleza de la inflación que ocurrió después de la pandemia. 

El cimiento de la inflación en el periodo actual es la dislocación económica ocurrida durante la pandemia en conjunto con las medidas de rescate tomadas por el capitalismo internacional. Al inicio de la pandemia, la primera respuesta de la burguesía internacional fue inundar el mercado con crédito para mantener las empresas a flote. Según el Banco Mundial, la deuda mundial incrementó a 269% del PIB mundial.  

Colombia no fue la excepción a esta regla. La deuda externa de Colombia incrementó de 52% en 2019 a 65% en 2022. Gran parte de esta deuda viene de préstamos con el Fondo Monetario Internacional por la cantidad de 17 200 000 (un incremento de la cuota con el organismo de 600%). Estos préstamos se usaron para financiar los $370 000 000 USD que se le concedieron a Avianca mientras que sus ejecutivos recibían bonos de $10 000 000 USD e iniciativas como el “Programa de Apoyo al Empleo Formal” (PAEF) financiaron los salarios de empresas a través del país por la cantidad de 69 billones de pesos (15 000 000 USD). Tampoco ayuda que el Fondo Nacional de Garantías ofreció “una Garantía Parcial de Crédito de $4,9 billones [de pesos colombianos] de crédito del sector privado para proteger el capital de trabajo de las pequeñas y medianas empresas (MIPYME). Otros Col$2,4 billones de crédito del sector privado se extendieron a los empleadores para el pago de salarios, mientras que otros Col$3,9 billones de crédito del sector privado se extendieron para apoyar los ingresos de los trabajadores profesionales e independientes.” de acuerdo al Banco Mundial. 

Sin embargo, el punto es que este influjo de dinero naturalmente redujo el valor de la moneda en el mercado. Pero esto es una explicación parcial. La inflación no solo es un fenómeno “monetario” en donde la cantidad del dinero en el mercado determina el valor del mismo.

Si esta afluencia de dinero no circula, sino que se canaliza hacia el ahorro o la especulación en bolsa, no conducirá automáticamente a un aumento de los precios, como vimos en muchos países tras la crisis de 2008 y la “flexibilización cuantitativa” que ha seguido.

La inflación también depende en gran parte del suministro de mercancías en un dado mercado. Durante los confinamientos, a las empresas se les pagó efectivamente para que suspendieran la producción, lo que acumuló una gran reserva de poder adquisitivo potencial, que comenzó a entrar en circulación a medida que la economía comenzó a abrirse nuevamente.

A esta oscilación volátil de la demanda se sumaron fuertes shocks en la oferta de materias primas, que en conjunto impulsaron la inflación. Estos shocks llegaron con la interrupción de las cadenas de suministro que siguió a la pandemia y con el comienzo de la guerra en Ucrania.

Si el crédito gastado por la burguesía internacional fue el barril de pólvora, la guerra en Ucrania fue la chispa que detonó la bomba inflacionaria. Vale la pena recordar que Rusia y Ucrania eran el mayor y el quinto mayor exportador de trigo en el mercado mundial respectivamente. El inicio de la guerra vió un incremento del 35% en los precios del pan de manera inmediata. Otro aspecto clave detrás de esta ola inflacionaria fue la cuestión del gas natural que es instrumental para el fertilizante. Su escasez nutre el incremento de los precios. En mayo de 2024, el DANE reportó que el gas natural fue el producto que más contribuyó al aumento de las importaciones del grupo de combustibles. 

¿Es el salario mínimo causante de la inflación?

En esta marea de guerras y choques a los suministros de mercancías parece increíble creer que los salarios son la causa directa de la inflación, y sin embargo, toda una brigada de economistas burgueses marchan como nobles soldados a defender esta idea a capa y espada. Si bien los salarios son una parte de la ecuación, su incremento no es el causante directo de la inflación. 

Carlos Marx tuvo que contender con esta teoría en su momento, respondiendo al “Ciudadano John Weston” en su panfleto clásico “Precio, valor y ganancia”. Según Weston, los incrementos salariales siempre iban a terminar carcomidos por la inflación y por consiguiente la lucha de los trabajadores por salarios dignos a través de sindicatos iba en contra de los intereses materiales de la clase obrera. 

Marx explicó que la burguesía no puede simplemente subir los precios como quisiera y que la competencia del mercado le fuerza a tratar de recortar estos. Es por esto que la burguesía no acepta incrementos salariales sin trabas, ya que ellos entienden que el incremento salarial significa una pérdida a sus ganancias. Es de aquí que viene toda la algarabía tratando de evitar otra alza al salario mínimo. 

Cuando se miran todos estos problemas, es claro que la burguesía prefiere culpar a los “progres” y al salario mínimo para que no se culpe al verdadero asesino: la anarquía del mercado capitalista que no puede regular los problemas que crea y que solo los empeora. La verdadera prueba de la falta de vínculo entre el salario mínimo y la inflación está en el hecho de que, a pesar de que la productividad de la economía colombiana ha aumentado a través de las décadas, los salarios de los obreros no han aumentado a la par. Si bien el trabajador colombiano produce alrededor de $20 USD por hora, él recibe a cambio, con el nuevo incremento salarial, 1.91 USD en una jornada laboral semanal de 48 horas. 

La verdadera cuestión es: ¿hacia dónde van los otros 18 dólares que produce el obrero colombiano? A las ganancias de los capitalistas, que cada vez más las usan para especular e invertir fuera del país porque no ven el punto en invertir en la producción colombiana. Esta tendencia no es única en el mercado colombiano, pero demuestra la senilidad del sistema, que ya no puede producir ganancias para la burguesía a través de la mera producción. 

Esta senilidad es el meollo del asunto: tanto la burguesía internacional como sus oficinistas en la carrera séptima en Bogotá no tienen soluciones para la inflación. Se tambalean como borrachos de crisis en crisis, pidiendo prestado hoy y subiendo las tasas de intereses mañana en búsqueda de un equilibrio que nunca parece ocurrir. La lucha contra el salario mínimo y sus incrementos no es una lucha contra la inflación, es la lucha por preservar sus ganancias y sus privilegios. 

La formalización del trabajo

Ante estos hechos, la burguesía ha salido en defensa de los derechos de los obreros informales (Aquellos trabajadores que no reciben prestaciones sociales). Es cierto que la informalidad ha sido uno de los problemas más serios del mercado laboral, con 56% de los trabajadores colombianos perteneciendo a esta categoría. De manera similar, los estrategas del capital en la Universidad Javeriana observaron que para 83% de la fuerza laboral, el incremento del salario mínimo “no representará cambios significativos”. 

Pero este revuelo de parte de los estrategas del capital no clarifica por qué hay tantos trabajadores informales en el país y cuál es la función de este segmento de la clase obrera. La razón detrás de esta informalidad es la misma razón por la que los trabajadores informales ganan el 78% del salario mínimo: esto le permite a la burguesía reducir el costo de los salarios. 

Es enteramente cierto que el sistema de prestaciones sociales está vinculado al salario mínimo y que su incremento llevará a un incremento general del costo de trámites en notarías y prestaciones de salud y pensiones que los informales consigan por vías independientes. Pero el verdadero culpable de este problema es la oligarquía colombiana que depende enormemente de una infraestructura social precarizada para permitir la privatización de los fondos de pensiones y del sistema de salud. 

Ante esta situación, la medida del incremento salarial puede parecer muy loable. Pero hay que decir que el hecho de que los incrementos salariales no toquen a una gran parte de la clase obrera pone en duda hasta qué punto estos incrementos salariales a través de los últimos tres años pueden lograr, en términos de ponerle fin a la precarización de la clase obrera. 

Esta medida desde arriba es una representación del método de Petro, que defiende la posibilidad de un “capitalismo humano” en donde el estado sea usado como un defensor de los intereses de la clase obrera. Es cierto que en este periodo, a la cabeza del ejecutivo, Petro ha luchado para mejorar la calidad de vida de la clase obrera, pero hay que decir también que hay una razón por la que Petro ha tenido que depender de decretos del ejecutivo: la oposición determinada de la oligarquía con la que tiene que vivir no le permite ir más allá. 

Por una escala móvil de salarios y la expropiación de la burguesía

Si bien no rechazamos el incremento del salario mínimo, es necesario explicar los límites de estos incrementos. La realidad es que los incrementos del salario mínimo por la vía ejecutiva no pueden lograr mucho en la lucha contra la carestía. Para muchos trabajadores, el incremento de los salarios no se va mantener con el precio de las mercancías, por no decir que varios servicios obligatorios en el mercado colombiano están vinculados a la cantidad del salario mínimo. 

Sin embargo, la perspectiva de la burguesía no está motivada por una lucha por mejorar las condiciones de la clase obrera, sino por miedo a perder sus ganancias. Estos argumentos sobre la inflación y el sector informal son una cortina de humo diseñada para ofuscar la naturaleza explotativa de este sistema, en donde los salarios son una amenaza directa a las ganancias de los empresarios, que no sufren la crisis del costo de vida. En Colombia, el 1% de la población más rica del país posee 229 millones de dólares, es decir, el 37,3% de la riqueza total, que actualmente asciende a 616.000 millones de dólares para 2021. El 10% más rico posee casi las tres cuartas partes de la riqueza nacional, mientras que la mitad inferior de la población apenas retiene el 1,6 por ciento.

Detrás de este alboroto, lo que está ocurriendo realmente es la preocupación de que estos aumentos salariales le den ideas a la clase obrera de que pueden ir a por más. Como comunistas, explicamos que la clase obrera tiene que aspirar por mucho más que incrementos salariales por decreto. Esto no solo es una cuestión de nuestra calidad de vida pero una cuestión de nuestro papel en la sociedad: la clase obrera es la clase que hace a la sociedad posible. Ni una rueda gira, ni una luz brilla sin nuestro permiso. 

La única manera de luchar contra la inflación en este periodo es luchando por una escala móvil de salarios que eleve el salario de la clase obrera en la medida que se eleven los precios de los artículos de consumo. Ante semejante demanda, es posible que los grandes estrategas del capital rebuznen con horror y nieguen su posibilidad, declarando la bancarrota de miles de empresas en este escenario hipotético. Ante estos llantos, la respuesta de los comunistas debe ser contundente: “Abran las cuentas y demuestren que no pueden pagar los salarios de los obreros que hacen que sus empresas sean posibles.” De ser semejante tragedia cierta, no hay nada más que decir excepto que estas empresas y los parásitos que viven del trabajo de nosotros deberían ser expropiados. 

“La clase obrera no debe olvidar que está luchando con los efectos, pero no con las causas de esos efectos; que está retardando el movimiento descendente, pero no cambiando su dirección; que está aplicando paliativos, no curando la enfermedad”, escribió Marx en Valor, precio y ganancia. 

En estas palabras se resume la cuestión: Los incrementos salariales y la lucha por una escala móvil son de alta importancia ya que son la lucha contra el empobrecimiento con el que el capitalismo nos amenaza. Pero tenemos que recordar que nuestra lucha no es simplemente por mejores salarios. Luchamos también para ponerle fin a la anarquía del mercado y los monopolios, impuestas por una minoría que se beneficia directamente de nuestra explotación y miseria. 

La única manera de curar la enfermedad es expropiando las altas esferas de la economía y poniéndolas bajo el control democrático de la clase obrera. Solo de esta manera se puede abolir este sistema irracional que condena a la gran mayoría a vivir de migas de pan mientras que nuestros explotadores nos roban en los supermercados, en las tiendas y en los hospitales. 

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Consejo Editorial De Colombia Marxista

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